Quedó en libertad el 15 de febrero de 2012 y ha podido disfrutarla menos de seis años. Miguel Montes Neiro falleció este fin de semana y con él se va el preso más antiguo de España. En marzo de 2012 le hicimos una entrevista, poco después de salir en libertad y mientras preparaba su libro «El abrazo del náufrago». Recuperamos esa entrevista, en la que repasa su vida y sus impresiones sobre una vida que ha discurrido en su mayoría entrando y saliendo de la cárcel.

Ha estado 36 años en la cárcel y es libre desde hace 20 días. ¿Cómo se siente?

Me siento perfecto, en mi salsa, he vuelto a recuperar lo que me habían quitado, me noto realizado, antes estaba crudo allí dentro y aquí estoy lleno de euforia y vitalidad, estoy a punto de cumplir 62 años pero no me siento así. Cuando me veo en televisión me veo añejo, pero la realidad es que no me siento así, tengo ganas de jugar al fútbol, de hacer cosas que a mi edad no debería querer, ¡pero es que no las he hecho! y sobre todo tengo ganas de tener estabilidad.

Ha recorrido prisiones de todo el país. ¿Que opinión le merece el sistema penitenciario español?

He estado en todas menos en Asturias. El sistema lo veo demencial, de locos. Hay una avasallamiento, hay unos módulos que se llaman de respeto que no tienen sentido. Ahí está el que mató a la niña de Huelva, Mariluz. Ese está ahí en la cárcel como si fuera un guardia.

¿Ha visto a Santiago del Valle?

Yo si lo hubiera visto lo hubiera abofeteado, no me han permitido entrar allí. Ellos están protegidos, los violadores en las cárceles gozan de unas facilidades que los demás no tienen. Yo llevo sin entrar en una celda de castigo unos 20 o 25 años. ¿Pero quién te llama al orden? Hay muchos locos metidos a funcionarios. Se creen amos del mundo o pequeños dioses.

¿Le han tratado mal?

A mí no, no se lo he permitido. Los módulos de respeto son para verlos, la sociedad debería saber lo que hay ahí. Que te venga a registrar un mismo preso que tenga potestad para castigarte y que sea el que ha matado a Mariluz... Los violadores siempre están protegidos, son los primeros que salen de permiso, son confidentes.

¿Y qué le parece el sistema judicial? Usted siempre se ha visto víctima de él, pero dos gobiernos lo han indultado.

Más loco aún que el penitenciario, porque el juez te condena a algo que no sabe qué gusto tiene. Si te obligo a que comas de algo que nunca he probado... mal cocinero voy a ser yo. Los jueces te condenan a estar en un recinto penitenciario, pero es que allí eres mil veces condenado. A mí Lorenzo Castizal, juez de vigilancia de la prisión de Sevilla, me dijo que era un piñón más del engranaje de la justicia. Él me decía que sabía que había cosas de las que me habían imputado que eran imposibles. Entré por un delito que no cometí.

¿Hay mucho compadreo entre presos y funcionarios?

Sí, mucho chivato. Allí nadie puede hablar, antes al chivato lo echaban a otro patio, ahora echan al que no es chivato. Son muchos los que han entrado en el módulo de respeto. Y luego están los enfermos, que te enteras de que tienes una enfermedad a los 20 años, como yo. Le dijeron al Defensor del Pueblo que me lo habían dicho y que yo me había negado a medicarme. ¿A quién se le ocurre? ¿Cómo me iba a negar? Se lo podía haber pegado a mis hijas y perjudicarles. ¿Cómo no iba a querer curarme? ¿Quién se hace un corte y no se echa mercromina?

¿Ha hecho amigos en la cárcel?

Sí, muchos. Incluso etarras. He conocido a muchos y son buenas personas. Yo no juzgo el delito, salvo a los que han violado.

¿No juzgó que pusieran bombas?

No, casi todos están por atentados. Allí dentro no miras si has cometido un atentado, miras a la persona, su comportamiento. Son uno más, ellos tienen sus temas de política, pero yo soy apolítico.

¿Y nunca hablaron de política?

No, es que yo no sé. ¿Qué me va a decir, que le ha dado un tiro a un guardia civil? ¿Y a mí eso qué me reporta? No se tratan esos temas. Ellos están allí haciendo la vida normal, como los demás.

¿Cómo se enteró de que al fin iba a ser libre?

Me enteré por un amigo. Me dijo «mañana te vas», pero no me lo creí, me lo decían todos los días y llevaba 36 años yéndome mañana. A mí me sobra un puñado de cárcel, se tenían que haber sentado conmigo y haberme razonado mis condenas.

¿Qué sintió cuando vio que era verdad?

Me avisó el guardia y me dijo que tenía que hablar con mi familia, que me habían llamado. Y el teléfono no funcionaba bien, se cortaba. Me tuvieron que llevar a otro departamento, pero hasta que no salí no me lo creí. Por la mañana me dijeron que me iba a las 9.30, aunque le pedí a ver si podía ser antes. Pero al final fue más tarde por unos compañeros que estaban esperando a que les dieran metadona.

¿Se ve droga en la cárcel?

Sí, se ven muchos afectados, y hay droga también. Como bebidas alcohólicas, no las venden, pero se consigue por los funcionaros, que están borrachos todo el día. Es la verdad, he tenido problemas por protestar sobre eso, están haciendo su trabajo, no pueden beber. Le dije al subdirector de la cárcel de Granada que hiciera un registro, tras morir uno que se tiró por la escalera. No entiendo que entren con bolsas con bebidas y no pase nada y a la madre que le lleva hachís a su hijo la metan presa. El subdirector me dijo que si hacía algo lo echarían a la calle, se le echarían encima los sindicatos.

Hay corrupción, entonces.

Corrupción no, abusos. Se meten en la jaula, en la perrera, ellos están ahí esperando que se les pida algo. No salen para nada, para poner orden, si acaso. Ahora ya no muere la gente del sida, muere por la metadona. Los lunes, miércoles y viernes repartían somníferos, pero en cualquier módulo hay una cola tremenda para la metadona.

¿Usted tomó alguna vez pastillas en prisión?

Sí, para dormir. Porque cuando me echaba a dormir, quería dormir, pero la época en la que me decían ahora sales, ahora no, y me pasaba el día haciendo y deshaciendo la maleta fue muy dura. Hasta que no metieron mano los políticos no vi la luz. Es que te lo rompen todo, me dieron un indulto a una causa ya pagada, me descolocaron, me pareció un juego. Pienso que en mi expediente había algo escrito y que les prohibía ser decentes conmigo.

Siempre ha dicho que una mano negra se lo ponía difícil.

Una no, unas pocas. Ahora ya han desaparecido, se han quedado todos mancos.

¿Qué ha sido lo que más le ha gustado de su libertad?

Lo que tenía era muchas ganas de ver a mi familia, mis amigos, no he realizado todavía muchos sueños. Lo único que quería era irme de allí, salir corriendo de la cárcel, como hicimos cuando salí. Yo no me reía desde hacía 15 o 20 años, había perdido hasta las cosquillas. Me reconoce mucha gente, todo el mundo me ha apoyado, nunca he encontrado un opositor a mi caso.

¿Ha cambiado mucho el mundo desde la última vez que estuvo libre? ¿Cómo se lleva con las nuevas tecnologías?

Ahí he pinchado, porque no sé ni apagar un móvil. A ver si ahora mis niñas me enseñan a manejar el ordenador, no me quiero quedar estancado.

¿Cómo han llevado sus hijas estos años privado de libertad?

Hasta que no fueron un poco mayores mis niñas se creían que yo estaba trabajando. Venían a verme y me decían que no trabajara tanto, que para qué queríamos tanto dinero. Se creían que era una fábrica y que había un cristal porque se podían intoxicar con algún producto químico. Ya ve, mintiéndole a las personas que más quieres, pero no quería hacerles daño. Cuando estaba en la cárcel de Herrera, allí estaba protegido Anglés, el que mató a las niñas de Alcasser. Allí estaba en ingreso, como de ordenanza del carcelero. Yo le dije al carcelero que cuando vinieran mis niñas a verme no estuviera, porque como las mirara le saltaba un ojo.

Si pudiera dar marcha atrás, ¿evitaría las fugas?

No, evitaría la prisión, las fugas son las que me han dado vida, las que me han permitido estar con mis hijas. Mis hijas han nacido por las fugas. Cuando mi niña pequeña nació, en Marbella, seguí el parto por teléfono. Y a los dos días la madre me la trajo a la cárcel.

¿Cómo se vive en la distancia la paternidad?

Eso es lo que más duele. ¿A qué padre no le duelen los hijos? La sensibilidad no se pierde, se acentúa. Con una condena el juez busca el desarraigo, que te abandonen tus seres queridos.

Ha tenido suerte con su familia.

Mi familia y la ilusión de estar con ellos han sido mi apoyo, pensé que nunca iba a salir libre. Para comunicarte te dan diez llamadas a la semana de cinco minutos, pero yo tengo mucha familia. Hay una visita a la semana, de 40 minutos, los bis a bis son una vez al mes. Allí me han cogido dos móviles, te privaban de 14 días de paseos, igual por tener un móvil que una pistola.

¿Y cómo lo introdujo?

Se lo compré a un guardia por mil euros. Yo lo usaba para llamar a mis niñas para darles los buenos días y las buenas noches.

¿Y las huelgas de hambre?

He hecho tres, la última de 125 días. Pasados los primeros días pasa lo peor, además me daban unas ampollas de glucosa.

¿Ha pensado en pedir una indemnización?

Debería, pero el abogado lo verá. De la ley no quiero ni su dinero. Al principio me opuse a cobrar hasta el paro, pero me voy a comprar un horno para el barro.