Los seres humanos experimentan estrés, forma parte de nuestro legado biológico de instintos básicos para la supervivencia. Sin embargo, el estrés que va más allá del nerviosismo normal ante un examen, un encuentro deportivo o una reunión social y pasa a formar parte del día a día de los menores puede convertirse en un auténtico problema de salud. Los cambios en la conducta son el mejor indicador para detectarlo a tiempo.

Según explican desde el sitio web de la Asociación Americana de Psicología el estrés en los más jóvenes de la casa puede tener su origen en una variedad de fuentes que incluyen rendir en la escuela, hacer y mantener amistades o gestionar las expectativas que perciben en sus padres, profesores y demás educadores.

Los psicólogos americanos apuntan que una pequeña cantidad de estrés puede ser positivo, señalan desde la APA, ya que aporta la energía necesaria para superar un examen importante, una presentación o un encuentro deportivo pero demasiado estrés puede amplificar los retos y las dificultades sin necesidad.

"Estar atento a los indicios emocionales o de conducta es importante para identificar posibles problemas y servir a los menores de guía y apoyo para superar las épocas difíciles", añaden. Infosalus recoge los consejos de la Asociación Americana de Psicología sobre la forma en la que reconocer los posibles signos de estrés en los hijos.

1. Estar pendiente de cambios negativos en su conducta

A los menores de todas las edades, pero sobre todo a los niños más pequeños, les puede resultar difícil reconocer y verbalizar que lo que les está sucediendo es que sienten estrés. En el caso de los niños, los especialistas de la APA explican que el estrés puede manifestarse a través de cambios en la conducta.

Los cambios comunes pueden incluir irritabilidad o mal humor, dejar de practicar actividades con las que disfrutaban, expresar preocupaciones a menudo, quejarse más de lo habitual sobre el colegio, llorar, tener reacciones de miedo exageradas, estar demasiado pegados a un padre o profesor, dormir demasiado o muy poco y comer mucho o muy poco.

En el caso de los adolescentes, aunque pasar más tiempo con sus amigos y compartir con ellos más confidencias es algo propio del crecimiento, evitar en gran medida a los padres, abandonar amistades de años por un grupo nuevo de amigos o expresar una hostilidad excesiva hacia los miembros de la familia, podría indicar que el menor está padeciendo estrés.

Aunque la conducta negativa no siempre está vinculada a un estrés excesivo, los cambios negativos en la conducta casi siempre son una indicación clara de que hay algo que no va bien. Los adultos deberán prestar atención a estas conductas y actuar en consecuencia de forma apropiada.

2. Comprender que 'sentirse enfermo' podría tener su origen en el estrés

El estrés puede también hacerse evidente con síntomas físicos como dolores de estómago y de cabeza, apuntan en el sitio web estadounidense. Si un niño hace demasiados viajes al botiquín de la escuela o se queja de dolores de estómago o de cabeza frecuentes, tras pasar por el médico y descartar cualquier trastorno físico, o si estas quejas aumentan en ciertas situaciones, como un examen importante, el niño podría estar sufriendo un estrés excesivo.

3. Examinar su relación con los demás

Algunas veces los menores se comportan de forma natural en casa pero actúan de forma diferente en otros lugares. Es importante relacionarse con otros padres que puedan facilitar información sobre cómo se comportan cuando no estamos presentes con todo lo que les rodea.

Además, los especialistas aconsejan estrechar la comunicación con profesores, responsables de la escuela y otros educadores de las actividades extraescolares para saber cómo se expresan, sienten o se comportan nuestros hijos en estos ámbitos y estar alerta ante cualquier fuente de preocupación para ellos.

4. Escuchar y traducir

Dado que los niños no están familiarizados con la palabra estrés y su significado los psicólogos advierten que pueden expresar sentimientos de malestar a través de otras palabras como 'preocupado', 'confuso', 'molesto' y 'enfadado'.

Los niños y adolescentes podrían también exteriorizar las sensaciones de estrés al expresar aspectos negativos sobre si mismos, los otros o el mundo que les rodea, del tipo 'Nadie me hace caso', 'Soy tonto' o 'Todo es aburrido'.

Es importante para los padres escuchar estas palabras y afirmaciones e intentar descubrir por qué su hijo las dice y si parecen indicar una fuente o fuentes de estrés.

5. Buscar ayuda

Padres, niños y adolescentes no tienen por qué pasar por situaciones de estrés difíciles de sobrellevar de forma aislada. Si un padre está preocupado sobre los síntomas de estrés que cree que su hijo o hija padece de forma habitual, incluidos los descritos en estas líneas, puede ser de ayuda consultar con un profesional de la salud mental acreditado como un psicólogo, señalan desde la APA.

Los psicólogos tienen una formación específica para ayudar a las personas a identificar problemas y desarrollar estrategias eficaces para resolver las situaciones y los sentimientos de estrés desbordante, concluyen.