Es difícil sintetizar en un puñado de párrafos la dilatada trayectoria personal de Antonio Montañez. De hecho, al Ayuntamiento de Moclinejo le costó sobremanera la elaboración del preámbulo al sentido homenaje que días atrás le dedicaba. Pero después de ejercer a lo largo de dos décadas de principal embajador turístico del municipio, bastaba con observar en dicho acto la pléyade de artistas malagueños congregados para saber de la importancia de su figura.

«No es habitual ser profeta en tu tierra, pero imagino que lo mío es una excepción. Cuánta emoción es ser homenajeado en tu pueblo, rodeado de los tuyos y en el lugar en el que naciste», relataba quien ha sido además concejal durante estos últimos ocho años. No obstante, su pasión por lo público, como mecenas antes que político, viene de lejos. Allá por 2004 afrontó, con un plazo muy definido de acabar la construcción justo en 365 días, la edificación de la Casa Museo de la pedanía de El Valdés, situada en los accesos por carretera a Moclinejo, ya dentro del propio término municipal.

Creó una auténtica joya, con la peculiaridad de que empleó mucho material de derribo, tomado de las demoliciones que, como carpintero profesional, había presenciado durante la mayor eclosión de la construcción a lo ancho de toda la Costa del Sol. En esta obra inspirada en Gaudí y en otros arquitectos modernistas recopiló hasta un sinfín de chimeneas propias de los más diferentes cortijos demolidos en la comarca de la Axarquía. Pero también, en su interior, logró reunir un legado extraordinario e incalculable de pinturas y esculturas donadas por los más afamados artistas de la zona, de Evaristo Guerra a Paco Hernández.

A sus 68 años de edad ya cumplidos, recuerda que esa etapa de su vida fue frenética. La casa en El Valdés, que acabaría convertida en museo, tenía hasta siete cuartos de baño «que alicataba a uno por día. Soy de los que coge algo y se pone a la carrera; con mucho de su parte. Y eso que tampoco me sobraba el dinero. Por la noche soñaba y de día en mi cabeza plasmaba los planos que había ideado».

Y es que haber sido carpintero de profesión y haber estado décadas al frente de Cocinas Montañez en Málaga capital le concedía una especial habilidad espacial para el diseño. Su magna obra no tardó en acaparar portadas en medio mundo, por la evocadora síntesis que suponía la luego denominada Casa Museo de la Axarquía (www.casamuseoaxarquia.es), de forma que instauró visitas gratuitas para extranjeros y público nacional. De hecho, ejerce aún de guía cada primer sábado de mes, en horario de diez de la mañana a dos de la tarde.

«Pasaron los años y me planteé seguir haciendo cosas por mi pueblo y eso fue lo que me llevó a presentarme por el Partido Popular y a conseguir en 2011 el acta como concejal que he mantenido hasta hace unos días. Creo sinceramente que de estos ocho años me llevo mucho en cuanto a satisfacción personal. Hemos situado a mi localidad, El Valdés, y al conjunto de Moclinejo en el mapa de las rutas turísticas, gracias a la Casa Museo, al otro museo que llegó de la mano de la Fundación Antonio Segovia Lobillo, y a otros emblemas que se han construido, como la Fuente en la plaza de la Axarquía o la entrada al pueblo de El Valdés», expresa también emocionado.

En la lista figura también el parque infantil que acaba de terminar junto a la Casa Museo. Pero en este caso la historia de su construcción merece mención aparte. Y es que Antonio decidió construirlo bajo el mismo prisma modernista de su recinto museístico. Ahí, pese a ser concejal, reservó fondos particulares y empleó las horas que le dejaba la política activa para ponerlo en pie. «Es un proyecto que me ha llenado de satisfacción y que se quedará aquí como legado», dice.

Ni su precario estado de salud en el último año le ha desgastado. Ya recuperado y con vistas al futuro, Antonio ha empezado a crear sus propias esculturas y prepara «otra casa especial» en Torremolinos.