­La tertulia gatuna que a diario se celebraba a los pies de la tumba de la pensadora María Zambrano, en el principal camposanto de su Vélez Málaga natal, ha dejado de ser. Ya no podrán rememorarse, como durante el último cuarto de siglo, los versos que el poeta cubano José Lezama dedicó a la pensadora y a sus principales discípulos: «Tiene los gatos frígidos/y los gatos térmicos/aquellos fantasmas elásticos de Baudelaire/la miran tan despaciosamente/que María temerosa comienza a escribir».

Detrás de la desaparición de la colonia felina que tantos domingos concentró la atención de visitantes anónimos y conocidos ni siquiera se descarta que esté la acción pública. O al menos así lo relataba días atrás el portavoz municipal de IU en el Ayuntamiento veleño, Miguel Ángel Sánchez: «Tal y como nos ha indicado la Asociación Defensa Animal, puede que la captura y el posible sacrificio de estos gatos haya partido de la empresa a la que la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol-Axarquía tiene adjudicada la recogida de animales abandonados».

Cuentan ciertos biógrafos de la filósofa veleña que Zambrano era tan animalista o amante de los gatos como republicana. Recordaba a este periódico uno de los vecinos del cementerio veleño, José Antonio Márquez, que la tertulia gatuna era patrimonio de la ciudad de Vélez Málaga: «Desde que los restos de María fueron trasladados a raíz de su fallecimiento en Madrid, a principios de 1991, resultaba mágico ver a tantos gatos a diario cerca de ella. Ya sabemos que ella se tuvo que ir de España por republicana, pero luego se mudó de Roma a Suiza porque un vecino suyo en Italia no soportaba tanto gato».

Los felinos que han sido durante décadas los mejores guardianes del lugar donde yace la pensadora española más universal ya no están. Y se preguntaban ayer los allegados de Márquez si habrá quien no soportándolos, se haya tomado la justicia por su mano, lo mismo que aquel romano que forzó un segundo exilio de Zambrano, sin que ella todavía no hubiese digerido el primero.

Quien obtuviese en 1981 el Premio Príncipe de Asturias o, apenas siete años después, el Premio Cervantes, solía viajar con 12 o 13 gatos, uno por cada signo zodiacal. A la tumba, en los últimos años, había ocasiones en las que peregrinaban hasta una veintena. En una de las imágenes de archivo facilitadas por los vecinos pueden verse a dos de ellos, tranquilos, impasibles. Porque ayer mismo la quietud del camposanto veleño apenas la quebrantaba algún curioso, o allegados de los difuntos, puestos a llevar flores ya pasado otro 9 de noviembre (que diría Cecilia).

María Zambrano peregrinó en su exilio por Cuba, Estados Unidos, Francia, México y hasta Puerto Rico, más allá de las reseñadas estancias en Italia y Suiza. En estos últimos países permaneció junto a su hermana Araceli. Esta última era la encargada en muchas ocasiones de narrar el día a día en la capital italiana, donde habría reunido más de 70 felinos.

Para la veleña eran la fiel estampa de la libertad democrática. A un gato no se le somete. Son independientes, de espíritu y por su forma de vida. Pero al mismo tiempo se les puede identificar por su respeto e integridad respeto a las personas. Hasta los 87 años de edad estuvo María unida a alguna de sus gatas: Rita, Pelusa, Blanquita, Tigra, Lucía,... Puede que ellas mismas establecieran esa guardia que a modo de tertulia gatuna tanto se echa ahora de menos en la capital de la Axarquía.

En la misiva que IU ha remitido al alcalde veleño, Antonio Moreno Ferrer (PSOE), al objeto de averiguar qué ha ocurrido con la colonia, se específica «la importancia y el especial simbolismo que tenía para muchas personas».

Visitar la tumba permitía rememorar tanto el amor como la defensa que Zambrano demostró en vida hacia estos animales. La pregunta evidente que todos se hacen ahora es la misma: «¿Quién ha decidido acabar con el mejor legado animal de la filósofa y cuáles han sido los motivos para actuar de esta forma».