Nacida en Vitoria hace 36 años, fue cuatro veces olímpica en el ámbito de la gimnasia rítmica y en la actualidad diversifica su actividad como escritora y actriz. Es la autora de la serie de cuentos 'Olympia' y debuta en el teatro con 'La cocina', a las órdenes de Sergio Peris Mencheta.

¿La disciplina del gimnasta es útil para afrontar estos retos?

El deporte forja un modo de afrontar las situaciones, muy útil para otros campos de tu vida. Pero además me he estado formando como actriz. Cuando era gimnasta era una niña ingenua enfrentándose continuamente a la dificultad; ahora soy adulta y eso no ha cambiado.

¿Qué hay de cierto en la leyenda negra de la gimnasia rítmica?

Ya no es como antes; los modos soviéticos están obsoletos. Han mejorado los entrenamientos y la nutrición. Me enorgullece haber sido partícipe de esa evolución; haber demostrado, por ejemplo, que tener pecho hace la gimnasia más bonita, porque es más natural.

¿Para qué le ha servido ver mundo a través de las competiciones?

Para tener una visión más amplia. En Bulgaria había cucarachas en el hotel, en Rusia el tapiz era tan duro que entrenar sobre él nos causaba moratones. He estado en lugares donde sólo había agua potable los jueves. En España no nos valoramos. Siempre partimos de cero.

En la obra La cocina, gentes muy diversas tienen que convivir...

Es que no queda otra. Se desarrolla en la posguerra, pero es extrapolable. Cada persona es un mundo y trae su herencia, su ideología, sus experiencias. La empatía es lo que nos permite adaptarnos al medio.

¿Cómo vive su debut teatral?

El proceso ha sido tan fluido que, a la que me he dado cuenta, se levantaba el telón. Lo del trabajo en equipo lo entiendo muy bien.

¿Coincidió con su marido, Christian Gálvez, en el doblaje de Cigüeñas?

No hubo esa posibilidad. Él hizo lo suyo y yo lo mío. Siempre pensé que si tenías que pisarte el diálogo con alguien lo tendrías delante. Pero no.

No todas las parejas tienen grabado su primer encuentro€

Nosotros, sí. Fue en Pasapalabra. Se veían nuestras primeras miradas; el nerviosismo... Él se olvidó del guión.

¿Es su álter ego Olympia, la protagonista de sus cuentos?

Bastante. Ella piensa que los demás son mejores, hasta que descubre que ella también es única. Si soy referente para alguna niña, no será por mi paso por la competición, sino por lo que aprendí al practicarla.

¿Por ejemplo?

Imagina dos mazas en el aire. Si pierdo una de vista, la otra se cae: No puedes centrarte sólo en lo tuyo; la mirada debe ser más amplia.

¿Cómo es su despacho?

Muy dinámico y ordenado. Hay muchas cajas, rosas y blancas, cuentos de Olympia, el maillot con el que me retiré y un vinilo del Ponte Vecchio que ocupa toda la pared; a Christian y a mí nos encanta Italia.

¿Su velada perfecta?

Una buena cena con mi marido después de la función. En el equipo nacional de gimnasia no comía porque allí eso no se hacía, salvo chucherías a escondidas. Ahora me gusta comer bien y cocinar.