¿Súper héroe, bombero, princesa,…? Los disfraces esconden múltiples ventajas para los niños y también para sus padres. La Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ) recuerda que no es necesario esperar a Carnaval para disfrazarse y que el juego con disfraces cumple una importante labor pedagógica en los ámbitos social, afectivo-emocional, cognitivo y psicomotor.

Cada vez que un niño se disfraza está adquiriendo sin darse cuenta una serie de conocimientos, imprescindibles para la vida adulta. Enfundados en su disfraz, los niños ponen en marcha su capacidad para imaginar, introducir normas sociales o interpretar el rol de otro personaje, entre muchas otras cualidades.

El disfraz es un valioso instrumento para transmitir conocimientos, información y normas a los niños. Desde el punto de vista social, el juego con disfraces estimula la interacción y amplía nuevas formas de comunicación.

También contribuye al desarrollo de la identidad y de la conciencia moral; y, favorece el autocontrol y la conciencia personal (imagen del Yo). Además, el juego con disfraces promueve la cooperación entre iguales, la identificación con el modelo adulto y el descubrimiento de la vida social adulta y sus reglas.

Desde el ámbito afectivo-emocional, los disfraces son excelentes promotores de experiencias, emociones y fantasías.

Disfraces para estimular la memoria y la coordinación psicomotriz

Los padres deben tener en cuenta que cada vez que sus hijos se disfrazan estimulan, sin apenas percatarse, su atención, la capacidad de concentración y la memorística.

Además, el disfraz es una rica fuente de aprendizaje que permite la simbolización, el desarrollo del pensamiento abstracto y del lenguaje, estimula la imaginación y la creatividad, y favorece la sociabilización. Por último, también es importante destacar que el juego con disfraces es una excelente vía para promover la coordinación psicomotriz, tanto la gruesa como la fina.