Iker Casillas se ha hecho definitivamente mayor. Ya sabe lo que es el banquillo, va a ser papá en muy poco tiempo, tiene una relación sentimental estable, ha cruzado la barrera de los treinta años y desde hace unos meses se ha hecho con el mando de los negocios, no sin cierto trauma.

El futbolista y sus padres, José Luis Casillas y María del Carmen Fernández eran los propietarios de la sociedad Ikerca, S. L., que gestionaba los muy suculentos ingresos por derechos de imagen. Los Casillas, dicen, han sabido invertir en los últimos años, sobre todo en el sector inmobiliario, pero Iker decidió revocar los poderes de sus padres y cederles unos cinco millones de euros de los 13 con los que cuenta el activo de esta sociedad patrimonial.

La decisión la tomó el portero, según cuentan fuentes cercanas al jugador del Real Madrid, sólo siete días antes de lesionarse en la mano, el 17 de enero. Negociar con tus propios padres, con los que te llevas bien, resulta incómodo, y en ello ha estado el jugador en estos últimos ocho meses en los que jugó más bien poco.

Tanto tiempo de tira y afloja dio para que se dispararan todos los rumores. Que si se habían dejado de hablar, que si las partes se habían amenazado con querellas millonarias, que si Sara Carbonero estaba detrás de todo esto, que si el jugador había retirado incluso los pases de favor a sus padres en el Bernabeu... La familia mantiene discreción casi absoluta. Iker Casillas no ha dicho hasta la fecha ni una palabra, mientras que José Luis, su padre, sólo admite su "orgullo" por la trayectoria deportiva y humana de su hijo. Hay elegancia, pero de puertas para adentro, en el club saben que hubo lucha familiar.