Me imaginaba un día de verano votando a nuestro próximo presidente. Una casa del carnaval nueva y resplandeciente, llena de carnavaleros dispuestos a ello. Una casa con vida, actividades, ilusión y un futuro prometedor. Me imaginaba varias candidaturas. Propuestas generales, interés por el colectivo, crecimiento, una estructura de elecciones decidida en una especie de "transición carnavalera", por aquellas personas que tienen un peso específico y una cierta experiencia en esta fiesta. Me imaginaba un camino lleno de dificultades, claro está, pero solventado con el aprendizaje de recorrerlo cada día. Me imaginaba un presidente o una presidenta, elegido o elegida, con una propuesta de patronato en el que tuvieran representación diferentes responsables de asociaciones de autores, intérpretes, directores, prensa, aficionados...

Me imaginaba un proyecto bien pensado, argumentado, con la menor cantidad de fisuras posibles, de larga duración, sobre el que construir esa democracia carnavalera tan demandada por todos. Una apertura real de la organización de la fiesta, un consejo asesor estructurado y participativo, reuniones masivas, foros de debate, enriquecimiento del colectivo y tantas y tantas cosas que pudieran ser maravillosas para el carnaval que tanto amamos.

Pero nada. Enquistados en este espacio temporal del cuarenta aniversario, hay más nubes que soles. Y, ¿sabéis qué? Estoy con Jesús Gutiérrez y su segundo pasodoble de preliminares. La principal responsabilidad de todo esto, es nuestra. Que sí, que ahora es el turno de la copla necesaria, pero que esto, lo que está sucediendo, nos lo tenemos más que merecido. Porque cuando hay que sentarse a hablar, no somos capaces de ir a dos reuniones seguidas.

Bajo mi modesta opinión, ser valiente no es cantarse ahora lo que no hemos sido capaces de construir durante meses. Ser valientes, para mí, es sacrificar a nuestras familias al menos un par de noches al mes, y comprometernos de verdad para ver qué coño hacemos con el futuro de esta fiesta. Sí, que puede que no valga para nada ese esfuerzo, que la puerta que tenemos abierta sea de mentira, que nunca existan esas elecciones soñadas, y que todo esto no sea más que un engaño... y la pregunta es ¿pero realmente hemos intentado algo? ¿Realmente hemos hecho propuestas serias? ¿Nos hemos asociado? ¿Realmente hemos dicho todos a una, hasta aquí? Si después de hacer todo lo que esté en nuestra mano, con un plantón incluido al concurso si fuera necesario, de verdad no se consigue nada, entonces compartiré todo lo que cante el colectivo. Mientras tanto, esto es muy similar al joven que quiere arreglar el mundo a golpe de tuit. Qué menos que además de tener la necesidad de cantarlo, también tengamos la necesidad de trabajar por arreglarlo. Salud y suerte.