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Uno de los primeros colectivos que vieron limitadas sus actividades rutinarias el pasado mes de marzo fueron los niños. La primera decisión de las autoridades sanitarias ante la pandemia de coronavirus fue el cierre de escuelas infantiles y colegios.

La razón de esta decisión se basó en pensar que el SARS-COV2 se iba a comportar de forma parecida al virus de la gripe, que tiene en los más pequeños su principal forma de contagio y expansión.

Pero los estudios realizados a lo largo de todos estos meses de epidemia han concluido que el SARS-COV 2 no se comporta igual y que los niños no se encuentran entre los principales vectores de transmisión del coronavirus.

Esta es el principal argumento defendido por la Asociación Española de Pediatría (AEP) para defender que los niños no deben volver a sufrir un confinamiento estricto en el que caso de que la incidencia de la Covid-19 siga elevándose en nuestro país.

De hecho, la apertura de los centros educativos que tanto se temía, no ha supuesto un impacto epidemiológico importante en los datos de infección por Covid-19, tal y como afirma el doctor Juan Ruiz Canela, vicepresidente de Atención Primaria de la AEP.

En opinión de Ruiz Canela, las medidas de protección que se están realizando en todos los centros educativos están siendo efectivas para reducir la transmisión del coronavirus entre los más pequeños, y de ellos a sus familias.

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En el caso de los menores de 6 años a los que no se exige mascarillas, la creación de los grupos burbuja funciona y reduce los riesgos de contagio. Entre los más mayores, la clave está en el respeto de la distancia de seguridad, el uso de mascarillas, la ventilación de las aulas y la correcta limpieza de los colegios e institutos.

De hecho, los datos sobre la incidencia de la Covid-19 en menores facilitados por la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica, señalan que alrededor de un 12% de los niños han sido infectados por el SARS-COV2, frente a la franja de edad de entre 15 y 59 años que suponen el 68% del total de infectados.

Por edades, los niveles de infección son bajos entre los niños de 2 a 6 años, entre los que se aplican las burbujas de convivencia. En contraste, los más pequeñitos, menores de dos años, se infectan más debido a su mayor cercanía y contacto con los progenitores.

Y son los adolescentes, entre 10 y 15 años aproximadamente, los que presentan los índices de contagio más altos, ya que sus actividades y relaciones sociales se incrementan respecto a los más pequeños.

Estos datos no difieren de los que arrojan otros países europeos, y las infecciones entre los niños suben cuando aumenta el número de casos en todo el país.

Ante estas evidencias la Asociación Española de Pediatría se muestra muy contundente a la hora de recomendar que en caso de que se decrete un confinamiento en nuestro país no se interrumpa el funcionamiento de los colegios, "por el beneficio psicoemocional y psicosocial que supone para los más pequeños el acudir a los centros escolares", asegura la presidenta de la AEP, María José Mellado.

En cuanto al uso o no de las zonas infantiles que tanto gustan a los más pequeños, la AEP no encuentra que su uso favorezca la expansión de la Covid-19 entre los niños. Eso sí, siempre habrá que disfrutar de ellas manteniendo la distancia de seguridad, usando mascarillas y garantizando la higiene de la zona.

Además, si finalmente las autoridades sanitarias optaran por el confinamiento de los ciudadanos, los pediatras recomendarían habilitar un tiempo mínimo para que los niños pudieran salir en todo caso a la calle.

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Bajan las consultas de pediatría por el miedo al coronavirus

La irrupción del coronavirus ha supuesto que las consultas pediátricas, tanto en atención primaria como en urgencias, se hayan reducido. Durante los primeros meses de pandemia, las consultas se centraban en síntomas relacionados con la Covid-19 que, afortunadamente, no eran graves ni muy numerosas.

Pero los pediatras han detectado que el miedo de los padres a acudir a un centro sanitario ha provocado algunas patologías que, con una atención temprana, podrían haber tenido menos gravedad.

Las más habituales han sido niños que han comenzado a presentar signos de diabetes, y al no ser tratados a tiempo han ingresado con cetoacidosis diabética, o apendicitis convertidas en peritonitis y con peor pronóstico.