"Nunca se es demasiado pequeño para marcar la diferencia".

Poderosas palabras de una joven Greta Thunberg que nos señala el camino del cambio: salvar nuestro planeta depende de todos y cada uno de nosotros.

Depende de nuestro compromiso como ciudadanos conscientes del impacto denuestros hábitos diarios. De nuestra responsabilidad como sociedad que se preocupa por las próximas generaciones. De la obligación de los Gobiernos de aceptar las reglas de juego que nos hemos dado enlos acuerdos internacionales.

De todo esto hablaremos y en torno a ello nos sentaremos a trabajar en Madrid, durante la Conferencia de las Naciones Unidas del Cambio Climático 2019.

En estrecha colaboración con Chile —cuya encomiable labor previa está siendo de enorme provecho— y con la ONU, España será el epicentro mundial del debate medioambiental.

Lo seremos por mérito propio, porque el firme compromiso del Gobierno de España y nuestra gran capacidad de respuesta nos avalaron como anfitrión ideal de una COP que hemos organizado con enorme profesionalidad y en tan sólo cuatro semanas.

El nivel de esfuerzo logístico y de coordinación entre todas las administraciones implicadas solo es comparable con el impacto económico y mediático que reportará el evento a Madrid. Pero lo más importante no es eso. Lo fundamental es que Jefes de Estado y de Gobierno, delegaciones internacionales y representantes de la sociedad civil y las empresas nos reuniremos para marcar los siguientes pasos en lo que constituye ya la mayor amenaza contra nuestra civilización.

Hemos traído a España el debate, y es una oportunidad única para posicionarnos como país de referencia en la respuesta a la emergencia climática.

Y digo emergencia porque ya es tarde para hablar de cambio. Los hechos son incontestables: las atmósferas y los océanos se han calentado. Las masas de hielo y de nieve han disminuido. El nivel del mar ha aumentado. Y, según datos de la Organización Meteorológica Mundial, la concentración de CO2 en la atmósfera es la más alta de los últimos 800.000 años.

Los efectos son palpables y en España sufrimos ya las sequías, los incendios y la pérdida de biodiversidad. Consecuencias, todas ellas, que afectan a sectores como la agricultura, el turismo o la energía.

La conclusión es evidente: nuestro modelo de desarrollo está obsoleto, y tenemos el deber de cambiarlo.

En este sentido, España tiene una gran oportunidad. Podemos desempeñar un papel protagonista en una transición ecológica coordinada multilateralmente para salvar nuestro planeta.

Todos los países nos hemos dotado de estrategias y mecanismos como el Acuerdo de París de 2015, la Agenda 2030 o el Libro de Reglas de la COP de Katowice 2018.

Sin embargo, el Secretario General de la ONU convocó el pasado septiembre una Cumbre de Líderes sobre Cambio Climático en Nueva York en la que llegamos a la conclusión de que hay que ser todavía más ambiciosos.

Porque la comunidad científica nos ha advertido de que, para evitar consecuencias irreversibles, hay que impedir que la temperatura media global supere 1'5ºC respecto a los niveles preindustriales. Y eso significa cero emisiones netas de CO2 alrededor de 2050. Nos quedan treinta años de margen.

Frente a la irresponsabilidad de quienes miran hacia otro lado o abandonan sus compromisos, en España apostamos por ir más allá. Y lo hacemos con hechos y propuestas: hemos creado el Ministerio para la Transición Ecológica y, a través de él, hemos diseñado el Marco Estratégico de Energía y Clima, que se compone a su vez del Anteproyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 y la Estrategia de Transición Justa.

Todos estos proyectos contienen cifras: más de 200.000 empleos de calidad en la próxima década; más de 200.000 millones de euros de inversión, tanto pública —europea, estatal, autonómica y local—, como privada y mixta; y el ahorro de más de 75.000 millones de euros por la reducción de importaciones de combustibles fósiles.

Como Presidente del Gobierno, apuesto por el Estado como facilitador de la transición ecológica. Pero para que ésta sea integral y justa deberá contar con más manos, especialmente con las del sector privado y con las de la sociedad en su conjunto.

La buena noticia es que no hay que empezar de cero. Si añadimos a nuestras condiciones geográficas nuestro enorme talento, es fácil llegar a la conclusión de que somos un laboratorio natural para las energías limpias. A ello sumémosle la movilidad sostenible: somos líderes en infraestructura ferroviaria y potencia europea en fabricación de automóviles, con las oportunidades en producción de coches eléctricos que eso supone.

Personalmente, estoy esperanzado porque sé que hay proyectos y personas de referencia en España que ya están liderando el crecimiento verde.

En el ámbito industrial contamos con numerosos ejemplos innovadores que están impulsando la transición ecológica de nuestra economía. En ámbitos como la construcción y montaje de turbinas eólicas marinas, en la conversión de residuos en biocombustibles y bioplásticos, o en el desarrollo de materiales de embalaje flexibles y reciclables en el sector alimentario.

El talento y el empuje empresarial español está en esa tarea, pero también podemos reivindicar el compromiso de nuestra sociedad gracias a una generación joven que está exigiendo ser protagonista del presente. Miles de estudiantes se movilizan más allá de los Fridays for Future y se organizan para pedir a sus ayuntamientos que cumplan los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Todos ellos podrán formar parte de la COP25 en un espacio abierto al público, llamado 'Zona Verde', que irá desde Plaza de Castilla hasta Atocha y que se replicará en otras ciudades de España.

Porque quiero insistir en la idea inicial: todos podemos marcar la diferencia. Todos debemos marcar la diferencia.

En lo que a nosotros respecta, haremos todo lo posible para que España lidere esa diferencia.