Las manos son las principales delatoras del paso del tiempo. Con los años, la sequedad se convierte en un problema, que varía en función del tipo de piel que tengamos, del factor hereditario y los cuidados que le hayamos dado previamente y a lo largo de los años.

Su tratamiento no es algo que se consiga tampoco, de la noche a la mañana, requiere de constancia, perseverancia y paciencia. Evitar o retrasar su envejecimiento, además de impedir que esa piel se vuelva más gruesa, con manchitas y arrugas más profundas, es posible gracias a numerosas técnicas y tratamientos.

Unas manos ásperas pueden ser la consecuencia del uso de productos químicos de limpieza, del clima -el verano el sol, en invierno, el frío-, los cambios hormonales, sobre todo cuando llega la menopausia, los niveles de estrógenos se reducen y esto conlleva igualmente a la reducción de la producción de colágeno y elastina, lo que perjudica también a nuestras manos, y la edad, con la que se frena la renovación celular de manera gradual.

La biorevitalización, la mesoterapia, los peelings químicos y los baños de parafina son algunas de las técnicas más punteras para dejar las manos más suaves y con mejor circulación. Sin embargo, los remedios de la abuela tampoco fallan, como lo es sumergir las manos en aceite tibio, ya sea de oliva o almendra, y dormir con guantes finos de algodón. A la mañana, las manos estarán irreconocibles, basta con repetirlo tres veces por semana.