Cuando tenía menos miedo que vergüenza, en El Palo sacábamos una murga de chavalería con el que creo que hicimos más bolos que los Rolling aquel año. 'Que no mentere yo que tu toto pase hambre' y 'Las Apoyardastar' (2002-2003). Recuerdo que la gente alucinaba con nosotros. Cantábamos que daba miedo, no babamos ni una nota buena, pero era un flipe, nos daba igual todo.

Ahora que soy más mayor pero igual de joven (más delgado no, más fuerte, que sois mu pesados) veo como Los Malagüitas, Los Lions Brothers y Los Jarabe Perchelero, (que aún teniendo bastante más edad que nosotros entonces), coinciden en unas semifinales del teatro Cervantes con menos presión que una ducha de playa. Y es que pese a la llamada crisis de generación, aquí hay tres agrupaciones, relativamente nuevas, sorteando de manera notable las vicisitudes del humor de la murga en Málaga (recordamos: redes sociales, televisión y chirigotas gaditanas).

Es por eso, que en la búsqueda de nuevas fórmulas, los relatos y las identidades se convierte en herramientas pluscuamperfectas para explorar los caminos inescrutables del humor. A las genialidades en el escenario de la murga de Merchán, los juegos de palabras de Carlos Pariente o la homofonía de palabras de Manu Robles, por citar algunos ejemplos, se empieza a vislumbrar distintas formas en las que destacar sobre estos 'genios de la palabra'.

Y volviendo a esa poca vergüenza que nos caracterizaba a aquellos paleños, recuerdo que la murga de Pariente de entonces eran nuestros ídolos. Yo era fan de Carlos hasta decir basta. Dábamos la paliza más grande a Merchán y Valderrama y nos parecía un honor que Nano y Buba vinieran alguna vez a nuestro ensayo.

Hago escrutinio de aquellos componentes y entre otros estaba Padilla, gran voz reconocida a día de hoy de nuestro carnaval, o Alex, bombo de la comparsa del Kara. Cereto y su vuelta a la comparsa con Pino y Félix. Torrente, Ramón Soria, Josemi Bermudez, etc. Y en estas me encontré frente a lo que me hacía realmente feliz; cantar con aquella murga de amigos en la que nos importaba más bien poco el instituto (ya se recuperaría) trasnochar (éramos jóvenes) y alimentarnos de flanes y plátanos que nos llevábamos de las peñas por si el día se alargaba. Sin un chavo en el bolsillo pero con el corazón lleno de ilusiones. Mismas ilusiones que tenían en el brillo de los ojos sobre las tablas del Cervantes Agus Padillo, Victor Montero, Francis, Pepillo y Antoñillo, o Pedro y Álvaro entre otros.

Soy joven, tengo ilusiones renovadas y llevo más de tres meses sin fumar. No podía pedir más.