Tras dieciséis años de carrera, cuatro candidaturas al Goya y una estatuilla por 'Celda 211', la intérprete donostiarra, de 38 años, vive un momento especialmente dulce. Al éxito de su participación en la serie 'Sonata del silencio' y en el fi lm 'El hombre de las mil caras', se suma ahora la esperada adaptación al cine del best seller 'El guardián invisible'.

-¿Qué hace para que le caiga un buen personaje tras otro?

-No me lo puedo creer. Representar a esta policía que tantos han imaginado con otros rostros quizá, mientras leían las novelas de Dolores Redondo, y disfrutar de esa mezcla entre fuerte y frágil que me apasiona. Es dura, pero como le pasó en la infancia aquello tremendo que no debo contar€

-¿Le agobia pensar que cada lector se ha hecho su idea sobre cómo es?

-No, si hubiera ido por ese camino, me hubiera paralizado. En la película está la esencia de una novela de éxito de 500 páginas contada con otro lenguaje. Es decir, lo que se narra en 10 hojas, en pantalla puede durar segundos.

-Ha interpretado a más de 40 mujeres. ¿Orgullosa?

-Y feliz. Siempre quise ser actriz. Soy feliz rodando o en un escenario representando buenas historias que conmuevan, diviertan o hagan reflexionar.

-¿El actor debe tener compromiso social?

-enemos la responsabilidad de acercar al público buenos textos e historias que nos hagan crecer. Son herramientas para conocer otras maneras de vivir y pensar. El cine y el teatro son mucho más que simple entretenimiento.

-¿Cómo ha logrado esquivar los personajes de mujer florero?

-No los elijo. No me interesan. Y eso que el 90% de los personajes que tienen recorrido son masculinos, y la chica siempre es 'la chica'. La realidad no es así; es justo al contrario. El hecho de que la mujer haya estado en la sombra durante siglos hace que sea terreno abonado para el conflicto, que es lo que nutre las historias. Y sus estrategias suelen ser más interesantes.

-¿Qué se ha dejado en el camino?

-Seguramente, mucha ingenuidad e inocencia, pero creo que he ganado algo en conocimiento del medio (risas). En todo caso, estoy lejos de la sabiduría.

-¿Dónde prepara sus personajes?

-En un lugar con intimidad, silencioso, donde no me dé pudor probar a llevar determinadas escenas al límite de varias maneras por ridículas que puedan parecer. Suelo hacerlo en casa.

-¿Cómo es su hogar?

-Es un ático con mucha luz y silencio. Hay quien opina que dos horas sin escuchar nada equivalen a ocho de sueño. Me encanta la música, me conduce a ciertos estados emocionales, pero a menudo necesito el silencio. En casa y en mi vida.

-¿Y qué le enfada?

-Sobre todo, el 'y tú más'. O lo que es lo mismo: 'Yo he sido un canalla, pero tú más, así que calladitos estamos mejor'. Es una actitud infantiloide y pueril que nos paraliza. La impunidad me enfada muchísimo. Que existan dramas como el comercio sexual con seres humanos, por ejemplo, me ofende y avergüenza.

-¿Recurre a buenos recuerdos en los malos momentos?

-Claro. Tengo uno de infancia recurrente: mi abuelo riendo mientras bailo frente al espejo una canción de Michael Jackson. La infancia es un lugar maravilloso al que volver; lúdico, bonito y amoroso. Y ahora apenas me miro al espejo; no me gusta mucho verme. Lo que son las cosas.

-¿Su gran afición?

-Adoro la danza. Me siento libre expresándome a través de ella.

-Si se pierde ¿Dónde la podemos buscar?

-El la playa de La Concha o las Baleares. El mar me da paz.