La llamamos habitualmente Cumbre del Clima o COP25, para simplificar. No obstante, pocas veces tres palabras o un acrónimo han significado tanto. Su contenido más directo—luchar contra el cambio climático a escala internacional para que las futuras generaciones dispongan de un planeta sostenible—es ya más que suficiente para que deba ser considerada como un hito fundamental, como un reto formidable, como una oportunidad única...

Sin embargo, a pesar de que plantea un objetivo que inevitablemente es de largo plazo, corremos el riesgo de pensar que este desafío se puede conjugar en futuro. No es así: exige actuar ya y de manera inmediata.

En efecto, mucho de lo que hay detrás de esas tres palabras forma ya parte de nuestra realidad más actual. Cuando hablamos de la lucha contra el cambio climático, no solo estamos hablando estrictamente de protección medioambiental. Estamos hablando también de desarrollar de manera definitiva las energías renovables como alternativa real a las tecnologías contaminantes; de electrificar a gran escala el consumo energético; de dar un fuerte impulso al transporte eléctrico; de aprovechar las posibilidades que ofrecen las soluciones digitales para facilitar la descarbonización; de desarrollar ciudades inteligentes y sostenibles...

Un consejo, quizá un tanto manido, pero que se halla muy instalado en el mundo empresarial, es que hay cosas que no deben ser entendidas como un problema, sino como una oportunidad. De nuevo, pocas veces un tópico ha sido más certero. Los ejemplos que acabo de exponer son, sin duda, grandes oportunidades para que las iniciativas que hemos de desarrollar en relación con el cambio climático no sean solo la solución a un grave problema, sino también la posibilidad dar un importante salto adelante en el crecimiento y la competitividad de nuestra economía; de promover la innovación y el desarrollo tecnológico; de generar empleo a gran escala; y, en definitiva, de procurar a los ciudadanos un mayor bienestar económico y una vida más saludable.

No obstante, hemos de ser muy conscientes de que, con todo ello, estamos acelerando un cambio social y económico de proporciones extraordinarias en el que es esencial no dejar a nadie atrás. Por ello, es obligado aplaudir que se esté fomentando que la transición justa sea uno de los temas centrales que han de ser sometidos a debate en el marco de la COP25. Es un tema controvertido y sobre el que hay expectativas muy elevadas. Pero es también una cuestión, en mi opinión, insoslayable; y, como prueba de esta convicción, no puedo dejar de recordar que Endesa ha presentado Planes de Futuro de manera voluntaria para todos los entornos que se verán afectados por el cierre de sus centrales de carbón. Planes sólidos, con inversiones muy elevadas, y que han estado y siguen estando abiertos a incorporar nuevas soluciones.

Tenemos dos semanas por delante para reflexionar y encontrar nuevas soluciones a todo lo que está en juego. Es obvio que la COP25 no podrá dar una respuesta definitiva. Pero es importante que, en ella, encontremos respuestas.