Pedro Guerra. En su reciente nuevo disco, El mono espabilado, Pedro Guerra alude al ser humano, que comparte un 98% de su ADN con los chimpancés. Pero también hace hincapié en ese 2% restante que "la mayor parte del tiempo no usamos, pues tendemos a la pereza y a dar pasos atrás". Sereno y dispuesto, este homínido avispado desvela su forma de ser y su relación con el sexo opuesto

Reconoce el cantautor canario que es un "hombre tranquilo". Su pausada forma de hablar, con un tono de voz nada vehemente, y su templado lenguaje no verbal dan fe de ello. Tampoco su atuendo le distingue inmediatamente del resto de los mortales. Su estilo casual va en consonancia con su autodescripción de tipo corriente. Y así fue, "de una manera muy normal", como Pedro Guerra conoció a su mujer. "Entré en una zapatería, que es donde ella trabajaba, y allí nos conocimos. Casualmente, ella iba a ir a un concierto mío". El autor de Contamíname cree –mejor dicho, quiere creer– que lo que en ese establecimiento surgió fue una seducción mutua.

En una mujer, reconoce que lo que más le atrae es una ecuanimidad entre el físico y el intelecto.

"En el caso de mi esposa, seguro que es la combinación de estas dos cosas". En María, Pedro encuentra a su compañera y a su "mejor amiga", rompiendo ese manido tópico que asegura que un hombre y una mujer no pueden ser amigos. "De alguna manera, creo que en toda relación que se precie esto debe existir, una complicidad que también forma parte de lo que uno espera de una amistad intensa".

Sin embargo, también es la madre de su hijo. Y la paternidad cambió su forma de vida por completo. "Ser padre hace que termines de centrarte. A partir de ese momento, ya no eres responsable sólo de tu vida sino que lo eres también de otra, y esa responsabilidad se vive incluso como mayor. A partir de ahí, toda tu vida se construye en torno a eso. El centro de tu vida no va a estar en ningún otro sitio antes que en ese. Además, el orden en que se establecen las prioridades también varía. Por otro lado, yo he vivido la paternidad desde dos puntos diferentes.

Cuando nosotros empezamos a vivir en pareja, mi mujer ya tenía una hija, Lara, a la que conozco desde que tiene cinco años. De alguna forma he participado en su educación, crianza y afecto, a pesar de que no soy su padre biológico. Luego tengo la experiencia de ser padre desde el minuto cero. Aunque, en cierto sentido, da igual una cosa que la otra".

Pedro, de 45 años, comenta que sus prioridades son dos, su familia y su trabajo, y que "todo se construye en torno a eso". Sin embargo, para un músico, salir a tocar es, además de "la parte más gratificante" de su profesión, una necesidad de primer nivel, especialmente en la actualidad, con la caída paulatina de las ventas de discos.

Videoclip de 'El mono espabilado'

El cantautor tinerfeño, que actualmente está de gira promocionando su disco 12+1, El mono espabilado, encontró una hábil solución a su actividad peregrina. "Como trabajamos juntos, ya que mi mujer es mi mánager, de alguna forma controlamos todo nuestro trabajo. Somos una sociedad, una empresa familiar. En ese sentido, nos podemos permitir compaginar e ir organizando todo de manera que básicamente nuestras ausencias sean las menores posibles. De esa forma, cuando estamos en casa podemos tener una dedicación absoluta a los hijos y sus cosas".

Los celos tampoco suponen un quebradero de cabeza para este paciente músico. "Uno debe ser capaz de querer y hacerlo con libertad y confianza de la otra persona. Se puede ser celoso, pero lo justo, ya que todo lo demás es una limitación de la otra persona que no conduce a ninguna parte. Sé que existe esta teoría de que si no se es celoso no se quiere suficiente y, de hecho, hay personas que cuando asisten a un numerito de celos, se sienten como ante alguien que les quiere muchísimo. Pero yo creo que eso es sencillamente erróneo", concluye.