Cuantas pasiones levanta el Carnaval. Es por pasión que los copleros se suben a las tablas del teatro y es por pasión que los aficionados llenan las butacas, pena que este sentimiento a veces desvirtúe todo el amor que se le tiene a la fiesta. De todos es sabido que las preferencias o gustos de los que solo somos meros espectadores no van a ningún lado. La única valoración que vale es la del jurado. Es él quien reparte los premios. Pero en los últimos años todos nos hemos lanzado a opinar gracias a esas redes sociales que las lleva el diablo. Pero no nos olvidemos que los premios no se reparten ni en Twitter, ni en grupos de Whatsapp ni en ninguna otra plataforma virtual. Qué exigentes nos hemos vuelto. Algo positivo, porque así los grupos se esfuerzan más por crear una murga, una comparsa o un cuarteto de calidad. Porque aunque los cinco elegidos sean los que repartan los puntos, para las agrupaciones es fundamental calar en su público. Los autores se esfuerzan más por afilar sus plumas para lanzar dardos que den justo en la diana. Y aquí ganamos todos.

El problema está en cuando ese aficionado roza el fanatismo y es incapaz de reconocer que su agrupación, esa que tanto quiere y que le apasiona, no es la mejor. Y no sólo ahí queda la cosa, sino que también se aventura a desprestigiar a todas las demás sin ni siquiera haber escuchado sus repertorios. La prensa que se sienta cada noche en el foso ha escuchado todo, y eso quizás nos de un poco más de ventaja a la hora de opinar. Sólo un poco, porque al igual que al aficionado también nos puede la pasión y esto puede desembocar en que nuestro termómetro nos dé valoraciones que no sean acertadas.

Pero hablamos de gustos, de pareceres y de sensaciones. Porque lo que para ti es feo, para mí es humor inteligente; porque lo que para ti va desafinado, para mí es encontrarme ensimismada con una letra o en una carcajada y terminar valorándolo como una buena actuación. Ojo, que en muchas ocasiones hemos comentado y analizado los errores que han podido cometer las agrupaciones. Pero resulta que para los errores técnicos y restar puntuación ya esta el jurado. Yo estoy para escribir lo que me dicta el corazón. Y llegados a este punto hay que saber respetar. Sí, respetar.

Vamos a escuchar, a dejar que los corazones de los demás palpiten al ritmo que quieran con una u otra copla. Y déjame valorar según mis sensaciones, que puede que sean muy diferentes a las tuyas. Porque si queremos tener un concurso de calidad, vamos a convertirnos también en una afición de calidad.