La capacidad de trabajo y la visión de futuro son dos de las cualidades que han hecho famoso a este diseñador de moda de origen y nombre francés, aunque nacido en el Véneto italiano, que, entre otras cosas, está considerado el creador de los conceptos unisex y prêt-à-porter. De hecho, su atrevimiento para proponer una colección de ropa de diseño que pudiera producirse en serie –y que presentó en 1959 en un desfile en los grandes almacenes Printemps de París– le valió la expulsión de la sacrosanta y elitista Chambre Syndicale de París, que reunía a los modistos de alta costura (en la actualidad, los incluye a todos). También se le adjudica la idea de hacer una ropa tan válida para hombre como para mujer y que adoptaría el título, todavía hoy usado, de unisex.

Pierre Cardin, nacido en 1922, se instaló en la capital francesa a los 23 años y estudió Arquitectura antes de que se le despertara la vocación por la moda. Trabajó en talleres tan prestigiosos como Paquin, Schiaparelli y Christian Dior, hasta que decidió fundar su propia firma en 1950 tras haber solicitado un puesto en Balenciaga, para el que fue rechazado hasta tres veces, afirma la leyenda.

Lo que pronto distinguió al joven creador fue su espíritu visionario. Sus propuestas tenían siempre un aire futurista. Era absolutamente partidario de las líneas rectas y limpias, muy arquitectónicas, y de la ausencia de ornamentos innecesarios. Sus vestidos burbuja causaron sensación, aunque nadie les viera un sentido demasiado práctico, como ocurría con otras de sus propuestas. Pero siempre resultaban sorprendentes e innovadoras. Lo que no deja de ser una contradicción, porque si hay un costurero que haya pensado en la vertiente funcional de la moda es, sin duda, Pierre Cardin. De hecho, fue también pionero en una práctica ahora habitual pero que no lo era tanto cuando, en 1968, aceptó aplicar sus ideas de moda a una vajilla de porcelana, y a principios de los 70, hizo los acabados interiores de más de 4.000 de los coches AMC Javelin. Su nombre no tardó en verse asociado, a través de la concesión de licencias –otra novedad–, a todo tipo de objetos, desde ropa de cama a toallas o paraguas.

Tal vez demasiado fiel a su estilo, la colección que presentó en Barcelona tenía los rasgos de las que a lo largo de las décadas de los 60-70, su momento de esplendor, le convirtieron en un símbolo de la modernidad. La compra del mítico Maxim´s de París o la creación, en 1970, del Espace Cardin, que reunía salas de exposiciones, cine y teatro con un restaurante, otra de sus ideas visionarias, se cuentan entre sus muchos logros.

Diez alumnos de otras tantas escuelas de diseño de moda tuvieron el privilegio de recibir una pequeña lección de moda de boca de todo un experto. El famoso modisto fue comentando uno por uno, en un francés salpicado de un rudimentario español y con mucho sentido del humor, los modelos que habían realizado los mejores estudiantes de cada centro como trabajo de fin de curso. Dejó claro Cardin que no iba a ser complaciente con los alumnos: les sería mucho más útil para su futuro una crítica constructiva. De sus palabras pudieron deducir los estudiantes cuyo trabajo juzgaba y los muchos que llenaban la sala donde tenía lugar la clase magistral que al diseñador le gustan las líneas sencillas y los conceptos claros. "La vida moderna exige rapidez y movimiento, y estas prendas son más un disfraz que un vestido", decía a un alumno. "Es poco práctico para la vida cotidiana, pero tampoco es un traje de noche". Valoró el creador los modelos de líneas limpias, el tratamiento de algunos materiales y detalles de creatividad. Mientras trataba de inculcar a los presentes aquello de que, en moda, menos es más.

El estilo que hizo famoso a Pierre Cardin se sigue reflejando fielmente en sus colecciones actuales. Siempre en colores lisos, con predominio de los primarios, la propuesta de Cardin pone especial atención en los materiales y en detalles, no demasiado funcionales a juzgar por las dificultades que mostraban las modelos para caminar con ellos. En la colección masculina se muestra más comedido y convencional, aunque hay algún toque de modernidad destinada a un público más joven. En los complementos, como tocados y bolsos, es donde más dejar volar la imaginación