La reinvención de los clásicos a través de los detalles fue el objetivo hoy de la enigmática Maison Martin Margiela y de la tradicional Cerruti, que compartieron cartel en la Semana de la Moda Masculina de París con Givenchy y Juun J.

Maison Martin Margiela se divirtió con el efecto trampantojo que produjeron algunas de sus prendas, como la capa larga de la que colgaban mangas de abrigo, con una colección de otoño-invierno que fue presentando su apuesta por la innovación de forma progresiva.

Los elegantes trajes de chaqueta y pantalón inauguraron la presentación, que fue deconstruyéndose a medida que pasaban los modelos para terminar incorporando armaduras futuristas y abrigos de pelo.

En la próxima temporada de frío, el hombre de Margiela vestirá pantalones con pinzas y sin cinturón, botas militares, cuero rígido y tejidos ingleses.

La camisa ostentará pechera o jugará a convertirse en cazadora, los bolsillos sobresaldrán del interior del gabán, y la capucha, apoyada sobre la espalda, creará un cuello de pelo.

Los azules, marrones y rojos colorearon la paleta de Margiela, que estuvo dominada por el negro, con algunos tonos crudos.

La casa, que surgió en París en 1988 de la mano del revolucionario diseñador belga Martin Margiela, presentó su colección para el próximo otoño-invierno en la Sede del Partido Comunista Francés, un edificio del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer.

Los diseños surgen del trabajo de un equipo anónimo que tomó las riendas de la firma después de que el fundador abandonara la dirección creativa en 2009, supuestamente por discrepancias con la política comercial de Diesel, el grupo que la controla desde 2002.

La italiana Cerruti sorprendió por sus pantalones de traje por encima del tobillo, con vuelta, pinzas y de tiro bajo, con los que el director artístico de la casa, Aldo Maria Camillo, quiso rememorar la moda de sus abuelos.

"La inspiración surgió de Italia, del sur de Italia, del amor por determinados grafismos", explicó a Efe tras un desfile muy aplaudido, que se celebró en una sala parcialmente en ruinas en la exclusiva Plaza Vendôme, en presencia del actor francés Lambert Wilson.

Los tonos marrones y cobrizos de los cuadros y el borreguito que se escapa de los forros evocaron un pasado rural, que convivió con una de las últimas tendencias: las hombreras que alejan la prenda del cuerpo para crear la ilusión de un torso imponente.

"Los abrigos pueden ser muy gruesos, con tejidos importantes, o ligerísimos, para que se puedan incluso superponer", confesó Aldo Maria Camillo, quien insistió en que los materiales, como en este caso la cachemira, son "el centro y punto de partida de cada colección" de la casa.

Los jerséis de punto fueron especialmente cortos y ajustados, mientras que los cuellos blancos se distanciaron de las camisas para aposentarse en prendas más gruesas.

El desfile de Givenchy se desarrolló en una cancha de baloncesto, en un homenaje de Riccardo Tisci, director creativo de la firma, a este deporte que se plasmó en patrones que siguieron las líneas del balón o en pantalones muy anchos y zapatillas deportivas.

La actriz sueca Noomi Rapace y el músico estadounidense Kanye West acudieron a esta presentación, que sustituyó las toallas alrededor del cuello de los jugadores por un "foulard" de piel ajustado con una franja horizontal.

El diseñador surcoreano Juun J., una de las grandes promesas de la moda asiática, se concentró en el cuero y en la lana para construir una colección que transmitió dureza por sus hombreras extremadamente extendidas y sus abrigos de corte bélico.

La firma dio autonomía a la capucha, que ubicó en solitario y al revés para que, anudada al cuello, hiciera las veces de bufanda, mientras yacía abultada sobre la nuca.

La silueta del varón se ensanchó artificialmente a la altura del torso con camisas holgadas y solapas arrogantes y se hinchó con voluminosos abrigos de plumas que patinaron hacia el futuro sobre su superficie metalizada.