­Fue llave de gobierno, referencia incuestionable entre las fuerzas políticas andaluzas y hasta el quinto partido con mayor anclaje en España. Sin embargo, ahora ha tocado fondo. Que el Partido Andalucista no pasa por su mejor momento es algo que se podía inferir de los resultados de las últimas elecciones. Vapuleado por los escándalos, desmembrado por la falta de apoyos y ajusticiado por las metamorfosis de la política, la formación llevaba buena parte de la última década en un estado de convalecencia del que sólo parecía emerger con intentos reformadores y viejos nombres propios surgidos a la desesperada. Después de los pésimos resultados del 22M, el PA ha consumado agonía. Y lo que era un secreto a voces acabó ayer de cobrar forma de manera drástica: los andalucistas no volverán a presentarse a las elecciones.

Con esta decisión, el partido que fundó Alejandro Rojas Marcos firma, tras medio siglo de vida, su sentencia de muerte. Queda por saber cómo se organizarán las exequias, que han sido postergadas hasta una reunión prevista en Málaga para el próximo 12 de septiembre, cuando se decidirá la figura menos dolorosa políticamente para asentar la disolución del partido. En principio, el PA seguirá adelante con sus siglas para amparar a los últimos reductos de su poder territorial. La formación no tiene ni la más mínima intención de dejar que sus cargos electos se queden sin organización y se vean forzados a adquirir el estatuto de no adscritos. En la provincia, y tras los últimos comicios, los andalucistas cuentan todavía con 20 concejales y un alcalde, Miguel Alaya, en el recién estrenado municipio de Montecorto.

A pesar de estos números, las elecciones del pasado 24 de mayo significaron un nuevo tropezón en la ya larga carrera hacia el abismo de la organización autonómica. La formación, que en su día llegó hasta a mantener cinco diputados en Madrid, redujo a menos de la mitad su número de ediles, pasando de 43 a 20 y confirmando una tendencia de la que no se libran en ninguna de las provincias andaluzas. Ni siquiera en Cádiz, donde a través del exalcalde de Jerez y hoy procesado Pedro Pacheco el partido se encastilló en la garita de los que mandan.

El Partido Socialista de Andalucía (PSA), germen del actual PA, surgió en 1976 bajo la batuta de Alejandro Rojas Marcos y Luis Uruñuela, y se consolidó en las elecciones generales de 1979. La trayectoria del PA, nombre que adoptó definitivamente en 1984, ha estado marcada por el personalismo de sus liderazgos: los de Rojas- Marcos y Luis Uruñuela como padres fundadores y el del propio Pedro Pacheco.

Este personalismo logró lo mejor y lo peor del PA a lo largo de su historia. El liderazgo de sus hombres fuertes llevó a los andalucistas a tocar mucho poder pero también a protagonizar unas luchas intestinas entre sus respectivas facciones que se tradujeron en abandonos y refundaciones.

Aunque el PA siempre ha tenido representación en numerosas alcaldías andaluzas, el gran impulso se produjo en 1996 cuando el PSOE necesitó de su apoyo para poder dar estabilidad al Gobierno de Andalucía, ya que los socialistas no obtuvieron la mayoría suficiente para gobernar en solitario.

Este acuerdo se tradujo en la entrada del PA en el gobierno regional a cambio de dos consejerías -Turismo y Relaciones con el Parlamento-, una fórmula que se repitió de nuevo en los comicios autonómicos siguientes -los del 2000-, con un acuerdo de gobierno entre los socialistas y los andalucistas.

Entre medias de estas dos elecciones el PA logró sus mejores resultados en las municipales de 1999 pero las rencillas internas en las filas andalucistas afloraron por el choque de personalismos entre Rojas Marcos -padre fundador- y el carismático alcalde de Jerez.

La pugna entre los dos líderes -con sus respectivas facciones- llevó a la escisión del partido hasta el punto de que Pacheco creó su propia formación -el PSA- con el que recuperaba las siglas originales de los andalucistas. Esta escisión, probablemente, fue el principio del fin de un partido que se volvió acomodaticio durante los ocho años en los que estuvo de muleta del PSOE, un partido que en los comicios de 2004 ya no necesitó del apoyo de los parlamentarios del PA para seguir en el sillón de la Junta.