Los lectores de la serie criminal de Camilla Läckberg han de ser muy crédulos para aceptar que Fjällbacka, el pueblecito de la costa sueca que la vio crecer y en el que ambienta sus libros, es un imán para todo tipo de seres malvados y episodios de gran crudeza.

Pese al abanico de hombres que han visto manchadas sus manos de sangre en un ciclo literario que ha superado los doce millones de ejemplares vendidos en más de cincuenta países, piensa que muchos de ellos están salvajemente conectados a sus emociones. El ejemplo más claro lo tiene en casa. “Mi actual pareja es luchador profesional y, de los dos, es el más tierno con diferencia”, comenta.

“Uno de los aspectos que más me sedujeron de él es que detrás de esa fachada de testosterona había un individuo lleno de sensibilidad, que no temía mostrar su lado más afectuoso ni llorar si lo necesitaba”. Läckberg ya estuvo casada con un agente de policía y modelo que ganó la edición sueca de Supervivientes.

¿Es costumbre que los aparentemente más machos de su país se revelen unos corderitos en la intimidad y roben el corazón a la gente de la cultura?. "No puedo hablar por el resto, pero le diré que, al contrario de lo que se piensa, la sociedad sueca no está tan avanzada en el reparto de las tareas del hogar y del cuidado de los hijos. A buena parte de los hombres de mi país les falta involucrarse en la crianza de su descendencia. Si fueran conscientes de la gran recompensa que brinda, lo harían más”, comenta esta madre de tres hijos de dos parejas distintas.

Camilla Läckberg envidia de los hombres “esa capacidad para desconectar y disfrutar del tiempo libre a tope. Nosotras queremos tenerlo todo controlado. No se acaba el mundo si están los platos por fregar, las camas por hacer o la nevera por llenar. Yo sería más feliz soltando los lastres cotidianos y abandonándome al ocio sin culpabilidad. A mi cerebro, sin embargo, le cuesta horrores relajarse, dejar de preguntarse si los niños habrán hecho los deberes y si tendremos algo para cenar”. Asegura que agradece que sus amigos sean más transparentes y directos que las amigas. “Saben mostrar de forma más palmaria lo que les gusta y lo que odian de mí. Y eso me lleva a confiar más en ellos”.