¿Rosácea o couperosis? En invierno, por el frío, es muy común que la piel se reseque y se enrojezca, pero además el estrés, y la exposición solar pueden originar la aparición de rosácea y couperosis sobre todo a partir de los 30 años y que son muy similares.

¿Cómo sabemos si tenemos rosácea?

"Es muy común que se confundan rosácea y couperosis, no en vano, suelen ir asociadas, de forma que la mayoría de las rosáceas tienen implícito un aumento del tamaño de los capilares existentes en la dermis, formando un entramado de telangiectasias faciales" explica la Dra. Ana Sánchez de Clínica Londres.

En la couperosis aumenta el tamaño de los capilares de la piel y se acaban formando arañas vasculares en los pómulos, la zona de la nariz y el mentón y podemos sentir mucha sensación de calor, mientras que la rosácea es la inflamación más generalizada y puede estar acompañada por granos, ulceraciones, conjuntivitis o nariz roja, entre otras.

¿Cómo podemos tratarlas?

Las pieles que tienden a enrojecerse son sensibles, por tanto, los expertos recomiendan que la hidratación sea máxima con sérum y crema con protección solar. Apuesta por productos no jabonosos, dermoprotectores y calmantes.

Existen tratamientos específicos. Con dos sesiones de láser vascular obtendríamos ya muy buenos resultados, al igual que con Luz Intensa Pulsada (IPL), pero éste requiere de 3 a 5 sesiones de entre 5 a 20 minutos y el invierno es una de las mejores épocas para comenzar con el tratamiento porque no estamos tan expuestos al sol.

La solución puede estar en la nevera

Somos lo que comemos y la alimentación también juega un papel muy importante a la hora de mejorar la rosácea incorporando alimentos de carácter antiinflamatorio, antioxidante, detoxificante, drenante y vasoprotector y evitar el picante, el alcohol, los azúcares refinados, las harinas industriales y las bebidas carbo-gaseosas.

En nuestra lista de la compra no pueden faltar vegetales y hortalizas, como los espárragos verdes, brécol, alcachofas, rábano, zanahoria, patata, berenjena, calabacín, calabaza, achicoria, cebolla, ajo, puerro, canónigos, hinojo, algas y garbanzos sin piel.; frutas como pomelo, naranja, kiwi, piña, papaya, pera, granada, fresas, moras, frambuesas y aguacate; frutos secos, como las nueces, pipas de calabaza, trigo sarraceno, almendras; pescados salvajes, carnes ecológicas y huevos ricos en Omega 3 y, cómo no, al menos 2 litros de agua.