Inés Figaredo, la diseñadora asturiana que sedujo a Lady Gaga con sus bolsos surrealistas, presentó ayer en París su última colección, que combina el pelo humano y las prótesis dentales con la piel de iguana, los cristales Swarovskiy el oro. «Es una colección muy humana,desde el punto de vista tangible», explicó a Efe.

Como las obras de arte, sus piezas interpelan al espectador, ya sea produciendo admiración o rechazo, porque, como ella misma asegura, «detrás de cada bolso se esconde una intención».

El bolso «Cabeza», en su versión calva o en la que está cubierto con pelo humano, está salpicado de ojos de cristal de diferentes tamaños y colores con párpados bañados en oro.

En una colección que se llama «Feelings» («Sentimientos») no podía faltar un corazón. En este caso está roto y cada hendidura deja al descubierto el rojo interior, pero cuenta con una tirita, un donuts, unas palomitas y una claqueta, en referencia al cine, como herramientas para curarlo.

Los dientes dorados de la serpiente que recorren el bolso «Veneno» han mordido a un individuo cuya cabeza herida cuelga en miniatura. En la otra extremidad del objeto una jeringuilla bañada en oro aporta el antídoto para evitarle la muerte.

Una de las piezas más llamativas, tanto en términos artísticos como funcionales, es la que representa a una muñeca de tela maniatada, encerrada en una jaula bajo la que se pueden guardar los objetos personales que se quiera tener cerca. «Vamos al origen de las cosas,a lo literal, a lo obvio, con un significado muy profundo», cuenta Figaredo a propósito de unos diseños que exploran el interior humano, desde el exterior.

Un sobre de piel, recorrido por una pluma de escribir dorada, representa la escritura como vía para dar rienda suelta a los sentimientos, mientras que seis caras declinan diferentes emociones en otro bolso.

Esta temporada, Figaredo lanza una nueva versión de su célebre bolso «Calavera», el más apreciado por Lady Gaga y que también portaba la actriz Rossy de Palma en el cóctel que se celebró en el Hotel Bristol de París. En esta ocasión, la diseñadora recubrió el cráneo bañado en oro con 14.000 cristales Swarovski y mantuvo la articulación de la mandíbula y las prótesis dentales auténticas. Es el más caro de una colección que oscila entre los 600 euros y los 6.900 euros.

La diseñadora confesó que en los últimos dos años y medio avanzaron de forma «muy silenciosa», con un trabajo «muy arduo y muy solitario» que les permitiera afianzar unas bases. Ahora que vende en mercados tan diferentes como Japón, Rusia, Italia, China o Estados Unidos, además de España, ha decidido a dar el salto a París para ampliar sus horizontes