No hubo nada que celebrar. Ni tan siquiera un pequeño ágape. En San Vicente, la sede central del PSOE en Sevilla, las olas de shock empezaron a hacerse notar con los primeros datos de participación. Los interventores en las mesas dieron la voz de alarma desde primera hora de la tarde para avisar de la poca afluencia que se estaba registrando en las urnas. Si la movilización cae, la izquierda pierde. El fantasma de esta ecuación se fue agrandando a lo largo de la jornada electoral e impactó de lleno. La tardanza en el escrutinio, provocada por el retraso en el cierre de la mesa en Sanlúcar, ahorró a los socialistas que se contemplaran sus rostros desgarrados en la medida que los diagramas no iban subiendo en la manera que han acostumbrado siempre. Más que una cornada, los resultados fueron un auténtico revolcón. La constatación del fin de una era y de una pesadilla que comenzó con la convocatoria de unas elecciones anticipadas para obtener «estabilidad», y que acabaron como una película de terror para el PSOE.

En Málaga la situación era similar. En la sede del partido en la capital, la comparecencia del secretario general y cabeza de lista del PSOE, José Luis Ruiz Espejo, se demoró hasta las 23.20, una vez que se había acordado un mensaje común con el núcleo pensador en Sevilla. La argumentación expuesta, frenar el avance de la extrema derecha a toda costa, lanzando la apelación de aislar al partido de Vox, que ha puesto patas arriba el Parlamento con su entrada fulgurante con 12 escaños. En las cabezas de los socialistas, a pesar de todo, la certidumbre de que se perderá el Gobierno. Así lo indicaban las caras. Un poema es poco. Algunos que ya estaban planeando su vida en Sevilla tendrán que darle una vuelta y ver cómo se enganchan de nuevo en Málaga. Por primera vez, el PSOE, que se conoce Andalucía como la palma de su mano, no fue capaz de leer con claridad los signos que le estaban mandando en la calle. ¿Apurar la legislatura hubiera servido de algo? Ya da igual porque en el PSOE se está formando una tormenta. Nubarrones negros que venían también desde Madrid. Cuando las heridas no se cierran del todo y sanan bien, se corre el riesgo de que empiecen a supurar con un mínimo rasguño. Y el 2D ha sido para el PSOE mucho más que una herida superficial. A primera hora de la tarde saltó una comunicación de la agencia EFE: «El PSOE abre la posibilidad a la dimisión de Susana Díaz». Había tomado la palabra el secretario de Organización, José Luis Ábalos. A la dirección nacional le gustaría pasar de puntillas por esta derrota, pero no puede. Pedro Sánchez es el otro gran damnificado de la noche. «Cada dirigente político sabe las decisiones que tiene que tomar en cada momento», dijo Ábalos. Lo opuesto a un respaldo cerrado. En Sevilla, de alguna manera, Díaz todavía estaba en fase de negación. Dejó claro que no contempla una dimisión y que tiene la obligación de intentar formar un gobierno por ser la fuerza más votada. En algún momento, tendrá que tomar contacto con la dura realidad. Es casi comprensible que apenas 24 horas después de una derrota de tal magnitud no se hayan atado todos los cabos para ofrecer un análisis más cercano a las posibilidades de uno. Preocupación también en los miles de trabajadores cuyo futuro está en el aire. Al final, así se dice, es uno de los mayores empleadores de Andalucía. Quien no tenga una plaza, tendrá que hacer encaje de bolillos para ver como sortea un ola de despidos que se intuye masiva, una vez que el nuevo Gobierno eche a rodar.

Dos para un puesto

La felicidad en el bloque de los partidos ubicados en el arco de la derecha ha dado paso a los posicionamientos. En este caso, con el candidato del PP y el de Ciudadanos, Juanma Moreno y Juan Marín. Con ambos partidos reclamando la presidencia de la Junta, no hay que descartar ningún escenario. Al final, la seducción de estar en el poder es enorme. A primera hora de la mañana, algunos militantes del PSOE empezaron a hablar de la posibilidad de fraguar en la Junta un acuerdo similar al que se hizo en el Ayuntamiento de Mijas. Un 'acuerdo Mijas'.

Los números dicen que la presidencia de Marín es posible. Para que prospere una investidura de Marín, el PSOE debería poner a disposición de Ciudadanos sus 33 escaños cosechados para que se puedan sumar a los 21 obtenidos por la formación naranja. La suma de ambos daría 54 escaños, casi los 55 que marca la mayoría absoluta. Por ello, también es necesaria la implicación de Adelante Andalucía en este escenario, ya que los de Teresa Rodríguez, con sus 17 escaños, tendrían que abstenerse en una hipotética investidura de Marín.