El sorpresivo anuncio de José Antonio Griñán provocó ayer una auténtica revolución en la vida política andaluza. En apenas unos minutos, y sin la confirmación oficial del presidente de la Junta, comenzaron a multiplicarse las especulaciones en torno a su sustituto. Un juego conjetural que, más allá de su interés, parece tener las horas contadas. Especialmente por el empeño del partido, que ha decidido acelerar los tiempos para que el vacío de poder y la crisis de liderazgo no le pase factura.

Los socialistas quieren resolver cuanto antes la difícil papeleta. Y el oficialismo habla sin fisuras. La apuesta es Susana Díaz, aunque habrá primarias. Entre otras cosas porque así lo exigen los estatutos de la organización. Con Griñán totalmente convencido de la retirada, el PSOE va a toda pastilla. La idea es no demorar el proceso más allá de julio. Y los tiempos, en menos de veinticuatro horas, han empezado a abrir ciclo. El primer movimiento será la comisión ejecutiva regional, que se reunirá hoy al término del debate sobre el estado de la comunidad, que con los últimos acontecimientos se antoja todavía más movido. Presumiblemente el lunes se celebrará la reunión formalmente configurada para convocar este tipo de procesos.

¿Ganas de evitar las hipótesis? ¿De no dar ni un metro de ventaja a otros partidos? En el PSOE hay voces que dudan de la ingenuidad del planteamiento y señalan a un intento deliberado por dejar el menor margen de maniobra posible a la presentación de candidaturas alternativas. Por más que se acorten los plazos, en teoría, el mismo proceso de primarias permite que lleguen a tiempo opciones distintas a la de Susana Díaz. La práctica, no obstante, es muy distinta. Cualquier candidato requiere reunir los avales de 7.000 afiliados para concurrir a esta nueva batalla interna, lo que se presume difícil con tan poco aire para moverse entre pasillos y provincias.

El apoyo a Díaz, según sostienen muchos en el PSOE, no es sólo un brindis hacia la galería. Hay quienes ven en la intensificación de la agenda de la consejera una especie de precampaña para dejarse ver y convencer en provincias. En los últimos meses, Susana Díaz ha aumentado su presencia en puntos como en Málaga. Preguntada ayer sobre su posible carrera hacia la cúspide del partido, declinó hacer declaraciones.

Sobre el tapete personal de Griñán, algunos barones socialistas pusieron el interés del presidente de la Junta por abordar las primarias conforme a la metodología habitual -que deja la decisión en manos de los militantes- y adelantase a la reforma de su partido, que plantea abrir la elección a ciudadanos no afiliados. También señalaron al peso de los ERE e, incluso, al nuevo coordinador de IU, que presumen más radical.

Todos estos movimientos fueron seguidos con especial atención en el conjunto del partido socialista. Incluida la sede central de Ferraz, donde la retirada de Griñán sonó como un globo a punto de estallar sobre la cabeza de Rubalcaba. Y, además, por una serie de razones que incluyen desde los motivos del presidente andaluz -al que se le atribuye el interés de potenciar un relevo generacional-como el propio peso de la federación regional del partido, que sigue siendo una de las más numerosas y potentes.

A nadie se le escapa, por otro lado, que el respaldo de Griñán fue determinante para evitar una rebelión en el PSOE. Por ejemplo, después de las derrotas electorales de País Vasco, Galicia o Cataluña.