De cero a cien en apenas un suspiro. De ser una auténtica desconocida más allá de las fronteras sevillanas a erigirse en la gran esperanza de futuro socialista en menos de dos años. Susana Díaz (Sevilla, 1974) ha vuelto a tirar del factor sorpresa esta semana para dejar caer, a ratos de forma sibilina, a ratos de forma contundente, que ya no quiere seguir caminando con IU y que prefiere saltar al vacío (con red o sin ella) para adelantar un año las autonómicas.

El anuncio podría llegar hoy, mañana a más tardar, y con él abre la presidenta de la Junta una etapa que llega cargada de incertidumbres. Y de mucha política. Es en ese terreno en el que la secretaria general del PSOE-A se mueve con más soltura. Comenzó en Juventudes Socialistas, a los 25 años fue elegida concejala en el Ayuntamiento de Sevilla y a los 39 ya estaba al frente del Ejecutivo andaluz, tras unos meses como consejera de Presidencia. Entonces, en septiembre de 2013, no todos apostaron por ella. Le auguraban un batacazo y no dieron credibilidad a sus promesas de un tiempo nuevo. Ahora, pocos en su partido se atreven a negarle méritos. Ha logrado mandar al pasado la etapa de Chaves y de Griñán, con más sombras que luces, y se ha convertido en la mujer fuerte del socialismo español, que ve en ella a la futurible presidenta del Gobierno (con permiso de Rajoy y del cada vez más cariacontecido Pedro Sánchez). Que haya sabido moverse con soltura en el complicado océano de la política es de pura lógica. Lleva media vida dedicada a ello. Y ha aprendido desde dentro todo lo que hay que saber de un mundo en el que los enemigos son más que los amigos. Por ello, cuando llegó a la presidencia tuvo claro que iba a rodearse de su gente de confianza: el secretario general de la Presidencia, Máximo Díaz Cano, el secretario de Organización del PSOE-A, Juan Cornejo, el consejero Manuel Jiménez Barrios o el secretario general de los socialistas malagueños, Miguel Ángel Heredia, sin descuidar la presencia de los suyos en todos los lugares de decisión para contar con gentes que defiendan sus proyectos.

Con Málaga tiene Susana Díaz una relación especial, sus visitas a la provincia han sido muchas, y ha impulsado el polo Sevilla-Málaga. A Heredia y a Francisco Conejo, número 3 del PSOE-A, los conoce desde los tiempos de Juventudes y hay una especial sintonía entre ellos. Sus decisiones las debate con los más cercanos, dicen que sabe escuchar, que no duda en consultar, en pedir opiniones, aunque es contundente en sus planteamientos y ha demostrado que es de carácter fuerte. Ese carácter le ha hecho falta en este último año para ir renovando tanto la Junta como el socialismo andaluz. Nuevas caras para una nueva época que ha buscado alejarse de los veteranos compañeros de Chaves y Griñán y de aquellos cercanos a casos como el de los ERE o los cursos de formación.

Susana Díaz, además, ha sabido conectar con la gente de la calle y se maneja bien en el terreno mediático, de ahí que muchos tertulianos de esos debates que han salido como setas en la televisión la nombren ya heredera del socialismo -un paso que recelan muchos barones del PSOE-.

Muy celosa de su intimidad, no ha podido evitar que su condición de mujer haya sido utilizada en su contra. Hay quien ha preferido hablar de sus cambios de estilismo y no de ese liderazgo que se ha labrado con constancia y los inevitables golpes de mando. Tras conocerse su embarazo se ha vuelto a hablar de su vida personal, de su marido, de las consecuencias de su maternidad. Pero esta trianera, cofrade y bética, que busca construir una izquierda fuerte que se identifique con Andalucía plenamente, ya ha dejado claro que no hay tiempo para el descanso. Cuando su hijo venga al mundo, habrán pasado dos citas electorales. Y en ellas se está volcando ya el PSOE. El adelanto de marzo servirá para hacer una primera foto fija y comprobar los efectos de la irrupción de Podemos. Si los datos son buenos en Andalucía, Díaz se hará aún más fuerte en el PSOE nacional y los suyos tendrán un punto de partida para las municipales de mayo. Otra cosa será lo que pase en noviembre. La presidenta y Pedro Sánchez parecen haber llegado a una tregua, pero todo puede cambiar a partir del 22M. Permanezcan atentos.