"Es demasiado grande para dos personas. Tenemos negocios en el extranjero y nos conviene mudarnos a una casa más manejable en estos momentos. La subasta es la mejor manera de lograr este fin, porque establece un horizonte temporal de la que será, en términos físicos, una gran mudanza". Quien así habla es lord Conrad Black, propietario de esta mansión situada a 15 minutos de Toronto, y es una manera elegante de decir que le urge conseguir dinero en metálico, tal vez para reconstruir su imperio.

Conrad Black fue propietario del grupo Hollinger, un conglomerado que incluía el London Telegraph, el Chicago Sun-Times, el Jerusalem Post y grandes diarios en Canadá y Australia. De dirigir la tercera empresa de comunicación más importante del mundo, pasó a una prisión federal de Miami en el 2011 por fraude y obstrucción a la justicia y, de ahí, a la bancarrota. Aunque había renunciado a la ciudadanía canadiense para ser nombrado lord por la reina de Inglaterra, tras 42 meses de condena la buena vida regresó con su segunda esposa, la periodista Barbara Amiel, a una casa que ha pertenecido a su familia durante 65 años.

La vivienda sale de nuevo a subasta después de que no se lograra el pasado abril el precio de reserva mínimo, que no se reveló. El valor estimado de la propiedad ha bajado de 23 millones de dólares a 21,8 millones, pero sigue siendo una de las más caras de Canadá.

Esta enorme propiedad de 2.140 m2, más una parcela de 26.000 m2 donde se puede edificar, es conocida como 'el Versalles de Canadá' y se ha ido ampliando con el tiempo. Uno de sus arquitectos es Thierry W. Despont, que también ha trabajado para Bill Gates, Gianni Agnelli o Stavros Niarchos. La residencia, de estilo georgiano, tiene de todo, desde una piscina cubierta y un spa hasta una capilla consagrada por dos cardenales, y en ella se han alojado de Richard Nixon o Margaret Thatcher a Henry Kissinger, el duque de Edimburgo o Elton John.

"Concierge Auctions ha vendido casas magníficas en todo el mundo, pero esta es una de las propiedades más extraordinarias -explica Mike Russo, vicepresidente de la casa de subastas-, tanto por su estética como por la historia familiar o los invitados que han pasado por ella". Es, además, un lugar para reflexionar sobre las grandezas y las miserias humanas.