Cuando estás sentado en un teatro en una sesión de carnaval te conformas con lo que escuchas y vas dejándote llevar por el repertorio que se está interpretando. En ese momento eres conformistas porque no puedes hacer otra cosa, eso o levantarte de la butaca e irte. Lo cual me parece una falta de respeto absoluta. La otra parte seria sentarte en tu sillón y buscar en YouTube la agrupación que te conquistó en su momento, pero te puedes saltar partes de su repertorio, incluso ponerte en bucle aquella copla que te cautivo. Eso no lo puedes hacer cuando estás en el teatro. Puedes taparte los oídos disimuladamente o evadirte mirando el techo del Cervantes perdiéndote en los miles de detalles que tiene su pintura. Pero eso no lo concibo.

Este concurso de coplas me está resultando algo incómodo en ocasiones. Cada vez son más agrupaciones que vienen a presentar sus repertorios a Málaga y muchas lo hacen mostrándonos el respeto más absoluto, dejando de caer alguna coplilla o algún guiño a la ciudad, aunque tampoco nos haga falta. Pero también nos encontramos el lado opuesto. Repertorios hechos exclusivamente para otra ciudad dejándote un poco boquiabierto. Realmente te parece fantástico como interpretan, pero a su vez, te deja con una cara de tonto que no te la quita ni el cuplé mas desternillante del mundo.

Seré yo muy caprichoso, pero me duele Málaga. Que en el Cervantes se canten repertorios completos a otra ciudad me ofende. Málaga tiene sus propios poetas que ya la defienden. Pero tú, sin quererlo o sí, tratas a este concurso como un contrato y en ningún momento te pones en la piel de un malagueño que va a escuchar tus coplas. Te has equivocado de concurso, de gente y de ciudad. Si piensas que te lo voy a admitir, te equivocas también. Respeta mi casa, respeta a mi gente y como no, respeta a mi madre: mi Málaga.