La «Andalucía imparable» que la Junta ha venido propugnando en los últimos lustros dista todavía mucho de ser esa realidad dinámica que sea capaz de acortar distancias con las regiones más avanzadas de España y con la media europea. Al contrario. El desplome del Producto Interior Bruto (PIB) por la crisis es mayor en regiones como la andaluza, cuya economía estuvo muy basada en el sector de la construcción y los servicios -que suman casi un 77% de la actividad- y cuyo peso industrial ha quedado en niveles casi residuales, por debajo del 7%. El descenso del PIB andaluz en el periodo de crisis alcanza así una media del 1,4%, más del doble y hasta el triple que el de regiones como Navarra o el País Vasco donde la caída se mueve entre el 0,3% y el 0,6%, que presentan un modelo productivo prácticamente antagónico.

Hace dos semanas se publicó el informe Un modelo de crecimiento y productividad regional: El caso del País Vasco, elaborado por Matilde Mas (Universitat de València e IVIE) y Mikel Navarro (Universidad de Deusto y Orkestra), que enzalza las virtudes del modelo vasco frente al de otras comunidades.

¿Qué pecados ha cometido en estos años la economía andaluza? Expertos en economía y dirigentes empresariales vienen advirtiendo que la mayor caída de la producción regional tiene que ver, cómo no, con el modelo económico elegido, basado en la construcción y el turismo, lo que requiere una baja cualificación profesional. El presidente del Observatorio Económico de Andalucía (OEA), Francisco Ferraro, afirma que los problemas de ajuste y competitividad se encuentran además más arraigados porque «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, gastando mucho más de los que ingresábamos». El diagnóstico es aplicable a toda la economía pero incide particularmente en el ámbito de lo público, donde el déficit es muy elevado e «impepinablemente» tiene que ser rebajado.

«La reactivación de la economía no va a poder venir por la afluencia de dinero público. Construir nuevos factores de competitividad es algo complejo, delicado y poco lucido por parte de un Gobierno. Se trata de hacer un cambio en las políticas económicas que no se visualizan de inmediato, y que no incluyen el cortar cintas de inauguración de obras», apunta Ferraro, que reclama para Andalucía un menor intervencionismo de la Junta y una liberalización de sectores de actividad que ahora mismo son de competencia pública.

El responsable del OEA reconoce que en años anteriores muchas inversiones se desviaron al sector inmobiliario por su elevado nivel de retorno, lo que ha redundado en una progresivo debilitamiento del sector industrial andaluz. Ferraro estima necesario diversificar y reintroducir el equilibrio de entre sectores, aunque rechaza que esto deba ser dirigido directamente desde el poder político.

«Cuando las administraciones dicen que un sector es de futuro es porque normalmente ya es de pasado. Son los empresarios los que tiene que decidir su apuesta de futuro. El poder público lo que debe hacer es facilitar las competencias y reducir la burocracia, y no adormecer a las empresas con subvenciones», señala este experto, que sí considera un fallo atávico de algunos emprendedores andaluces del pasado el haber estar pensando en las subvenciones. «Las empresas deben vivir del mercado, y no estar pendientes de lo que la administración pueda darles», opina.

Por su parte, Felisa Becerra, coordinadora del estudios de Analistas Económicos de Andalucía (AEA), del Grupo Unicaja apunta que esta crisis ha pasado factura con especial dureza a una región muy volcada en el sector inmobiliario. La construcción, que en el año 2007 y 2008 rozaba el 15% del PIB andaluz ahora está en el 11,8% y bajando. El peso de este segmento casi duplica al de la media de los países de la UE.

Menos cualificados, más paro «La crisis se ha cebado con las comunidades más dependientes de la construcción y del turismo. Por eso hablamos ahora tanto de la diversificación del modelo. En el País Vasco, por ejemplo, el peso de la industria alcanza el 25% del PIB, mientras que en Andalucía, estamos por debajo del 10%», comenta. El paro también refleja esta estructura, ya que está demostrado de que, con una crisis, son los trabajadores menos cualificados los primeros expulsados del mercado laboral. Y la industria es el sector de mayor valor añadido y que más cualificación reclama de sus trabajadores.

«Cambiar de modelo productivo no significa olvidar aquello que hacemos bien ni dejar de lado la construcción o el turismo. Se trata de reequilibrar sectores y de impulsar el comercio exterior, para no basarnos tanto en la demanda interna», opina.

Becerra cree que los deberes de Andalucía pasan por una mejora de la formación de su capital humano -sistema educativo y formación profesional-, por un fomento de la capacidad emprendedora -reduciendo la burocracia necesaria para poner en marcha proyectos empresariales- y por un impulso a la inversión en Innovación y Desarrollo. En Andalucía, el porcentaje de gasto en I+D sobre el total del PIB ha mejorado bastante en los últimos años llegando al 1,2%. Sin embargo, la media española es del 1,4%, la de País Vasco, Cataluña o Navarra oscila en el 2% y la de Alemania se va por encima del 2,5%.

Quedarse con el valor añadido El responsable de Estudios Socioeconómicos de la Fundación Cajamar, David Uclés, cree que en una crisis como la actual la economía andaluza debe volver a sus «cuarteles de invierno», es decir, a aquellos sectores donde cuenta con ventajas competitivas como son el sector agroalimentario y el turismo, aunque introduciendo siempre el concepto de valor añadido.

«Andalucía es la primera potencia de España en cuanto a producción pero luego miras y es Cataluña la líder en producción agroindustrial. Nosotros producimos pero ellos elaboran el producto», comenta. Es algo parecido a lo que ocurre con el aceite de oliva: Andalucía es la primera productora mundial pero la mayor parte se vende a granel a países como Italia, que lo embotellan y los venden bajo sus propias marcas, logrando el beneficio del valor añadido.

Uclés considera una «desgracia» que el boom inmobiliario arrastrara a Andalucía hacia un modelo de baja productividad, con toda una generación de jóvenes que dejaron las aulas para irse a la construcción a ganar dinero. Y cita el caso de Corea del Sur, donde la inversión en formación e I+D, por encima del 2% del PIB, ha obrado un milagro económico.

«No creo que la construcción sea la culpable de todo pero es cierto que tenemos una generación perdida que ahora está en paro, con familia y con una carga de gastos que no puede asumir. Es una de nuestras grandes lacras, recolocar a toda esa gente», admite Uclés, que cree que la calidad de los recursos humanos es la mejor arma para elevar la productividad.