Señoras, señores, quizás había llegado el momento de animar esta sección, de meter en el confesionario a alguien que abordara sin tapujos aspectos significativos y profundos sobre la guerra de sexos. Y en estas que recaló en Barcelona un terremoto llamado Caitlin Moran (Brighton, 1975), la escritora y periodista del mechón blanco que ha entremezclado la autoficción y el posfeminismo con una mirada desternillante y gamberra en 'Cómo ser mujer' y el reciente 'Cómo se hace una chica' (ambos de Anagrama).

Con medio millón de seguidores en Twitter, ganadora de premios a la mejor columnista, crítica y entrevistadora de Gran Bretaña, Moran es procaz sobre el papel y payasa en persona, pero con frecuencia utiliza el humor -dirigido en primer lugar hacia sí misma- como una bazuca contra la estupidez colectiva y las desigualdades de género. Cuanto menos supone una iniciativa coherente preguntar sobre el otro sexo a alguien que en su obra se ha interrogado de forma repetida sobre cómo ellas deberían tomar ejemplo de ellos.

En 'Cómo se hace una chica' dice: "He leído muchas veces la locución ´un hombre hecho a sí mismo´ (€) no nacido de mujer, sino creado mediante alquimia, a base de fuerza de voluntad, por él mismo. Eso es lo que quiero ser: una mujer hecha a sí misma. Quiero conjurarme a mí misma, a partir de cualquier cosa que vea chispeante y que se mueva deprisa. Quiero ser mi propia creadora. Voy a engendrarme a mí misma".

Bueno, miss Moran, usted que ha analizado a los hombres con la mirada curiosa de la entomóloga enviada a tierras exóticas, ¿qué es lo que le ha sorprendido más de su naturaleza? "Su capacidad de ver Jungla de cristal un número de veces con tendencia al infinito", responde, lo que recuerda a las maratonianas sesiones de 'Star Trek' de la tribu de 'The Big Bang Theory'. De poder agenciarse un rasgo masculino, asegura que "me encantaría lucir un mostacho como el de Mr. Pringles (la marca de patatas). Ahora que lo pienso€ Casi se puede decir que ya presumo de uno igual".

Si esperaban que, a la pregunta de qué les convendría a los hombres aprender de las mujeres, la escritora diera un vuelco filosófico-trascendente, andaban equivocados. "Nosotras somos capaces de flotar sobre la taza de un váter durante tres minutos y se nos llama sexo débil. Me gustaría verlos en esa tesitura". Sin embargo, Moran agradece ciertas recompensas de su trato con los hombres. Como haberla dotado de las herramientas para "mantener una larga conversación sobre en qué canción los Beatles lograron su mejor armonía (por cierto, fue en la coda al final de Because)".