enhorabuena a los ganadores. Otra final acabada. Otro concurso de carnaval finiquitado. Nos queda la calle que es donde está el mejor carnaval. El callejero es cada vez mejor, eso es cierto, pero para mi en el teatro es donde se vive mejor este espectáculo. Allí se ven a las agrupaciones en su todo apogeo. Es donde lo dan todo, donde se maquillan a la perfección, se montan los mejores decorados, donde se cuida la afinación y las gargantas. El concurso para las agrupaciones es todo tensión, preparación y nervios.

También malos ratos e incluso desesperación. Hay muchas emociones en la noche de la final. Risas nerviosas, llantos, alegrías€. En el momento que el jurado dicta su veredicto y el concurso se termina, para algunos todas esas emociones se van disipando de camino a la casa para descansar, a otros, les dura el drama o la alegría todo el año. La calle es otra cosa. La calle es un buchito de vino o diez, gargantas rotas, ponerte más ropa debajo del tipo para no pasar frío aunque en una esquinita puedes encontrar ese calor rodeado de gente cantándoles a un metro de ti, es el cachondeo hasta que tu cuerpo aguante. En la calle se vive otro carnaval distinto al del teatro aunque se alimenta de lo mismo, de las agrupaciones.

Se dice que el carnaval empieza el día que el pregonero da el pistoletazo de salida en la plaza, aunque ya llevemos quince días trasnochando, cantando y escuchando coplas en el teatro. Este año otra vez y por suerte el pregón lo da un carnavalero. Deseando escuchar a mi amigo Miguel Ángel Merchán. Un murguista, un cómico, un actor increíble que nos va a dar el mejor pregón posible, porque lleva el carnaval en todo su ser. Se que el sueña, vive y muere por esta fiesta.

Migue, vas a pregonar la fiesta que amas, ese es el mejor premio que nunca recibirás. El carnaval sale a la calle con tu pregón, pero tu sabes que el carnaval para nosotros empezó mucho antes.

Y para ese primer día tenemos que volver a muchos años atrás cuando aún teníamos pelo, cuando nos poníamos por primera vez un disfraz, cuando cantábamos por primera vez una copla en unas tablas. Y ahí nunca acaba el carnaval.