La selección española continúa con paso firme en la Eurocopa. Sin la tensión del primer día, mucho más confiada en su inmutable idea de juego, y con un rival debilitado por sus líos internos, España se procuró una noche tranquila en una lluviosa noche en Niza. Para ello, recurrió a las ideas de siempre, las que solo fallaron en el Mundial de Brasil: tocar la pelota y marear al contrario hasta que caiga como fruta madura. Turquía se desvaneció nada más encajar el primer gol y de ahí en adelante, sin nada que ofrecer en ataque y con una defensa repleta de despistes, la tarea fue mucho más sencilla para la selección.
Pero no hay que restarle ningún mérito a España. Aún sabiendo que el cerrojo turco iba a ser más considerable que el que colocó la República Checa, tuvo paciencia para creer en lo que hacía. Curiosamente, fue una innovación la que abrió el marcador. Nolito, con una chispa y una ilusión muy necesarias, buscó la cabeza de Morata, un futbolista que no se prodiga en el juego aéreo. Son las variantes que perseguía del Bosque, las que no aparecieron hace dos años, y que ahora se incluyen en un libreto táctico con más soluciones.
España nunca se relajó. Con la misma astucia con la que sorprendió en el primer tanto, Nolito apareció dentro del área para sacar provecho de la desidia de Turquía. Morata hizo la sentencia y confirmó que la delantera del equipo, formada por él y por el futolista del Celta, es ahora insustituible. El entendimiento entre ambos prospera. También el de Cesc y Silva con Iniesta y Busquets, aunque en ocasiones el juego de los dos primeros necesite de una velocidad superior para habilitar los amplitudes necesarias en el césped. El fútbol moderno es, básicamente, una cuestión de hallar espacios, y ahí España no tiene rival. Hasta la fecha, ninguna selección ha exhibido la exuberancia ofensiva de España.
El partido deja también como apunte la irascibilidad de los hinchas turcos contra su selección, una reacción que puede sorprender teniendo en cuenta que su nivel actual dista mucho del que tuvo a principios de la década pasada, cuando alcanzó las semifinales en el Mundial de 2002. Y, por cierto, las bengalas volvieron a hacer acto de presencia, un hecho que lleva camino de convertirse en deplorable costumbre.
Con la clasificación amarrada, Del Bosque tendrá tiempo para reconocer el trabajo de los suplentes, a los que confiere una gran importancia sentimental y futbolística. Bruno, Azpilicueta y Koke tuvieron su oportunidad y no es descartable que introduzca algún cambio ante Croacia.
Jorge Garma