Con la vejez llega una etapa para la cual no se nos ha educado y que, para muchos, representa la enfermedad y el convertirse en un cargo para la familia y la sociedad. Sin embargo, la vejez conlleva también múltiples ventajas y cualquier persona puede envejecer con éxito si sabe apreciarlas. En la senectud podemos sustituir la obligación de ir a trabajar por otras ocupaciones, podemos crear nuevas relaciones sociales y también emprender una nueva forma de vivir.

Los centros gerontológicos (centros de día y residencias) destacan por ofrecer a las personas mayores la oportunidad de envejecer recibiendo cuidados de profesionales cualificados, que les proporcionan una atención integral esmerada.

Trasladarse a un medio residencial evita el aislamiento y la soledad que sufren algunos de nuestros mayores. De hecho, el envejecimiento no se puede entender sin tener en cuenta sus tres aspectos principales: el biológico, el psicológico y el social. Así, ha de ser abordado desde el punto de vista de un equipo multidisciplinar con capacidad para crear y establecer programas de carácter preventivo, terapéutico y rehabilitador.

El objetivo general de los profesionales del trabajo social es promover la integración social y personal del residente en el entorno de la residencia y conseguir el mantenimiento y refuerzo de los lazos existentes con su familia y la comunidad. Además, es fundamental el hecho de integrar a la familia en el centro como un elemento más de la atención al residente. La intervención psicológica en el ámbito de las personas mayores ha conseguido, y continúa reportando, resultados más positivos, reflejados claramente en la mejora de la calidad en la atención a este colectivo.

El profesional de la psicología, con formación especializada en mayores y con capacidad de trabajo en equipo interdisciplinar, es un profesional altamente cualificado para la evaluación de las áreas cognitiva, afectiva y conductual. El objetivo general que persigue el profesional de la psicología es el de incrementar o mantener la calidad de vida de los residentes y de sus familiares mediante la estimulación, orientación, apoyo psicoafectivo, apoyo familiar, personalización, normalización e integración.

El servicio médico y enfermería trabajan conjuntamente en diversos programas. Conviene destacar

también el papel de la enfermería como eje principal en la dispensación de cuidados individualizados, con el objetivo común de todos los profesionales que trabajan en centros gerontológicos: fomentar la autonomía de los mayores y retrasar la dependencia, todo ello con la mayor atención y cuidado. De ello saben mucho las auxiliares de enfermería, quienes, con cariño y paciencia, proporcionan ayuda a nuestros mayores en las actividades básicas de la vida diaria.

Como sabemos, durante la vejez existe un aumento de la incidencia y prevalencia de enfermedades,

básicamente degenerativas, en las que la edad avanzada es un importante factor de riesgo y que tienden en su evolución hacia frecuentes situaciones de incapacidad. Es el equipo de fisioterapia el encargado de prevenir o disminuir, en la medida de lo posible, que se alcance esta situación de incapacidad y, al mismo tiempo, intentar aportar calidad de vida a todos los residentes.

La terapia ocupacional es la disciplina socio-sanitaria que evalúa la capacidad de la persona para desempeñarlas actividades de la vida cotidiana. La terapia ocupacional se encarga, entre otras cosas, de la valoración y evaluación de las actividades básicas (aseo, vestido, ducha, uso del lavabo, etc.) e instrumentales (uso del teléfono, cuidado de la ropa, manejo del dinero, etc.) de la vida diaria, además de la determinación, diseño, realización y adaptación de férulas, prótesis y ayudas técnicas.

La animación tiene efectos terapéuticos y contribuye al bienestar de la persona. No podemos olvidarnos de enumerar a otros profesionales cuya actuación es determinante en la vejez: logopedas, podólogos, odontólogos, audiometristas, musicoterapeutas…, sin los cuales el envejecimiento sería menos llevadero. En definitiva, deberíamos considerar la senectud como una etapa dorada de la vida en la que podemos estar más serenos y abiertos a las posibilidades que se nos ofrecen, con expectativas de comenzar una nueva aventura vital. Al final, lo que importa no son los años de vida, si no la vida de los años.