José Antonio Griñán se marchará tras haber gobernado la región más poblada de España durante siete años -si agota la legislatura- con la «espina» de no haber ganado, por tres escaños, las elecciones autonómicas.

Presidente de Andalucía desde el 22 de abril de 2009, Griñán accedió al cargo tras la dimisión de Manuel Chaves, y casi tres años después, cuando tuvo que someterse al escrutinio de las urnas en los comicios de marzo de 2012, los electores dieron por primera vez la victoria al PP, aunque sin mayoría absoluta, por lo que ha seguido gobernando gracias a un pacto con IU, una coalición inédita en esta comunidad.

Griñán, el cargo institucional de más relevancia con que cuenta el Partido Socialista en España, ha manejado los tiempos políticos imprimiendo su sello personal, lo que ha desconcertado en no pocas ocasiones a sus propios compañeros, como cuando decidió convocar en solitario las últimas elecciones andaluzas, apuesta que se ha convertido en uno de sus mayores logros políticos al conservar el poder en la comunidad.

Amante de la ópera, lector empedernido, sus rivales le achacan cierta pedantería y los más cercanos alaban su solidez intelectual y una vasta cultura.

Casi un año después de que Chaves le pasara el «testigo» al frente de la Junta, Griñán le relevó también como secretario general del PSOE de Andalucía y, desde febrero de 2012, ocupa el cargo de presidente federal del partido, un puesto que también ostentó su mentor.

Ambos ocuparon además la cartera de Trabajo, primero nuevamente Chaves -entre 1986 y 1989- y, entre 1993 y 1996, Griñán.

Profesor del Derecho del Trabajo, como Chaves, su primer cargo fue el de viceconsejero de Trabajo de la Junta en 1982, aunque su carrera política se consolidó con la llegada de su antecesor a la Presidencia de la Junta en 1990, cuando le nombró consejero de Salud y, sobre todo, a partir de 1994 cuando regresó a la política andaluza.