Aunque habla compungido de los primeros años de su ya larga carrera, a Alec Baldwin (Amityville, Nueva York, 1958) no le ha ido nada mal. En su haber solo tiene una nominación al Oscar en el 2004 por 'The Cooler', pero ha ganado tres Globos de Oro y dos Emmy por su labor en 'Rockefeller Plaza', serie que resucitó su carrera. Es cierto que de esa etapa inicial sólo se puede rescatar 'Bitelchús', pero en los últimos años ha trabajado en 'El aviador' e 'Infiltrados', de Martin Scorsese; en 'A Roma con amor' y 'Blue Jasmine', de Woody Allen, y en 'La excepción a la regla', de Warren Beatty. Eso, sin abandonar el cine comercial con 'Misión imposible: nación secreta' o la última 'Torrente' junto a Santiago Segura.

En los últimos meses, Baldwin se ha convertido en la gran figura de la tele norteamericana por una razón impensable: con su memorable imitación de Donald Trump en 'Saturday Night Live', el actor se ha transformado sin quererlo en un referente político en Estados Unidos. Hasta el Trump de verdad, antes de ser elegido, le dedicó uno de sus exabruptos, prueba de la efectividad de la sátira. "Anoche vi el acoso y derribo sobre mí en 'Saturday Night Live'. Es hora de retirar ese show aburrido y sin gracia. El retrato de Alec Baldwin apesta. Los medios están amañando las elecciones". Además de ponerse en la piel de Trump, algo que acabará en algún momento, confiesa, el actor presta la voz al personaje principal de 'El bebé jefazo', ya estrenada en España en abril, y ha escrito un libro de memorias, 'Nevertheless', donde repasa su carrera.

"Si fuera presidente, querría que la gente se concentrara en lo suyo y sintiera mi respaldo. Trump ha hecho lo opuesto: solo se ha ocupado de los intereses de los que le pusieron en el poder"

Pregunta: Interpreta a todo tipo de jefes, incluidos los de Estado....

Respuesta: Es difícil decir cuándo crucé esa línea en la que empecé a interpretar al jefe duro. Muchos actores exitosos, como Tom Cruise o Tom Hanks, no quieren encarnar a esa gente con valores negativos. Quieren hacer de héroe, alguien con quien la audiencia se identifique. Cuando te conviertes en la persona que hace esos papeles, nunca te van a faltar ofertas. Todo el tiempo me lo están proponiendo... aunque mi papel soñado sea Boo Radley, el personaje de Robert Duvall en 'Matar a un ruiseñor', alguien dulce y vulnerable.

P.: Ya que ha hecho 'El bebé jefazo', ¿cómo se imagina a Donald Trump cuando era bebé?

R.: Supongo que era un bebé muy triste, o todo lo contrario, muy feliz. Y luego algo ocurrió, como con Rosebud en 'Ciudadano Kane'. Todo era felicidad y alegría y de golpe se terminó por alguna razón. Y él no estaba listo para ello. Por eso se lanzó a construir Xanadú y a perseguir sus sueños a través del dinero y el poder. Es cierto que los norteamericanos siempre nos hemos obsesionado con todo aquel que llega a la Casa Blanca, pero nunca he visto nada como lo que está pasando con Trump. Hay muchas cosas que podría decir con respecto a sus políticas, pero creo que lo que más importante que hace el presidente es establecer el tono de su gobierno. Uno esperaría que él ayudase a que la gente se relaje y se concentre en sus propias vidas.

P.: ¿Qué quiere decir?

R.: El gobierno tiene sus responsabilidades, y si yo fuera presidente, querría que la gente se pudiera concentrar en lo suyo y que sintiera que les respaldo. Mi trabajo sería lograr que la gente se pudiese ir a su casa y ocuparse de ser buenos padres mientras yo me preocupo de que todo funcione bien. Eso es para mí el gobierno. Pero Trump ha hecho lo opuesto. Sus propios seguidores viven con tensión, miedo y dudas. No les ha dado una sola dosis de seguridad y sólo se ha ocupado de los intereses creados de los que lo pusieron en el poder para llenarse los bolsillos gracias a él. Todo pasa por las ventas. Insisto, yo nunca he visto nada igual. Ha habido presidentes norteamericanos que han tenido una luna de miel muy corta, pero nunca vi a uno que no la tuviese. Desde el momento en que abrió su boca en el discurso inaugural, fue como con el aire que se escapa de un globo.

P.: Una imagen muy gráfica.

R.: Me parece asombroso lo que pasa desde entonces. Dudo un poco antes de hablar, porque vivo en un mundo en el que todos asumen que soy diez veces más rico que la mayoría de la gente. Si digo algo en defensa de los combustibles alternativos y en contra de los tradicionales, los que trabajan en esa industria van a preguntar qué tipo uso en mi avión privado. Yo puedo contar con los dedos de las manos las veces que he volado en avión privado, pero igualmente piensan que soy un hombre blanco y rico al que Trump defiende sus intereses. ¿Puedo sentirme bien en una sociedad en la que yo estoy bien pero los demás no? No es algo que me haga feliz. Creo que escogimos a la persona equivocada.

P.: ¿Siente que el humor puede ser una forma de resistencia?

Mucha gente me dice que sí y me lo agradece, pero no lo veo así. Creo que hay otros que lo hacen por esa razón y no me parece mal, pero en mi caso solo me interesa entretener. Hubo quien se me acercó después de las elecciones y me preguntó si me sentía responsable de que Trump hubiese ganado. Pensé que era una broma y me explicaron que lo había humanizado, algo con lo que tampoco estoy de acuerdo. El objetivo es hacer reír a la gente, y la mayoría me lo ha sabido agradecer. Me dicen que les ayuda a sobrevivir esta época terrible. Pero no uso el humor para combatir, sino para dar a la gente un respiro.

"Mucha gente me dice que el humor es una forma de resistencia, y lo agradezco, pero no lo veo así. Yo no lo uso para combatir, sino para dar un respiro a la gente"

P.: La cosa es que Trump ganó...

R.: Al final ganó por varias razones, y si los rusos hackearon las elecciones, no lo sé. Pero Hillary Clinton estuvo lejos de ser la mejor candidata, no hizo la mejor campaña. Inexplicablemente guardaron a su marido, tal vez querían que ella destacara por mérito propio. Tampoco entiendo por qué los republicanos no eligieron a un candidato mejor. Hace un tiempo coincidí con Mitt Romney en Utah. Me acerqué a él, y bromeando me dijo que no nos sacáramos una foto juntos porque no le convenía. Nos reímos, hablamos durante cinco minutos y fue todo muy agradable. Cuando se fue me pregunté: ¿por qué no es él nuestro presidente? Creo que hubo fuerzas interesadas en elegir a Trump y aún no sabemos la razón.

P.: ¿Cómo son ahora los almuerzos familiares con su hermano Stephen?

R.: La verdad es que no nos hemos reunido desde las elecciones. Stephen probablemente almuerza con otra familia, en la torre Trump. Él entra dentro del perfil de cierto tipo de votante, nunca terminó la universidad y ciertamente es alguien que quería un gobierno de estas características. Él es parte de una multitud que busca respuestas fáciles, no les interesan las medias tintas, quieren absolutismo y medidas duras. Buscan respuestas fáciles a las preguntas urticantes que nos inquietan a todos. Cosas a las que este país se enfrenta de la misma manera que lo hace el mundo a una escala global. Los norteamericanos hoy están renunciando a muchas cosas. Trabajan muy duro, casi no tienen vacaciones y se agotan para alcanzar el nivel de vida que tienen. Pero este gobierno va a tratar de convencer a la gente para que renuncie a esa calidad durante un tiempo, diciéndoles que hay que equilibrar el presupuesto, mejorar la salud pública y crear cierta infraestructura. Pero los norteamericanos no están dispuestos a hacer eso. Quieren seguir disfrutando de sus privilegios, seguir siendo la policía del mundo, con un ejército siempre dispuesto a intervenir en las cuestiones internas de otros países. Quieren todo eso y a la vez pagar menos impuestos. Un alto nivel de vida, militarización, impuestos bajos, todo lo cual explica por qué como país estamos tan endeudados. Sería maravilloso contar con un liderazgo político que ayudara a los norteamericanos a entender dónde estamos y a lo que nos enfrentamos. Y qué es lo que necesitamos para sobrevivir.

P.: ¿Dónde están, según usted?

R.: Estamos en un momento en que bastan tres o cuatro equivocaciones para que nuestra grandeza quede en los libros de historia. Entonces evolucionaremos para convertirnos en una nueva Inglaterra, o cualquier otra potencia mundial después de haber perdido su posición de liderazgo. Tal vez el destino de EE.UU. sea ese. Y tengo que aclarar que la única razón por la que yo quiero que siga siendo el líder es porque si pierde esa posición, será otro país el que la ocupe. No estoy muy seguro de si quiero que haya otro país como gran potencia mundial.

P.: ¿Cuándo supo que podía imitar a Trump?

R.: Nunca lo supe. Fue como saltar de un precipicio. Tuve una reunión con (el productor) Lorne Michaels, me pidió que lo hiciera y le dije que no. Fue una historia muy loca, porque yo estaba comprometido con una película. Iba a rodar 'Shock and Awe', de Rob Reiner, con Woody Harrelson, pero algo pasó con mi contrato. Todo se pospuso, lo que suele pasar en el cine que se hace hoy. Antes, Lorne me dijo que si iba a filmar en Nueva Orleans, me enviaría un jet privado para llevarme todos los fines de semana a Nueva York. Yo pensé que de esa forma nunca iba a ver a mis hijos, que iría de estudio en estudio y que esa no es mi vida, porque yo estoy muy pendiente de mi mujer y de mis hijos. Le dije a mi agente que le explicara a Lorne que no iba a poder hacerlo. Pero poco después se cayó la película, luego la levantaron y la rodaron, pero me quedé fuera.

P.: Y dijo que sí.

R.: Sí, así fue como finalmente acepté la propuesta de Lorne. Cada vez que salgo al escenario a interpretar a Trump, Lorne se me acerca para estrecharme la mano y me dice en tono divertido: "Podrías estar haciendo la película de Rob en este momento. Si quieres, renuncias y te vas a filmar a Nueva Orleans". Siempre se burla de la mala decisión que estuve a punto de tomar.

"Al principio no trabajé para tener una buena carrera. Cuando miro hacia atrás y reviso esos 35 años, veo que fui mi peor enemigo"

P.: ¿Cuál es la clave para imitar a Donald Trump?

R.: Vi muchos vídeos y también le conozco personalmente. Pero yo no soy un imitador por naturaleza. A veces imito a la gente que me fascina. He visto a De Niro miles de veces, a Al Pacino, a Tony Bennett, y por eso les imito y es mi forma de adorarles. Ese no es el caso de Trump. Le estudié un tiempo y eso fue todo. Cuando vas a salir al escenario de 'Saturday Night Live', hay una persona que te lleva por los pasillos en la oscuridad, para que la audiencia no te vea. La verdad es que mientras él me llevaba por allí, todavía no sabía que era lo que iba a hacer. A mí me había llamado la atención la forma en la que pone la boca cuando habla, pero no estaba seguro de que con eso alcanzase. Agregué la forma de hablar, que es muy característica, y luego la peluca, que ayuda a crear un parecido.

P.: Y luego está el guión.

R.: Yo no lo escribo, lo hacen Chris Kelley y Sarah Schneider, que son los guionistas principales del programa. Al igual que en Rockefeller Plaza, soy el que se beneficia con los buenos guiones. La gente ve a Trump como alguien alegre y juguetón, pero yo no comparto esa mirada. Prefería presentar a alguien, sin exagerar, que fuera un poco maldito. Es alguien que aún cuando no gana no está feliz. El gran misterio para mí es que desde que ganó las elecciones, y esto lo digo sin ninguna intención política, no cambió para nada. Esto lo digo como actor que estudia a otras personas. En los deportes, si boxeas, si juegas al fútbol, o al rugby, si aplastas a tus rivales, luego les das la mano y te vas a tomar una cerveza con ellos. Pero con Trump no hubo nada de eso. Ganó y siguió mostrándose amargado y miserable, de la misma manera que lo era antes, lo cual de verdad me intriga. Eso es algo que trato de incorporar a mi interpretación. Hago de un hombre que se ve miserable pase lo que pase.

P.: ¿Cómo hace para interpretar a alguien que detesta?

R.:Tengo que aclarar que no le odio. Nunca me pongo a hablar de él cuando nadie me escucha. Me entristece que él sea presidente, porque, como dije, no creo que sea el mejor que podemos tener. Los republicanos tenían tres o cuatro candidatos que lo hubieran hecho mejor, pero nunca he visto a nadie que cree tanta atención como él. La gente que me rodea habla de él día y noche. Yo comparo lo que está pasando con la mentalidad de desastre que se vivía en Nueva York después del 11-S. Nunca he visto a mis conciudadanos tan tristes desde entonces. Me atrevería a decir que cuando se les dijo a los neoyorquinos que Trump había ganado las elecciones, la reacción fue la misma que si les hubiesen anunciado que un meteorito iba a impactar cntra la Tierra. Y es que con Trump siempre hay algo peor que está por venir.

P.: ¿Ha tenido algún contacto con él desde que ganó?

R.: Por supuesto que no. Nunca fuimos amigos. Vamos, le he visto en algunas fiestas, porque los dos vivimos en Nueva York. No puedo decir que en la sociedad neoyorquina Trump fuera el hazmerreír, porque ganar mucho dinero sigue siendo muy importante para la gente que vive allí. No importa como lo logres. Y entre los titanes de la industria y los multimillonarios que viven en Nueva York, él es uno de los que mas dinero han ganado. No importa si es tanto como él dice, es un empresario muy exitoso. Por eso la gente le apreciaba. Pero nunca fue un invitado de honor, no es alguien que la gente quisiera tener en sus fiestas. Él vivía en una burbuja, rodeado por un grupo muy pequeño de su gente y por su familia. Llegaba a las fiestas, se tomaba una foto y se iba, eso era todo. Era una figura furtiva en Nueva York. Yo me lo encontré un par de veces, se tomó una foto conmigo y eso fue todo. Tiene un grupo muy reducido de amigos, y nadie sabe realmente quiénes son. Esa es la razón por la que ganó, porque su talento fue que pudo convencer a buena parte de los norteamericanos de que es el empresario brillante que aparece en su programa de tele­visión.

P.: ¿Se refiere a 'The Apprentice'?

R.: Sí, tuvo ese programa durante muchos años, fue un gran éxito y es mucha la gente en EE.UU. que cree que ese es Donald Trump. En cambio, en Nueva York todo el mundo sabe que heredó una empresa de su padre y que la hizo crecer. Nunca nadie buscó su compañía en la ciudad. Y cada vez que hablé con él, fueron conversaciones muy rápidas e intrascendentes. No le conozco a nivel personal.

P.:Ahora que se ha convertido en el otro Donald Trump, ¿cómo ve el futuro de su carrera?

R.: No me puedo imaginar haciendo esto durante mucho más. Acabo de sacar un libro sobre mi vida, voy a hacer otro sobre la parodia de Trump con Kurt Anderson, y creo que si las cosas siguen su curso como se han dado hasta ahora, vamos a llegar a un punto en que todo esté más allá de la sátira. No quiero comparar el Gobierno de Trump con el Holocausto, pero ciertamente nadie puede burlarse de los campos de concentración. Yo creo que va a llegar un momento en que la situación no dé para que nos riamos de ella. La gente va a preocuparse mucho por lo que esté pasando y no le verá nada de divertido. Voy a darle un ejemplo. En Los Ángeles, cuando vine por primera vez, a nadie se le podía ocurrir vivir en el centro. Era preferible vivir en la Luna antes que hacerlo allí. En aquel entonces se podía ver la polución sobre la ciudad. Era algo absolutamente horrible. Pero luego el estado de California intervino y en una jugada histórica puso una serie de controles a las emisiones de los automóviles. Aunque el problema no se ha resuelto, el aire hoy es mucho mas limpio. Eso ha llevado a mucha gente a mudarse a las áreas de la ciudad que antes eran consideradas invivibles. Pero las políticas de Trump intentan revertir todo eso. Él quiere liquidar todos los controles sanitarios y todo lo que nos ha hecho avanzar en el plano ecológico. Los norteamericanos están muy divididos, pero un buen número de ellos se toma los controles ecológicos muy seriamente. Cada vez que reciclas una botella, ¿estás solucionando un problema? A lo mejor no, pero al menos sientes que lo estás haciendo, que eres parte de la comunidad y estás contribuyendo al bienestar general. Y no hablemos del fracking. Dicen que todos los terremotos en Oklahoma se originan en el fracking. Y ahora que Trump es presidente, habrá carta blanca para seguir haciéndolo. Al menos, espero que Dios nos oiga e impida que tenga un segundo mandato...

P.: ¿Qué fue lo mas duro de revisitar su vida en su libro?

R.: Yo traté de incluir en el libro lo bueno y lo malo, lo dulce y lo agrio, besar y abofetear de manera igualitaria. Allí hablo de lo glorioso que es estar en esta industria por la gente que conoces, algo de lo que tengo ejemplos muy vívidos. Pero hay un par de personas con las que he trabajado a las que golpeo bastante. Diría que de lo que más me costó fue hablar de mi carrera. El libro busca narrar cómo me fui de un hogar en el que crecí sin dinero, obsesionado con encontrar la forma de ganarlo. Eso es lo que tendría que haber hecho, ir a Wall Street en lugar de tener una carrera creativa. Porque cuando haces algo vinculado con el arte y a la vez quieres ganar dinero, pronto te das cuenta de que las dos cosas no van de la mano. Por lo tanto, en un principio yo no trabajé para tener una buena carrera. No hice lo que tendría que haber hecho para lograrlo.

P.: ¿A qué se refiere?

R.: Cuando miro hacia atrás y reviso esos 35 años, me resulta muy doloroso comprobar que yo fui mi peor enemigo. Daniel Day Lewis hace una película cada tres años y eso le permite existir en su isla de creatividad. Por eso todo el mundo en esta industria lo idolatra como si fuese un dios. Gary Oldman suele ser también muy ecléctico e inteligente en sus decisiones. Me pidieron que le entregara un premio unos años atrás y pasaron una selección de escenas en las que participó, y a todo el mundo se le cayó la mandíbula viendo los registros que tiene como actor. En mi libro hablo mucho sobre eso y sobre las experiencias poco agradables que he tenido, lo que he aprendido y que nunca supe cómo encauzar mi carrera. Pero así es como se dieron las cosas.

La sátira de Alec Baldwin en el 'Saturday Night Live' es tan mordaz que ha sacado de sus casillas a Trump en varias ocasiones. En una, antes de ser elegido, tuiteó: "Anoche vi el acoso y derribo sobre mí. Es hora de retirar este show aburrido y sin gracia. El retrato de Alec Baldwin apesta". En otro tuit, ya como presidente electo, insistió: "Intenté ver 'Saturday Night Live', imposible. Totalmente parcial, sin gracia y la imitación de Baldwin no puede ser peor. Qué triste".