Consumir aceite de oliva de manera habitual, y aún más si se acompaña de frutos secos como parte de la típica dieta mediterránea, no sólo contribuye a alargar la vida, incluso reduce en un 68% el riesgo de sufrir cáncer de mama. El investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona Eduard Escrich recordó ayer en Vélez Málaga aspectos que ya salieron a la luz durante la década pasada, en base al estudio español que analizó durante casi 5 años la evolución de más de 4.000 mujeres. Aquel análisis fue impulsado por la Universidad de Navarra y el Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn).

Escrich participó ayer en los cursos de verano de la Universidad de Málaga en la capital axárquica y se refirió a las ventajas del aceite de oliva virgen extra frente a los aceites de semilla. En el ciclo denominado «El aceite de oliva, salud, cultura y riqueza de los pueblos mediterráneos», este profesor especificó que la prevención del cáncer de mama se desarrolla «a través de diversos y complejos mecanismos, como la inhibición de las vías de proliferación de las células tumorales».

También se refirió a que el aceite de oliva es culpable del proceso denominado apoptosis, «una muerte genética programada de estas células». Aunque de momento existen modelos experimentales, en los humanos el principal resultado es que hay toda una serie de factores de riesgo, «condicionados a los estilos de vida, y que el más determinante es la cantidad total de grasas ingeridas».

Escrich aseguró que los tumores desarrollados por las personas alimentadas con una dieta en la que prima el aceite de oliva son «de bajo grado, mientras que en el caso de aceites de semilla, son de alta malignidad». En este sentido sí que especificó que no hay ningún alimento que pueda ser considerado malo, sino que es «el mal uso de los mismos lo que puede hacerlos perjudiciales». Como en jornadas anteriores, de nuevo insistió en que actualmente en los «países desarrollados se está comiendo demasiado». La falta de hábitos saludables en la alimentación se ha empezado a convertir en el principal mal de toda una generación.

«Una mujer con un cáncer de mama en estado avanzado tiene que tener cuidado con las grasas, incluso con las saludables; habría que reducirlas porque no dejan de aportar calorías y la célula cancerosa es una célula que necesita mucha energía para funcionar, muy vital», expresó. El investigador señaló que las campañas de prevención que se ejecutan con respecto al cáncer de mama «no están teniendo una respuesta alta, pero sí ha apreciado un cambio en las mujeres a la hora de afrontar la enfermedad», concluyó.

«Antes llegaba una enferma con un tumor muy avanzado porque sabía que tenía algo pero no había ido al médico, y ahora eso ha cambiado y las mujeres son más activas», espetó el propio Escrich.