Debe ser que esa aparente calma de la que disfrutaba el PSOE-A les ha debido aburrir. Puede que les haya sabido a poco acaparar titulares por el caso de los ERE, los recortes, los impagos a colectivos sociales, los problemas en sanidad y educación. Quizá es sólo una cuestión de envidia de su socio de gobierno, IU, convertido en protagonista, día sí y día también, de la acción política de la Junta. El caso es que la tranquilidad externa apenas ha durado un año. El tiempo que José Antonio Griñán se ha tomado para decidir que no va a repetir como candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía. No es que su decisión haya sido una sorpresa, él mismo había dejado caer en más de una ocasión que estaba en sus últimos años de actividad en la primera línea, más bien son los tiempos los que han dejado a todos con cara de póker. Con tres largos años de mandato aún por delante, su no renovación no sólo va a traer dolores de cabeza a su partido, sino que va a obligar al resto a activar su maquinaria mucho antes de lo previsto. Es como aquello del aleteo de la mariposa que termina provocando un tsunami, una acción de múltiples e inesperadas consecuencias.

Por lo pronto, ya hay una futurible lanzada al estrellato mediático: Susana Díaz. La sevillana, que ya sabe de sobra que es estar en el centro de la polémica -que le pregunten si no a ciertos sectores socialistas de la capital hispalense-, ya se debe ver como la primera presidenta de la Junta de Andalucía. Sin entrar a debatir sus méritos (y deméritos), no se puede negar que le ha puesto ganas en estos últimos meses. Se ha paseado por toda Andalucía para «vender» las bondades de la Administración andaluza y lanzar sin inmutarse las consignas políticas aprendidas en el partido. Ha intentado conjugar su papel orgánico y administrativo con desigual suerte y ha tirado de los órganos provinciales para ganar cuota de protagonismo, también con desigual suerte. Pero por mucho que Griñán y los suyos le allanen el camino, la hoja de ruta apenas está definida para Díaz. Tiene ante sí la titánica labor de no dejarse vencer por la poderosa sombra de Chaves, de la que nunca se ha librado Griñán, y ganar protagonismo ante el presidente andaluz, que no renunciará a ser la única voz de mando si no quiere que el tiempo que queda hasta 2016 se convierta en una complicada bicefalia de difícil gestión. Si las primarias se celebran el mes que viene, la cuestión de quién será el candidato quedará aclarada, otra cosa es que en estos tres años la convivencia de uno y otra se termine deteriorando, que no sería la primera vez que ocurre en el cainita PSOE -de eso sabe mucho Mar Moreno€-.

Indefinición en los tres partidos. No es que las aguas corran mucho más tranquilas en PP e IU, abocados ahora a decidir con premura quién encabezará sus listas si quieren comenzar a hacerle frente a la nueva cara del PSOE-A. Y no es una cuestión tan fácil de resolver para ambos. En el caso de los populares, no está nada claro qué hacer y con quién (y no por falta de gente dispuesta a intentar llegar al sillón presidencial, algunos en tierras malagueñas incluso). La agridulce victoria en las autonómicas del año pasado provocó un torbellino en las filas del PP que todavía no ha amainado del todo. La gran pregunta es qué pensará de la anunciada marcha de Griñán el eterno candidato Javier Arenas, ahora, a priori, fuera de esa carrera. Con él al frente, quizá los populares lo hubieran tenido más fácil. No logró llegar a San Telmo, pero sus intentos lo habían convertido en una cara conocida, probablemente más que Griñán, y ese hecho hubiera supuesto una ventaja frente a la inexperiencia como candidata principal de alguien como Susana Díaz.

Pero ese capítulo ya se cerró. Ahora estamos en la era Zoido, que parece más preocupado por mantener la alcaldía de Sevilla que por gestionar el vasto territorio de Andalucía y que suma más de uno y más de dos detractores entre sus filas que no lamentarían nada verlo fracasar. Y todo ello sin contar con el temor existente al efecto que los continuos recortes de Rajoy puedan volver a tener en las urnas -los populares ya se han volcado en la carrera a las municipales por el miedo a perder esas alcaldías que quitaron al PSOE por los bandazos del Gobierno de Zapatero-.

En IU, socio de gobierno del PSOE de Griñán y auténtico protagonista del primer año de mandato, los vientos corren más tranquilos, aunque su último candidato acaba de dar paso a un nuevo hombre frente a la coalición. También ellos andan en tiempos de transición. Maíllo ha tomado el relevo y ahora trata también de ganar su cuota de protagonismo, junto a un Diego Valderas que se ha demostrado capaz de hacer gobierno y de gestionar a los suyos sin generar demasiadas polémicas -con permiso de los lamentables episodios de Manilva, solventados ahora por la puerta de atrás-.

Las encuestas, además, le siguen siendo favorables a la coalición de izquierdas, que vive su mejor momento desde los tiempos ya lejanos de Antonio Romero. No se puede negar que han sido inteligentes. Llevaban mucho tiempo ansiando dejar la bancada de la oposición y esas ganas se han traducido en acciones de gobierno que han quitado protagonismo a los socialistas, demasiado ocupados con los ERE y Mercedes Alaya, sus cuitas internas y esa absurda obsesión por centralizar toda la gestión en Sevilla, con lo que sólo han conseguido desdibujar la imagen de los delegados provinciales. De su mano ha llegado el decreto de exclusión social o la lucha contra los desahucios y ha sido IU, no los socialistas, la que se ha convertido en enemigo del PP malagueño con el cambio en el proyecto del metro. Incluso el cambio de nombre del hospital Carlos Haya fue anunciado por Elena Cortés, para cabreo del PSOE. La propia Cortés o el coordinador malagueño, José Antonio Castro, han ido ganando mayor protagonismo, pero con este órdago de Griñán ellos y sus compañeros se ven obligados a acelerar sus movimientos y definir con claridad quién saldrá en los carteles electorales dentro de tres años.

El anuncio del presidente andaluz ha dejado claro que por primera vez en mucho tiempo ninguno de los tres grandes partidos tiene definidos los pasos a seguir. Comienza el año uno de la era postGriñán, pero con Griñán en el timón. Comienza la carrera electoral, pero no tengan prisa por decidir su candidato. Quedan tres largos años de campaña. Confiemos en que no se les olvide gobernar, porque la crisis, por ahora, no ha anunciado su renuncia.