Aún no había arrancado oficialmente la campaña en Andalucía cuando el jueves una de las perlas del PP, su portavoz en el Congreso, Rafael Hernando, nos regaló otra de las perlas por las que seguro se recordarán estos días. Su objetivo, dejar claro que su partido es un partido de verdad, de gente seria, que se viste por los pies, y no como esos jóvenes recién llegados que aspiran a desembarcar en el Congreso y -el colmo de la desfachatez- a gobernarnos.

«Si hace unos años la alternativa de moda al PP eran los magenta de UPyD, con Rosa Díez a la cabeza, ahora están en boga los morados del chico de la coleta -en referencia al líder de Podemos, Pablo Iglesias-, o los de Naranjito -en alusión a Albert Rivera-», vino a decir. Descalificar por descalificar. Ningunear al rival. ¿Recuerdan a Mourinho cuando en un ataque de rabia incontrolable le metió un dedo en el ojo al fallecido Tito Vilanova? Cuando le preguntaron por el incidente respondió: «¿Pito, quién es Pito?» «Pito» fue, por ejemplo, el que poco después cogió las riendas del Barcelona y le ganó la liga. Pues eso, que está feo ningunear al rival, porque mañana te puedes arrepentir.

«El chico de la coleta» no sólo tiene nombre sino que además tiene una horda de seguidores en todo el país que amenaza el bipartidismo y, eso, aunque moleste al señor Hernando y a tantos otros, hay que respetarlo. Se llama democracia. «Naranjito» también tiene nombre, detrás de él hay un joven catalán que por cierto está encantado con el apelativo y que, para colmo de males de Hernando, amenaza con llevarse a algunos de sus no ya tan fieles votantes.

Todo eso puede que ocurra, o no, a finales de año, cuando vayamos a las urnas para elegir al nuevo Gobierno de la nación, pero antes, dentro de dos semanas, los andaluces votaremos en unos comicios que podrían servir de test de lo que vendrá en el futuro.

Podemos no presenta en Andalucía a Pablo Iglesias sino a Teresa Rodríguez, y las listas de Ciudadanos no las encabeza Albert Rivera sino Juan Marín. Dos candidatos que en principio no tienen el tirón de sus líderes pero que tratarán de aprovecharlo y que, si las encuestas no fallan, tendrán escaño en el Parlamento andaluz, probablemente grupo propio, y que sueñan, por qué no, con tener la llave del gobierno y fastidiarle a Susana Díaz su salto triunfal a Madrid.

Los partidos tradicionales, PSOE y PP, tienen ya sólo dos semanas por delante para intentar revertir esta tendencia. Dos semanas de campaña electoral y de bombardeo incesante de mensajes. Las propuestas, las promesas estrella, sólo llegarán a los incondicionales, a aquellos que asistan a los mítines, a los consumidores de debates televisados o a los lectores ávidos de prensa. Al resto de los ciudadanos les llegará lo anecdótico, las meteduras de pata de los políticos y las declaraciones desafortunadas de incontinentes verbales como Hernando.

La precampaña electoral ya nos ha dejado otras perlas, algunas en forma de vídeo como el de Monago y Los dos sures o el del PP andaluz y el Érese una vez. Ofensa y crítica pretendidamente constructiva. Una echa en falta otro tipo de tácticas y estrategias más limpias e inteligentes y, sobre todo, menos ofensivas y más respetuosas. Hay quien cuenta, por ejemplo, que la noche del jueves al viernes, cuando arrancaba oficialmente la campaña electoral y Podemos en Málaga celebraba su acto central en la plaza de la Merced, ésta estaba inusualmente oscura, menos iluminada de lo habitual. ¿Es eso cierto?, ¿fue casualidad? Las imágenes están ahí, que cada uno saque sus conclusiones.

Los ciudadanos merecen que se les trate con más respeto. Es fácil. Dejen que todo fluya con naturalidad, actúen, hagan propuestas, lancen sus mensajes, y los ciudadanos decidirán el 22 de marzo. Hagan una campaña limpia y piensen antes de hablar.

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