Fernando Valladares es doctor en Ciencias Biológicas, investigador del CSIC y en la Universidad Rey Juan Carlos. Referente en cambio climático, durante las últimas semanas su mensaje ha sido claro: nuestra salud y la de los ecosistemas son dos cuestiones inseparables. No hay sistema sanitario que nos proteja como la naturaleza. Eso sí, una naturaleza en equilibrio y rica en especies.

Este año el Día Mundial del Medio Ambiente está dedicado a la biodiversidad. ¿Qué es y qué funciones cumple?

La biodiversidad o diversidad biológica representa toda la variedad de organismos vivos existentes en el planeta. Esto comprende el extenso abanico de especies, sean animales, plantas, virus o bacterias, los espacios o ecosistemas de los que forman parte y, también, la variabilidad o diversidad genética dentro de cada especie. Y cumple muchas funciones, como permitir que los ecosistemas realicen bienes y servicios muy útiles para la humanidad: nos proporcionan alimentos, madera... se encargan del proceso de polinización, depuración del agua y del aire, descomposición de la materia orgánica, etc. Entre las funciones que ahora estamos poniendo más en valor está la de protegernos ante eventos climáticos extremos y frente a riesgos de infección o pandemias.

¿Cuál es la conexión entre la biodiversidad con pandemias como la de la Covid-19?

Nos encontramos ante una zoonosis, una infección humana de origen animal, con las que hemos convivido desde el principio de los tiempos. Lo que ha ocurrido es que, con la deforestación, la degradación de los ecosistemas, el tráfico ilegal, tener a algunas especies en condiciones muy poco salubres... el ser humano ha alterado los procesos naturales y contribuido a la pérdida de diversidad biológica. Si hubiéramos tenido una red más rica de especies, estas hubieran podido actuar de almacenes del virus, de reservorios intermedios para diluir o hacer de cortafuegos de determinadas vías de contagio entre especies. Las probabilidades que un virus así saltase a los humanos y se convirtiese en una infección global hubiera sido más baja.

Y, ¿qué ocurre con la contaminación o con el cambio climático? A la vista de las últimas crisis sanitarias, ¿un planeta 'enfermo' hace que haya más brotes o que estos nos afecten más?

Sí, existe una clara relación entre la salud del planeta y nuestra propia salud. Tenemos que repensar nuestra relación con la naturaleza y tomarnos muy en serio su conservación, pero no por razones ideológicas o espirituales sino por pura supervivencia de la especie humana. Ahora, por ejemplo, se ha visto que la contaminación del aire aumenta el riesgo de muerte por coronavirus. Según un trabajo de la Universidad de Harvard, el aumento de un solo microgramo por metro cúbico en la concentración en el aire de partículas PM 2,5 (diámetro inferior a 2,5 micras) hace subir un 15% la mortalidad. Igual pasa con el cambio climático, sobre todo en zoonosis que están mediadas por un animal de origen tropical o de zonas cálidas. El calentamiento global hace que se extiendan a zonas templadas e incluso árticas.

Cuando se declara una pandemia, empieza la búsqueda desesperada por encontrar un tratamiento, una vacuna... ¿Qué lugar ocupa la prevención?

Las vacunas, por definición, se desarrollan cuando ya hay un patógeno, un problema de salud humana causado por un microorganismo o por un virus y por tanto son reactivas. Pero esto no tiene ningún carácter preventivo. Tenemos que pensar que ahí fuera hay un montón de potenciales patógenos y nunca vamos a conocerlos todos y, mucho menos, controlarlos. Por eso, la mejor prevención es la que nos puede dar la naturaleza.

¿Cree que esta crisis habrá servido para que nuestros cerebros hagan 'clic' y cambiemos nuestra relación con el planeta o debemos temer un efecto rebote?

Quiero pensar que nuestro cerebro hará ese 'clic', pero no está muy claro. Nuestro modelo económico es insostenible y no podemos seguir haciendo las cosas como si los demás no existieran y como si pudiéramos vivir en cualquier rango de condiciones bióticas y abióticas porque tenemos tecnología y hacemos lo que nos da la gana... eso no es así. Por otras crisis, sabemos que puede haber un efecto rebote. Parece que todo está justificado para reactivar la economía sin importar el impacto ambiental, pero ese es el camino directo hacia otra pandemia como esta o algo peor, si es que lo hay. Debemos aprender la lección y no anteponer la economía a la salud de las personas.

Los virus están ahí, llegarán nuevas pandemias, la biodiversidad está herida, el cambio climático avanza a un ritmo imparable, el modelo socioeconómico no funciona... ¿Vamos directos al apocalipsis o hay margen para la esperanza?

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde y yo soy optimista por naturaleza y por genética, pero si lo miramos con frialdad es cierto que las cosas no pintan muy bien. Mi principal esperanza es que nos demos cuenta de que debemos tomar las decisiones entre todos y alcanzar una gobernanza global. Tenemos que dejar de ver las diferencias con los 'vecinos' como problemas y obstáculos y valorarlas como fuente de riqueza. Al fin y al cabo, se trata de aprovechar la biodiversidad de una especie, la de homo sapiens, y ponerla a funcionar. Si colaboramos, en lugar de pelear, hay esperanzas, fundadas y científicas.