Dorothy Wells descubrió Cómpeta el verano pasado, a través de la fotografía que puso en Twitter uno de sus mejores amigos. Soñó en Londres, durante todo el invierno, con conocer el pueblo con «montañas a su alrededor» y «muy blanco». El destino quiso ayer que, sólo tres días después de alojarse en una casa alquilada y mientras barajaba con su familia adquirir una segunda residencia en el pueblo, las llamas asolasen la sierra.

«He pasado mucho miedo. Temí que las llamas con el viento bajasen al pueblo y me he preguntado toda la tarde por qué ha ocurrido todo». Así explicaba a otras vecinas de la urbanización Cruz del Monte su desgraciada experiencia vacacional. Esta inglesa, como muchas otras personas de diferentes nacionalidades y procedencias, se agolpaban ayer en el Portichuelo, el punto más elevado de la carretera que comunica Cómpeta y Torrox. «Los bares de aquí ya casi ni recuerdo cuándo han estado así», le explicaba un guardia civil de la zona a uno de sus mandos.

Las horas de mayor confusión se registraron justo cuando los competeños estaban a la mesa. Pasada la una de la tarde, el 112 recibía la llamada de atención de una joven que se identificó como Sandra. Al observar una densa columna de humo a una distancia de algo más de cinco kilómetros, desde el límite con el término municipal de Torrox, no dudó en alertar a los servicios de emergencias.

De esa manera, al ser detectado muy pronto el fuego, las viviendas más cercanas pudieron desalojarse en pocos minutos. Antonio Navas, que se encontraba de romería en Canillas de Albaida, relataba su experiencia como integrante, durante los setenta, de antiguos retenes. «He revivido casi cuarenta años después el gran incendio de estas sierras, que empezó aquí en Canillas y que en apenas 48 horas llegó al término municipal de Nerja. Fue lo más dañino para el turismo y la riqueza de estos pueblos que hubo durante la segunda mitad del siglo pasado». Ayer, mujeres y niños, con lágrimas en los ojos, volvieron a emocionarlo a él.