La Brigada de Salvamento Minero de Hunosa desplazada a Totalán para ayudar en el rescate del pequeño Julen del pozo en el que cayó el pasado domingo lleva más de un siglo participando en actuaciones a la desesperada para salvar vidas en minas y túneles de los que siempre son los últimos en salir.

Así, dos ingenieros, dos técnicos y cuatro brigadistas se han sumado a los equipos que trabajan para acceder al lugar donde se supone que puede encontrarse el menor, a unos 80 metros de profundidad y debajo del material compacto que se está extrayendo.

Los expertos mineros movilizados para la búsqueda de Julen forman parte de una brigada constituida en 1912 a instancias de la empresa Duro Felguera y a la que se fueron sumando otras compañías con el objeto de unificar las pequeñas brigadas de cada una y dotarlas de mejores medios para aumentar su eficacia ante los accidentes.

Tras la progresiva desaparición de las explotaciones de carbón, la hullera pública Hunosa asumió en su integridad la gestión y el mantenimiento de un equipo ahora formado por una quincena de brigadistas que mantienen su sede en las instalaciones del pozo Fondón, ya cerrado al igual que el resto de minas de la empresa salvo el pozo San Nicolás, y sede además de su archivo histórico.

En esas instalaciones permanece de retén una brigada de diez de sus mineros para actuar ante emergencias y realizar simulaciones dado que el conjunto de sus integrantes, todos ellos voluntarios, simultanean esa labor con su trabajo habitual en los pozos.

Al margen de los rescates mineros, la brigada ha sido requerida también para operaciones de salvamento en túneles o cuevas y está especializada además en actuaciones en espacios confinados con atmósferas irrespirables, un ámbito en el que está considerado el cuerpo de rescate más experimentado del país.

De esa forma, sus integrantes han formado a agentes del Tedax de la Policía Nacional en microvoladuras controladas aplicables a rescates de personas atrapadas en derrumbamientos o se han sumado al intento de rescates como el de un espeleólogo francés fallecido en 2017 en una cueva de la localidad vizcaína de Galdames.

Su trabajo ha sido reconocido con diversos galardones, entre los que figuran la Medalla de Oro con distintivo azul del Mérito de la Protección Civil Española concedida en 2007 o la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo que obtuvo en 1972, distinciones a las que se suman las medalla de plata de Asturias y de la Cruz Roja.

Su apoyo también fue solicitado para actuar en la mina Pasta de Conchos, en Coahuila (México), un accidente que acabó con la vida de 65 trabajadores, siguiendo así una trayectoria en rescates mineros con víctimas que se inició en mayo de 1914 cuando, dos años después de su puesta en marcha, acudieron al emblemático pozo María Luisa donde una explosión de grisú causó la muerte de cuatro operarios.

El grisú estuvo también detrás del accidente más grave de la minería española en las últimas décadas, el del pozo San Nicolás en 1995 en el que fallecieron catorce trabajadores. El hijo de uno de ellos forma parte ahora de la brigada que afronta el rescate de Julen para ser, una vez más, los últimos en salir.