Campaña electoral en marcha. Lluvia de misiles dialécticos. Sismógrafos activados. Las elecciones las carga el diablo y puede pasar cualquier cosa. En Andalucía, el dos de diciembre puede producirse un auténtico terremoto político. La placidez que describen las encuestas - «Susana ganará tranquilamente», «las derechas unidas no suman para gobernar» y pronósticos similares- no garantizan los resultados que finalmente salgan de las urnas. «El elector cada vez decide más tarde; incluso el mismo día de la votación», advierte Jose Félix Tezanos, catedrático que dirige el Centro de Investigaciones Sociológicas. Catastrófico si el PSOE no supera el 30 por ciento.

Sería sin duda un terremoto, con posibles réplicas en toda España, que las derechas sumaran más que las izquierdas desalojando del poder al PSOE, acomodado allí desde hace más de treinta años. Albert Rivera ya ha advertido de que, si suman, adiós a Susana. Sin dudarlo, dice, aunque en el PP no lo crean. Pero un temblor añadido se produciría si esa hipotética suma de diputados populares y de Ciudadanos necesitara un escaño más para formar gobierno, solo uno: justo el que el CIS atribuye por Almería al partido ultraderechista Vox. Menuda papeleta entonces para Casado y Rivera.

Otro seísmo no descartable es que, aunque las izquierdas sumen, incluso con mucha diferencia entre los resultados de PSOE y Unidos-Podemos, la candidata Teresa Rodríguez plantee un pulso tipo «No con Susana». Ni Pablo Iglesias podría socorrer a la hasta ahora presidenta andaluza, porque Podemos tiene incendios en varias comunidades y en Andalucía va por libre. En ese caso la situación induciría otro terremoto distinto porque Susana, que ya soportó ochenta días para formar gobierno en la anterior elección, sería capaz de convocar de nuevo a las urnas. Su Estatuto autonómico se lo permite si hay bloqueo. Su liderazgo personal es indiscutible y en su partido, más allá de ella, se adivina un desierto. Difícil situación.

Con riesgos tan pronunciados las elecciones andaluzas de dentro de dos semanas serán bastante más que un «termómetro político», como se dice, para medir como anda el patio español. Esas elecciones pueden inaugurar el año en el que la piel política de España cambie profundamente. Si Ciudadanos adelantara al PP en Andalucía, como algunos vaticinan, la formación de candidaturas locales se alteraría sensiblemente. Y el futuro de Pablo Casado se vería comprometido. Con las encuestas pronosticando en primavera el ascenso de Rivera, le salían «candidatos a candidato» en todas las ciudades y pueblos. Solo la inesperada llegada de Pedro Sánchez a la Presidencia amainó el vendaval y resucitó a personas dispuestas a competir bajo la marca PSOE. La acción del Gobierno será decisiva en estos meses. La simpatía inicial por el desalojo del poder de Mariano Rajoy puede malgastarla Sánchez si permite la acción de una «OCP», a saber, «Oficina de Cabrear al Personal», como la que Zapatero estimuló con ahínco.

Recuerden: obligación a todos los establecimientos de hostelería de hacer obras para separar zonas de fumadores de los no fumadores; y solo meses después, cuando ya estaban hechas y revisadas las reformas, prohibición total de que se fumara incluso allí. Añadan lo de reducir la velocidad a 110 kms por hora en carretera para volverla a aumentar cuando ya habían cambiando docenas de miles de señales de tráfico. Un despropósito. La precipitación con la que se anuncia ahora la próxima desaparición de los vehículos diésel y más tarde, en 2040, los de cualquier combustible -incluidos los híbridos-desconcierta a ciudadanos y alarma a las once plantas de fabricación de vehículos que existen en España. Ni la patronal ni los sindicatos asistieron a la reunión con la ministra de Industria para expresar su malestar. El cambio climático lo exige pero los cambios drásticos requieren pedagogía. Este Gobierno no encuentra, definitivamente, su fuerte en la Comunicación.