Elena tenía 15 años cuando, en 1999, se cayó desde una ventana a ocho metros de altura en una residencia de estudiantes en Rumanía mientras tendía la ropa. Desde entonces su vida ha estado salpicada por visitas a hospitales, consultas y operaciones para tratar de reparar su columna vertebral; y por el miedo a que su dolencia siguiera empeorando y acabara condenándola a una silla de ruedas.

Hace tres meses vivía sabiendo que cualquier mañana podía despertarse en la cama y no sentir más las piernas. Así lo cuenta. Ahora camina con toda normalidad, no tiene dolores y está deseando poder girar el tronco para ver bien en el espejo esa espalda prácticamente recta con la que ha salido del quirófano. "No veo el momento de que me quiten el corsé para ir a comprarme un vestido bien ajustado", bromea, aunque lo dice en serio, porque para ella la cuestión estética ha sido toda una tortura.

La columna de Elena Brindusa Iacob tenía una desviación, una especie de codo, de 120 grados (de quince grados positivos que debía tener a 135 negativos, explica su traumatólogo en el Hospital del Vinalopó, José Manuel Montoza). Era una "deformidad muy severa", señala el facultativo, que se ha corregido en un 85% en el transcurso de una intervención de siete horas a la que se entra sin saber hasta donde se podrá llegar, porque el límite está en no causar daño neurológico. Por eso no había promesas y, con la mitad de lo que ha mejorado, Elena habría salido contenta. Quiere dejar patente su agradecimiento al médico que la ha tratado y a todo el equipo que la asistió: "No sé si lo que han hecho es medicina o un milagro".

"Me han quitado la vértebra L1 y sinceramente no sabría decir qué mas, en su lugar me han puesto una cajita con un hueco por el que pasa la médula", explica con sus palabras. Las del médico son algo más técnicas: "Es una corpectomía vertebral por vía posterior, se realiza con control neurofisiológico para evitar producir lesiones neurológicas durante la cirugía y técnicamente se realiza retirando una costilla que facilita el abordaje a la región lesionada y localiza la vértebra deformada, que se extrae" para usar el hueso después en el relleno de un elemento sustitutivo de titanio. La complejidad estriba abordar la columna solo por la espalda (hasta ahora se hacía en dos fases, también por delante, entre el pulmón y el hígado, con lo que comporta de dificultades y tiempo de recuperación). Esta técnica "requiere un entrenamiento, pero no existen muchos casos, y en la provincia es de las primeras operaciones de este tipo, la primera de esta magnitud realizada en este hospital", explica el doctor Montoza.

De ahí que a partir de un TAC se encargara a EE UU un molde idéntico a la columna que había que operar, para "ensayar" antes de abrir. Y es que "es una cirugía de alto riesgo, con un 25% o 30% de posibilidades de complicaciones neurológicas", concreta el doctor, quien señala que "se hacen con frecuencia ostectomías vertebrales por deformidades o secuelas de fracturas, con riesgo menor porque no hay que movilizar la médula".

Valoración

Elena narra con resignación su peregrinación hasta dar con el Hospital del Vinalopó en Elche. "Tuve la mala suerte de dar al principio (en Rumanía) con médicos que no supieron valorar bien mi caso y me dijeron que era una fractura sin desplazamiento, que con dos meses en la cama se soldaría... Pero me remitieron a otro hospital para hacerme un corsé y allí recuerdo estar tumbada y que un médico sin siquiera saludarme miró las radiografías y dijo que necesitaba una intervención quirúrgica... Yo no me lo podía creer".

No fue ese el final, aunque de aquella primera operación salió con unas placas que se suponían para toda la vida. Se acabaron rompiendo. En una segunda operación no pudieron retirarle del todo los tornillos y con su problema sin solucionar se mudó a España años después, hace ahora seis.

De nuevo pasó por varios hospitales, hasta que en el de Albacete llegó a tener cita para operarse pero se asustó: "Tenía una desviación del 78% y fecha de quirófano, pero mi hija era muy pequeña, no tenía a nadie y no me sabían decir cómo saldría, así que no tuve valor".

En 2012 ya iba por el 110%, "con la incertidumbre de que cualquier golpe me dejara en silla de ruedas". La confianza que le transmitió el equipo médico le decidió. Ahora está contenta, sorprendida porque ha pasado de una talla de 1,62 a 1,72 de un plumazo: "Cuando me levantaron y me vi cara a cara con mi pareja nos quedamos sin palabras. Mi hija me llamó gigante".