Los temarios para las oposiciones de Secundaria que han sido derogados esta semana por el Gobierno eran «muy malos», según el PP, y los que ha restablecido el Ministerio de Educación «están desfasados», sostiene el PSOE. ¿En qué se diferencian? ¿Acaso son materiales tan antagónicos como para decidir, sin previo aviso, cambiarlos a cuatro meses y medio de un examen al que se enfrentan 30.000 andaluces?

Los temarios que ha restablecido el ministro José Ignacio Wert son los de la LOGSE (1993). Todos los profesores que han accedido al sistema escolar en los últimos 19 años (hasta las oposiciones de 2010) han estudiado con ese material. Aparte de actualizaciones puntuales, es evidente que los temarios llevaban tiempo desfasados.

El Gobierno de Zapatero aprobó una ley de educación en 2006 que recogió el compromiso de cambiarlos. La LOE incluía una reforma radical del sistema de selección de profesores, cuyo objetivo era elegir a los mejores universitarios para convertirlos en maestros. Esa reforma tenía dos patas: cambiar el modelo de oposiciones y actualizar los temarios. Lo primero no se llegó a aprobar por falta de consenso con las comunidades.

Lo segundo se aplazó cinco años, porque se llegó a un pacto con los sindicatos para dar prioridad al llamado modelo transitorio de oposiciones. El objetivo de este proceso de selección era reducir la entonces disparada tasa de interinos de la plantilla docente (en Andalucía rondaba el 20%).

Durante los últimos cinco años las oposiciones han hecho fijos a miles de interinos. El modelo transitorio expiró el 31 de diciembre de 2011, pero meses antes, un grupo de expertos y técnicos del Ministerio de Educación, dirigido por Ángel Gabilondo, estaba trabajando en los nuevos temarios.

Se elaboró un borrador que circuló entre las academias y los opositores desde el verano, recibió el visto bueno de los sindicatos, y finalmente fue aprobado el pasado 15 de noviembre, cinco días antes de las generales.

¿Qué tenían de distintos esos temarios? Principalmente, que fueron pensados para un modelo nuevo de oposiciones que no llegó a aprobarse. Gabilondo quería cambiar el tradicional sistema de las bolas por un examen con diez preguntas. El opositor, en lugar de tener que desarrollar un único tema (de los que aparecían en las tres bolas del bombo) respondería diez preguntas cortas sobre varios temas distintos.

Esa fórmula obligaba a cambiar la estructura de los temarios de las 40 especialidades de Infantil, Primaria, ESO y FP. Hasta ahora venían descritos en el BOE con epígrafes genéricos. Por ejemplo, «La revolución rusa de 1917» era un tema de Historia, y «La generación del 27» de Lengua y Literatura.

Los nuevos temarios son más concretos e introducen de tres a cinco subapartados: La generación del 27 se ciñe a una serie de autores, y la revolución bolchevique se desglosa en acontecimientos concretos. «No había mucha diferencia en el grado de exigencia de conocimientos», explica Narciso Sánchez, director de la editorial andaluza MAD, que lleva 30 años haciendo temarios de profesores.

Editoriales. A las editoriales les resulta difícil entender por qué el ministro Wert considera que estos temarios son «muy malos». En su origen, es decir en el BOE, un temario no ocupa más de media página. Son las editoriales las que desarrollan esos contenidos y lo convierten en un cuadernillo de 15 a 40 páginas por tema (un opositor tiene que preparar 80 temas, 2.000 páginas).

«Los contenidos de Matemáticas no son ideológicos ni malos ni son del PSOE. Son lo que son. La parte más ideológica fue el modelo de examen, y eso no salió adelante», dice el exsecretario de Estado de Educación, Mario Bedera.

Otra diferencia más evidente es la actualización de contenidos -más en Ciencias que en Humanidades-.

Hace 20 años no se hablaba de internet, ni de física cuántica, ni del genoma humano y los sistemas operativos eran prehistóricos.

Pero también se actualizó la metodología: todas las especialidades incluyeron un tema relacionado con el uso de nuevas tecnologías en el aula (no son lo mismo las diapositivas que se usaban en los 90 que la pantalla digital y los móviles).

Pero lo que de verdad descolocó a los opositores fue la redistribución de los contenidos. Cuando el equipo de Gabilondo reordenó las materias, lo que antes aparecía dentro de un tema, ahora estaba en otro. «Al final los opositores se preparan para aprobar un tipo de examen, con un orden interno. Al cambiarles ese orden, les cambian la forma de estudiarlos, y eso les vuelve locos», concluye Sánchez.