A sus 89 años, José Marfil Peralta tiene un objetivo marcado en la vida. «Mi misión es que se conozca mi testimonio, para que la juventud defienda su libertad y lleve una vida tranquila y en armonía. Lo que me queda es poco, pero lo consagro a esta memoria». Marfil es el reflejo de lo que fue la barbarie nazi en la Segunda Guerra Mundial, siendo uno de los supervivientes del campo de concentración más sanguinario que se conoció en la Historia: el de Mauthausen.

Durante cerca de cinco años, desde las navidades de 1941 hasta 1946, Marfil consiguió mantenerse vivo durante uno de las etapas más terroríficas que recuerda en su vida. Para él, «fue la suerte» el hecho de que pueda contar hoy su relato. Sin embargo, su habilidad como carpintero, trabajo que aprendió desde muy joven, fue su salvavidas para evitar ser exterminado. «Hacía muebles, y eso me ayudó a sobrevivir allí».

El periplo hasta llegar a la localidad austríaca fue largo. En 1921 nació en Rincón de la Victoria y a los tres años tuvo que dejar su tierra natal debido a los traslados profesionales de su padre, inspector de aduanas, llegando hasta Barcelona. Tras declararse la Guerra Civil, el padre combate fiel a la República, y cuando cumple 18 años, tienen que exiliarse a Francia.

«Ingresé en el ejercito francés, dispuesto a vencer al fascismo. Queríamos luchar por la paz y entonces fui una víctima más de la historia». Fue hecho preso, junto con su padre, por los nazis y llevados a los stalags (campos para prisioneros de guerra). Posteriormente, fueron declarados apátridas y llevados al campo de Mauthausen, el primero de categoría III: equivalente a exterminio. Su padre fue el primer español deportado en morir allí, al igual que miles y miles de personas.

Muchos recuerdos se vuelven a la mente de Marfil, como caminar por el lugar «y ver a cada lado, cadáveres que se acumulaban», señala. «El hombre era un palo que había que quemar, y necesitaban únicamente a gente para trabajar. Era un campo para exterminar, algo único en el mundo y no visto en otras guerras», asegura.

Fue con la llegada del ejército americano a Mauthausen cuando acababa la pesadilla. «Para mí, fue como nacer por segunda vez», apunta con voz tranquila. En otras ocasiones y con motivo de homenajes a las víctimas del nazismo, ha visitado el campo de concentración austríaco. Solo 2.000 de los 20.000 españoles apresados saldrían de allí con vida.

No volvió a España, y fue en Perpiñán (Francia) donde fijó su residencia. Esta semana, y tras más de ochenta años, se ha empeñado en conducir su propio coche desde Perpiñán hasta Rincón de la Victoria para poner los pies en su tierra natal: «Aquí me voy quedar una semana».

Su testimonio se enmarca en las II Jornadas de Recuperación de la Memoria Histórica, que se desarrollarán en el Ayuntamiento de Rincón de la Victoria. La ponencia de hoy será La historia oculta de las fosas con responsables de exhumaciones en Málaga, como las llevada a cabo en Alfarnatejo.

Mañana, continuarán las jornadas con Los niños de la Guerra y por la tarde con Un malagueño en Mauthausen, con el testimonio vivo de José Marfil. Su historia también la ha llevado a un libro, que ha sido editado en Francia bajo el título: He sobrevivido al infierno nazi.