Juan Manuel Moreno Bonilla es el primer presidente de la Junta de Andalucía, desde el pasado miércoles, nacido en Málaga. También inaugura el casillero para el Partido Popular andaluz, que lleva 37 años viendo cómo un presidente tras otro salen de las filas del PSOE. Ahora ya ha dejado de ser Juanma para convertirse en el masca de un territorio que ha pedido cambio en las últimas elecciones, pero el malagueño, que tiene sobrada experiencia en gestión de marrones, tendrá que hacer frente, al menos, a seis tensiones o retos si quiere culminar la legislatura y optar a un segundo ciclo de gobierno. De su habilidad para manejarse en aguas tan procelosas como las de la política autonómica habrá de sacar toda su pericia y el problema es que, salvo en el PP malagueño (y no en todo) y en otros enclaves populares periféricos, no puede confiar en nadie más que en sí mismo.

El primer reto está claro: encajar el juego de fuerzas de la derecha andaluza. La que representa el PP (ahora es el ala liberal heredera de Aguirre y Aznar la que manda); la de Ciudadanos, moderada y liberal pero con un evidente discurso humanista; y la montaraz, la de cuartel y sacristía, que representa Vox. Juan Marín, presidente de Ciudadanos en Andalucía, ya dijo desde la tribuna que a él sólo se le podían pedir cuentas del pacto que había firmado con Moreno Bonilla, por lo que de las medidas acordadas por los populares con Vox, nada de nada. Los ultraderechistas se han quejado de eso. Marín ni siquiera pronunció la denominación del partido de Santiago Abascal. De cómo integra visiones tan opuestas, pese a pertenecer al mismo espectro ideológico, dependerá buena parte de su éxito.

El segundo reto es evidente: Juan Manuel Moreno es sorayista y con Mariano Rajoy fue secretario de Estado de Igualdad y Derechos Sociales, el número dos de Ana Mato, la dimitida ministra más apta para hacerse fotos que para hablar en público o gestionar nada. Sacó muchos marrones adelante en lo más tormentoso de la crisis. Por tanto, tiene experiencia en gestionar y eso es básico para un puesto del calado del que ahora ocupa. Juan Manuel Moreno, contra todo pronóstico y con la mitad de escaños que sacó Javier Arenas en 2012, ha hecho historia y eso, en parte de su partido, no se lo van a perdonar fácilmente. El PP sevillano había terminado de construir la pira funeraria para incinerar los restos del cadáver político de Moreno el 3 de diciembre, tras el presumible descalabro que luego no fue tal. Incluso, se intuye preparada para entonces la hoja de ruta con la que asaltar la cúpula del PP andaluz para situar en ella a una gran dama ducha en la gestión local que el martes y el miércoles andaba como un fantasma por los pasillos del Parlamento andaluz. ¿En quién puede confiar Moreno en Sevilla? Haría bien en apoyarse en caras conocidas y esas provendrán de Málaga y de otros pepés periféricos, hartos del centralismo sevillano también en sus filas.

El tercer reto tiene que ver con el PSOE. Hasta hace unos días, los analistas decían que los socialistas andaluces eran el partido que más se parecía a Andalucía, por eso ha gobernado durante 37 años. Susana Díaz, en sus últimos minutos como presidenta, hizo un discurso de gran altura, alejando de su horizonte el túnel de salida que quieren construirle en Ferraz los suyos. El caso es que el PSOE tiene una gran implantación en el territorio y, pese a todo, ganaron las últimas elecciones muy lejos de la mayoría absoluta. Y la Junta ha servido a los socialistas para ubicar a los suyos en todas las provincias, por lo que la Administración autonómica que hereda está trufada de ellos. Muchos saldrán, pero no todos. Ahí tiene mucho que hacer Moreno.

Otro de los retos, el cuarto, es fundamental. Ha de saber si es capaz de acabar con el centralismo sevillano que ha presidido la gestión de la Junta desde sus inicios. Se han hecho cosas en muchas provincias, pero es un hecho que el aparato del Ejecutivo andaluz en la periferia se ha desdibujado en los últimos años para fortalecer a las consejerías. Carmen Crespo, portavoz popular, lo dijo claro: ahora por fin, vino a relatar, se va a hacer la autovía de Almanzora (Almería). Fue un qué hay de lo mío elegante. Y así todas las provincias que no son Sevilla. Moreno, en su discurso de investidura, no pronunció en ninguna ocasión el nombre de Málaga. Lo haría a posta, a buen seguro. Para qué buscarse problemas desde el primer día. El propio alcalde malagueño, Francisco de la Torre, ya le ha puesto deberes con una treintena de proyectos autonómicos empantanados en la capital. ¡La de listas que habrá en toda la comunidad! Ya ha anunciado que va a llevar el Consejo de Gobierno a todas las capitales. Bien. ¿Será capaz de llevarse, también, las sedes de algunas consejerías a otras ciudades? Por ejemplo, algo que nadie entiende: ¿por qué Turismo no está en Málaga? Parece el hombre necesario para superar esa teoría de las dos velocidades, una para el eje Málaga-Sevilla (eso dicen) y otra para el resto. Sin embargo, la historia demuestra que es difícil corregir la inercia en política y más si se trata de una administración como la Junta, con un enorme aparato administrativo. Sin embargo, muchos han puesto en Moreno los ojos para ver si es lograr de gobernar para toda Andalucía.

El quinto reto tiene que ver con la economía. La campaña ha sido convulsa y se han prometido demasiadas cosas. Pero como él dijo en su discurso de investidura, ahora viene la desaceleración. Con el tiempo, ese parón paulatino de la economía podría, o no, convertirse en una crisis. Y su programa (y el de Ciudadanos) está trufado de recetas liberales. Para empezar, hay una brutal bajada de impuestos en el horizonte para que los andaluces, según explicaron, tengan más dinero en el bolsillo: se eliminará en la práctica el Impuesto de Sucesiones y se va a rebajar el tramo autonómico del IRPF. Teresa Rodríguez, la líder de Adelante Andalucía, le pidió que explicase cómo iba a pagar su acción de gobierno bajando la presión fiscal de una forma tan destacada. Parece que la idea, como él mismo ha dejado entrever es trasladar el modus operandi del PP en la Comunidad de Madrid a Andalucía. Los recortes en educación y sanidad han sido muy destacados en los últimos años. ¿Si se bajan los impuestos, cómo se van a pagar las reformas anunciadas en ambas administraciones? Se ha prometido la recuperación de todos los derechos perdidos por los funcionarios y la subida salarial para médicos y maestros, entre otros puntos, así como acabar con la subasta de medicamentos, que ha ahorrado, según Susana Díaz, hasta 500 millones de euros. También adelgazar la famosa Administración paralela y una auditoría. Díaz ya sospecha de que la idea va a ser privatizar, es decir, entregar a la gestión privada muchos servicios públicos que dan esas entidades y apuntó a Veiasa como ejemplo, la sociedad de la ITV, que da beneficios.

No es un secreto que en Madrid también se intentó privatizar la gestión pública de los hospitales y aquello terminó como el rosario de la aurora. En el programa se habla de impulsar la educación concertada. Y la gran pregunta, ¿podrá crear los 600.000 puestos de trabajo que ha prometido? Moreno ya ha hablado de desaceleración.

El último reto será saber si es capaz de capear las subidas de tono y las propuestas más polémicas de Vox. Estos no renuncian a derogar la ley andaluza de violencia de género, a expulsar 52.000 inmigrantes (algo que es competencia del Estado) o a cargarse la Ley de Memoria Histórica. Tal vez la tercera de las normas sea la que corra más peligro, porque Moreno no quiere dar un paso atrás en la primera y la segunda, la colaboración en la «deportación» (como la llamó Díaz) de 52.000 seres humanos, no le apetece mucho y además, y esto es importante, los médicos de la sanidad pública ya han dicho que ellos no van a delatar a nadie.

Pero sus socios aprietan y en el debate de investidura el líder de Vox en la región, Francisco Serrano, insistió en que su propósito es cargarse la ley de violencia de género y dijo estar «hasta la gorra y el gorro» del lenguaje inclusivo, haciendo bandera de su postura. Está por ver que puedan conseguir todos sus objetivos, aunque parece que no tienen intención de dar un paso atrás, ni en lo que han firmado ni en lo que se ha quedado fuera del acuerdo.

De cualquier forma, Moreno ya ha hecho historia. Está por ver si la podrá seguir haciendo.