Javier Arenas se ha pasado toda la campaña «bañándose en humildad» cada vez que una encuesta le daba esa mayoría absoluta que, a la hora de la verdad, ni siquiera rozó. Ayer el líder del PP andaluz no se bañó en humildad, sino en cariño. El partido cerró filas con quien ha conseguido una victoria histórica en Andalucía pese a que el 25-M «no se cumplieron las expectativas», como admitió el propio Arenas.

Algunos dirigentes afines a la secretaria general, María Dolores de Cospedal, que mantiene una tensa relación con Arenas que quedó patente en el Congreso de Sevilla, esperaban que renunciara a la dirección del PP-A en el primer comité ejecutivo nacional tras las autonómicas por un resultado que supo a derrota. Nada más lejos de la realidad. El presidente del partido, Mariano Rajoy, dio un golpe en la mesa y calló a los críticos. «Arenas tiene mi total y absoluto apoyo».

Rajoy fue rotundo. Su intervención, a puerta cerrada, sonó a reprimenda para quienes han pedido la cabeza de Arenas, uno de sus colaboradores más cercanos, por no apuntalar una mayoría absoluta en Andalucía que todos los sondeos pronosticaban. El presidente del Gobierno reconoció que al partido le habría gustado gobernar en el bastión del socialismo, pero puso en valor que «jamás» el PP había ganado en la comunidad, ni siquiera en las generales de 2000, cuando Aznar arrasó en toda España.

Rajoy irá con Arenas a Antequera. Subrayó el «enorme» trabajo que ha realizado Arenas y todo el PP-A, un partido «unido». Por si quedaba alguna duda de su posición, Rajoy respaldará a Arenas mañana en un acto en Antequera, el primero tras el 25-M.

El análisis de Rajoy ante los suyos se produjo siete días después de las elecciones andaluzas porque el presidente ha estado de gira asiática. Pero una semana da para mucho y, aunque en el PP andaluz no se escucharon voces críticas con Arenas, sí las hubo en Génova. Hay quien piensa que el líder andaluz es un producto «agotado» y que debe dar un paso atrás por no haber logrado la mayoría absoluta cuando todo jugaba a su favor: el desgaste de 30 años de gobiernos socialistas, el escalofriante paro (31% en Andalucía) y el escándalo de los ERE.

Arenas hizo una leve autocrítica y admitió que «no se cumplieron las expectativas», pero no echó la culpa al Gobierno. Las andaluzas fueron el primer examen a las duras medidas de Rajoy y castigaron al PP en las urnas. Arenas insistió en que se siente «orgulloso» de la tarea de Gobierno de estos «meses duros». «Comparto y defiendo todas las medidas. Las reformas no son cómodas, pero seguiremos con el mismo empeño», señaló. Agradeció a los ministros de Hacienda y Empleo, Cristóbal Montoro y Fátima Báñez, que se hayan volcado con la campaña andaluza. Paradójicamente, los dos son los que más han perjudicado indirectamente la gesta de Arenas, uno por la subida de impuestos y los ajustes y la otra por la reforma laboral.

Futuro incierto. Arenas cosechó un minuto de aplausos. La candidata del PP en Asturias, Mercedes Fernández Cherines, la mitad. Fuera de la sede nacional, barones como Alberto Núñez Feijóo o Antonio Basagoiti arroparon al andaluz. «No hay que ajustar cuentas con los vencedores», aseguraron. El líder del PP-A, que tiene un gran sentido del humor, tomó la palabra ante el comité ejecutivo y, en un tono distendido, dijo que iba a presentar una «enmienda a la totalidad» al documento repartido minutos antes porque adjudicaba al PP el resultado del PSOE y viceversa.

Errores aparte, de la reunión de la cúpula popular no salió «ni media pista» de su futuro. Fuentes consultadas por Europa Press explicaron que los discursos fueron «exquisitamente correctos» y «muy medidos», sin dar pábulo a especulaciones.

Arenas dice que se queda en Andalucía. A corto plazo formará grupo parlamentario, verá cómo echa a andar el pacto de gobierno de PSOE e IU y sus posibilidades de éxito o fracaso y será reelegido presidente del PP-A en el congreso de antes de verano. A partir de ahí pilotará su sucesión porque parece claro que no optará a la Junta una quinta vez. Su futuro podría estar de nuevo en Madrid, aunque controlando el partido en Andalucía. Quiere recuperar poder en Génova, pero ahí chocará con De Cospedal.