Internet, YouTube y las redes sociales han dado alas a uno de los grandes fenómenos musicales de los últimos meses. Lana del Rey, una artista de marcada estética retro, denostada por unos y ensalzada por otros, apunta a convertirse en una nueva diva global del pop, aunque ella asegura que no quiere serlo. Los asistentes al Sónar, que se celebrará entre el 14 y el 16 de junio, podrán comprobarlo.

Lo primero que sorprende al encontrarse ante esta mujer de 25 años no son sus labios recauchutados o su esforzada compostura de joven retro, ni sus aires de improbable víctima de una fama no buscada pero sí merecida, en confesión propia. No, lo que sí llama la atención de esta neoyorquina recién salida de una sesión fotográfica con todo su maquillaje, manicura y peluquería en perfecta sintonía, es el "¿cómo estás?" que espeta con un notable acento castellano. Ha llegado a Barcelona procedente de Milán, a "esta ciudad adorable", dice, con una apretada agenda de actividades promocionales, una ciudad que volverá a visitar el 15 de junio en su condición de cabeza de cartel del festival Sónar.festival Sónar.

La expectación que rodea su presencia en una de las plantas exclusivas del hotel Majestic o su citada inclusión en el festival hype por antonomasia, son dos botones de muestra del fenómeno Lana del Rey, la joven protagonista de un aparente cuento de hadas que la ha encumbrado a la cúspide de la actualidad musical de una forma tan veloz como polémica.

Eso es lo que, sumariamente, ha creado a su alrededor Elizabeth Grant, hija de un sagaz creador de dominios de internet -que las malas lenguas consideran la mente gris que hay detrás del producto estético-musical que es su hija-, de infancia y adolescencia bucólicas en el pueblo de Lake Placid, internada durante un tiempo en un colegio "por una serie de problemas", estudiante universitaria en Nueva York, escritora vocacional desde su más tierna infancia y esforzada cantautora en bares y locales del downtown de la Gran Manzana.

Un segundo capítulo es el que se abre cuando graba un primer disco con el reputado y veterano productor David Kahne, en un minúsculo sello independiente. Pasó lo que suele ocurrir: "Nadie se enteró de su existencia, porque ahora veo que por el hecho de trabajar con alguien famoso no es seguro que alguien se fije en ti, escriba de ti. Aquel disco estuvo un par de meses en iTunes y después desapareció de la faz de la tierra", confiesa sin mover ninguna de sus pestañas postizas.

Lana del Rey responde con la espalda erguida, con sus interminables uñas, su detallista arquitectura capilar, su gentil vestuario veraniego de marca y sus modos estudiadamente sosegados. Una asumida tensión, un guión tan inconsciente como bien aprendido, parecen recorrer cuerpo y mente, pero de vez en cuando se disipan cuando lanza alguna risita o carcajada desbocada. La primera vez, sorprende; después, se ve que son pequeñas vías de escape. Su cara se ilumina con franca sonrisa. El tercer capítulo de su historia, el que permanece aún abierto, es el que nace cuando una canción suya, Video Games comienza a sonar en una radio, luego se cuelga su videoclip en la red, y a partir de allí, el verano pasado, su nombre comienza a ser la comidilla en el cosmos virtual.

Es sólo entonces, desde ese estrellato no físico, cuando su carrera musical comienza a aparecer en un primer plano. Firma un segundo disco para una major, pero mientras tanto concede entrevistas en medios estratégicamente seleccionados donde se asoma una chica de vida y opiniones que dan indudable juego mediático. Su look, retro e ingenuamente fatal, es un aderezo perfecto para lo que unos consideran la nueva sensación del universo musical y otros no dudan en calificar de "plagio" y "montaje".

Desde entonces, su millonario álbum Born to Die no sólo es una realidad sino que devino fulgurante superventas, con mezcladas críticas valorativas sobre sus virtudes artísticas. Pero ya no había nada que pudiera frenar un fenómeno mucho más que musical, aunque también musical: el necesario contrapeso visual y estético de Rihanna y Lady Gaga, podría ser la consigna de sus hipotéticos creadores de imagen. De momento, y a pesar de su prudencia en los pasos profesionales -contadas actuaciones musicales, aparición en portadas de cotizadas revistas especializadas en moda y tendencias- que está dando, no hay duda de que la vorágine de este último año y, especialmente, su protagonismo en internet y las redes sociales le han hecho mella.

Un ejemplo. Al aparecer Born to Die en medio de una expectación desbordada, el poco amarillento New York Times titulaba "Lana del Rey es un fraude" y continuaba "empezando por su nombre falso; escuchar este disco produce el mismo efecto que su actuación en el Saturday Night Live, donde parecía una niña cantando las canciones favoritas de su abuela y vistiendo también su ropa". Pero este ejemplo se cierra con el hecho de que sólo dos meses más tarde, el mismo prestigioso rotativo le dedicara la portada de su suplemento Style.

Recibe con sus uñas interminables y un impecable "¿cómo estás?".

Estudié castellano en el colegio y vine a España por primera vez durante tres meses en el verano, en Santander, cuando tenía 15 años. Al acabar, estuvimos dos semanas viajando por el norte, a Bilbao con su gran museo-, pero, sobre todo, recuerdo que cuando llegábamos a cualquier sitio de la zona veíamos muchos soldados armados, eso me chocó mucho. Tiempo después, cuando tenía 18 años y ya vivía en Nueva York, cada día viajaba desde el Bronx, donde estaba la universidad donde estudiaba Filosofía, a mi vivienda en Manhattan y también veía en cada estación soldados muy armados. Me quedé igual de sorprendida. No sabía ni siquiera que existiesen, porque yo había vivido siempre en el campo-.

Durante su estancia en España, en aquella zona del país había actividad terrorista, se había producido un secuestro-

Sí, sí. Era entonces, hace diez años, y justo acaba de ocurrir algo muy grave, según nos contaron.

Una de las cosas que más llaman la atención de usted es la inquebrantable confianza que parecía tener en sus posibilidades artísticas. ¿Es cierta?

Cuando grabé aquel primer disco, toda ilusionada, con David Kahne, nunca pensé ni nunca dije que aquello que estaba creando llegase a funcionar, nunca. Pero tenía una intuición muy fuerte -uno de los regalos que Dios me ha dado es tener una intuición muy poderosa- y sabía que algo bueno me iba a ocurrir en este periodo de mi vida. Cada uno de mis discos lo he escrito yo sólo para mí, el resto de mi vida lo dedico y lo he dedicado a mi familia. Así que no me paré a pensar en cambiar algo, modificar mi manera de interpretar de cara a un posible segundo disco-; no, en absoluto. Tenía la certeza de que esa era la vía correcta para mí, para mi manera de ser y de percibir la vida. Hay que ver estos discos y mi carrera profesional como una continuación de la historia de mi vida, aunque con una apariencia diferente.

En esta capacidad previsora de la que habla, ¿veía que su siguiente obra, este Born to Die, iba a ser tan elaborado, en comparación con su debut?

Mmmm. Lo comenzamos únicamente con mi voz y el piano, pero luego me puse a componer en California, en Santa Mónica, en pleno verano, y me di cuenta de cómo el buen tiempo y el ambiente de allí me gustaban y me sentaban muy bien. En aquel momento pensé que quería que el sonido del disco tuviese esa sensación refrescante del verano.

¿Qué efecto produjo California a una acérrima defensora de Nueva York y su estilo de vida como es usted?

Tremendo, es verdad. El buen clima, el calor y la oscuridad calurosa tienen efectos balsámicos sobre mí. Y es curioso, porque yo había suspirado por irme del pequeño pueblo donde había vivido mi infancia para estudiar y establecerme en Nueva York. Y esa es la sensación que he tenido desde los 18 años hasta hace unos meses, hasta que comencé a grabar Born to Die y nos fuimos algunas temporadas a California. Ahora, si me lo puedo permitir, me gustaría encontrar una casa por la zona de Los Ángeles y Hollywood y mantener el otro pie en Nueva York. Eso sería ideal.

Comienza a hacerse famosa por un vídeo, se da a conocer en las redes sociales y, finalmente, llega un disco que la introduce en el universo musical. ¿Qué opina de este recorrido para ser considerada una buena artista musical?

No hay que verlo así como usted lo hace, como si fuese una sucesión lineal. Cada proceso depende de cada persona. Conozco a mucha gente que se hizo famosa con un disco en el mercado y sin ninguna presencia en internet. Pero yo he tenido éxito antes de que triunfase el videoclip de Video Games, porque ya tenía escrita todas las otras canciones. Lo que ocurría es que nadie las conocía porque no se habían podido oír: para tener presencia e influencia en los medios y en los foros has de dedicar como mínimo la mitad de tu tiempo, y eso no siempre es posible en una persona como yo, que ha trabajado mucho y ha velado por los suyos y su familia.

Así, entonces, ¿es una cuestión de calidad propia o de suerte llegar a un punto de fama como el suyo?

Otra vez depende (responde instintivamente en castellano para pasar en seguida al inglés), porque para alguna gente puede ser así pero no para mí. Nunca tuve suerte, ninguna suerte. Lo que yo hago es algo en lo que no tiene nada que ver la fortuna, sino que es algo que es interesante por sí mismo. No soy una pop star ni ninguna cosa parecida. Yo era escritora; desde los siete años he estado escribiendo novelas, sólo para mí, piezas largas. Era una verdadera escritora aunque la gente pueda decir y pensar lo contrario. En mi mente, cuando elegí la canción Video Games para rodar ese vídeo que luego se haría famoso, aquello era la continuación natural de todos esos años de trabajo y dedicación artística, y, por otra parte, ese vídeo era uno más de los siete u ocho que había hecho antes. Y no sé por qué precisamente ese vídeo tuvo tanto éxito, porque todos los anteriores tiene la misma tónica, esa misma imagen y atmósfera retro. Pero, si lo mira bien, el origen de que yo esté aquí, por ejemplo, se debe a la radio.

¿A la radio?

Sí, porque la dj Fearne Cotton comenzó poniendo en Radio 1 de la BBC la canción Video Games y se colgó el vídeo de la canción. La gente comenzó a asociar la canción a las imágenes y se extendió por la red. Aunque no tenga la importancia de antaño, la radio sigue siendo muy importante en dar a conocer tu música.

E internet es un arma de doble filo. Usted lo ha vivido.

Absolutamente. Pero si en lo más profundo de mi corazón tuviese miedo de algo, estaría muy preocupada. Yo he vivido desde muy pequeña el nacimiento y el desarrollo de internet en 1993, antes incluso de que existiesen Google o Yahoo, y siempre lo vi como un elemento unificador, como el creador de una comunidad global. Pero una cosa es ser consciente de su importancia en sí mismo y otra muy diferente considerarlo una palanca fundamental para el desarrollo y el lanzamiento de un artista. Pero yo, personalmente, no soy muy interactiva con las redes virtuales. Tengo Twitter, pero realmente apenas tuiteo; tengo Facebook, pero no hablo mucho en él. En cambio, empleo habitualmente YouTube para colgar los vídeos y demás. No sé, pero no veo las redes sociales como las plataformas ideales para dar a conocer mis canciones. Pero no me preocupa que lo que puedan decir de mí en internet pueda llegar a modificar mi carácter.

¿No? ¿No le da rabia que digan que no sabe cantar, que es un bluff, un producto mercadotécnico, que su biografía está plagada de mentiras?

Por supuesto. En este sentido he aprendido muchas cosas. No por el hecho de escribir en The New York Times lo que ahí se publique no va a ser mentira, como me ha ocurrido a mí. Pero lo que habría que pensar es, más que promulgar leyes sobre internet, abrir un debate para reformar el estado de los medios de comunicación. Que se metan con mi persona es un riesgo que ya sabes que has de correr y que se puede materializar, pero que, como es mi caso, se inmiscuyan y hablen de mi familia, que no ha hecho nada, es ya una cuestión de carácter legal. Pasa de ser una cuestión personal a un problema global que habría que atajar ya.

Algunas letras de su disco, según algunas críticas, dejan a la mujer en una situación malparada, sumisa, un objeto ante los hombres.

He leído muchas críticas en ese sentido; sé de dónde proceden, pero me da la sensación de que hay un problema de desinformación. La razón por la que compongo tal como lo hago es porque yo he hecho todo eso de lo que hablo: fui al colegio, estudié Metafísica en la universidad, apoyé a mis amigos y a mi familia, y al final del día, cuando tengo tiempo por la noche para escribir, es muy normal que escriba sobre la única cosa que me hace sentir eléctrica, que es el amor. Como trabajo tan duramente durante el día, si en algún momento me apetece ser sojuzgada y dominada por mi novio en un sentido amplio de las palabras, pienso que es una buena cosa tener esa sensación. Me gusta esa fuerza en los hombres, y quizás yo incite a que se muestren tal como son. Está bien.

La imagen que transmite se puede llamar retro. ¿Refleja su manera de ser?

Refleja exactamente como me siento. Pero ya se lo decía antes: no sé la razón exacta de por qué. En concreto, me gusta mucho el look de los sesenta, me gustan las mujeres que son realmente amables, corteses, pero también sexis y muy femeninas.

Cuando comenzaba a cantar públicamente en bares y locales desconocidos de Nueva York, ¿qué cantantes tenía como referentes?

En una primera época, Bob Dylan, sin ninguna duda. Sobre todo me influenció porque entendía la manera en que había vivido su vida, cada cierto tiempo cambiando de tarea y de sitio, sabiendo que hay un objetivo último que te da fuerza y te espera a la vez. No sé, cuando vi la película documental Don´t Look Back, de D.A. Pennebaker, sobre su vida, sentí que Dylan era mi amigo, alguien que no se preocupaba si no tenía nada porque el objetivo de su vida era la música, y en aquella época yo me sentía igual. En el terreno de las voces, mis preferidos eran Frank Sinatra, Kurt Cobain, Lil´ Wayne.

Lleva anillos, pendientes, pulseras, un collar. ¿Son joyas auténticas?

Sí, y tanto. Diamantes, una esmeralda, y este anillo doble de diamantes que me hizo un joyero de Brooklyn que trabaja mucho para las estrellas de hip-hop. No poseo muchas cosas materiales de valor, pero me encantan los diamantes, me encantan. Es importante tener un par de piedras preciosas porque atraen la abundancia a tu ser y tu vida. Cuando estás rodeada de cosas bonitas, estas atraen otras cosas bonitas a tu vida. Lo creo sinceramente.

Y luce algunas imágenes y palabras tatuadas discretamente en sus manos y brazos. ¿También son auténticos?

Sí. Aquí ve tres palabras que me gustan mucho, "paradise", "electricity" y "heaven", que son como mantras que me voy repitiendo constantemente, y aquí pone "Madeleine", por mi abuela.

¿Ninguno más? ¿Aunque no sea visible?

Aquí (señalando el perfil de una de sus manos) hay uno: "Trust no one" ["no confíes en nadie"], y aquí, el último: "Die young" ["muere joven"]

¿Morir joven? ¿por qué?

Me siento muy cansada. He vivido tantas cosas en mi larga vida, que ahora que puedo y veo que tengo tantas cosas por hacer a veces me siento incapaz por puro agotamiento. Pero la idea de morir mañana me hace sentir muy excitada y me motiva a vivir más intensamente hoy.