Belinda Washington es una mujer reidora y cercana, de la que hombres y mujeres se encariñan. Será por la sensación de familiaridad que transmite la televisión, medio donde ella ha centrado sus más de 20 años de carrera profesional. O será por su simpatía. Es de esos famosos que aguardan su turno en la cola, y raro es que no entable enseguida conversación con quien tiene al lado. Dicharachera, energética, combina, según le convenga, la guasa andaluza y la ironía inglesa, que por algo nació en Inglaterra -también vivió la familia en Suiza-, hija de un padre escocés y una madre andaluza.

Pero cuesta descubrir a fondo a esta mujer de muchas capas: es presentadora desenfadada y actriz que apuesta sobre todo por la comedia, como la obra teatral Ni para ti ni para mí, de José Luis Iborra, que estrenó en abril y con la que recorrerá -junto a su amiga Miriam Díaz-Aroca- diferentes ciudades españolas hasta febrero del 2014. También se ha preparado para papeles dramáticos, como espera demostrar en la última serie de televisión en que ha trabajado, aún por estrenar, sobre los bebés robados.

Es madre que presume de sus dos hijas -escribió un diario sobre su experiencia: El placer de las cosas pequeñas-, y le gustan desde la fotografía hasta pintar, diseñar joyas y ropa o hacer mermeladas -suele comprar libros de cocina allá adonde viaja, los fogones es una afición que comparte con su marido-. A la vez, le gusta reflexionar sobre el sentido de la vida y la felicidad y mantiene una activa faceta solidaria.

Lleva un par de décadas casada con el mismo hombre (Luis), que no es del mundo del espectáculo -"con uno basta, gracias", responde rápida cuando se le pregunta al respecto-. ¿Es que tiene el secreto para una relación larga y feliz? "No, no -asegura-, pero supongo que funcionan mucha conversación, buena comunicación, complicidad y que cada uno tenga sus aficiones".

Cree que "la suma enriquece a la pareja"; es decir, que "para que una pareja funcione mejor, siempre es importante complementarse". "En mi caso, por ejemplo -ilustra-, yo soy más conversadora que mi marido, e inquieta, soy un culo inquieto. Yo siempre digo que él me da paz y yo le doy alegría".

Le gustan los hombres como su marido. Para qué darle más vueltas. Y tanto en las relaciones personales como en las laborales, asegura: "Me gusta la gente que me lo haga pasar bien y, sobre todo, las personas auténticas, o sea, que no sean falsas, y tanto si son hombres como si son mujeres".

Es poco amiga de repetir tópicos cuando se habla de hombres y mujeres, de su química y sus desencuentros, y dice que en su vida se ha encontrado "de todo". "Yo creo -dice- que, simplemente, los hombres y las mujeres se complementan. En este sentido, aplaudo que hoy en día se valore más que el hombre también muestre su sensibilidad, que no esconda sus emociones, que no se escuche sólo a sí mismo? Hay ahora, se ve, una apertura importante en ellos en todos estos aspectos.

Antes raramente se veía a un hombre con el carrito del bebé o el de la compra, ahora es de lo más habitual. Y hombres de todos los tipos. Entiendo que es, por decirlo de alguna manera, una normalización, porque no se trata de que el hombre ayude a poner la mesa o de discutir quién de los dos limpia la casa. Compartir responsabilidades quiere decir que todo es cosa de los dos, complementarse en todos los aspectos de la vida".

"Estoy convencida también -agrega- de que las mujeres, en el papel social de madres educadoras, somos muy relevantes en esta normalización, porque se debe enseñar a los hijos e hijas que este es el camino".