Y llegó como llegan las oscuras golondrinas a buscar airbnb por la ciudad. Llegó como llegan las gripes en invierno a asolar trabajos con bajas. Llegó como llega inexorablemente el suspenso al estudiante holgazán o la crisis al hombre de mediana edad. Llegó el veneno del concurso y ahora ya sí es carnaval.

Ya empiezan los patrones de los lloros de los que piensan que pueden ser y no fueron. Ya empiezan los que buscan las conspiraciones judeomasónicas y ven en las líneas de Nazca jurados extraterrestres que te van a dejar fuera porque no soportan tu belleza. Empiezan los comentarios en redes sin nombre y apellidos que lanzan al viento las cuchillas de noble acero toledano que cogen velocidad gracias a la indirecta, buscando de forma de bomba de racimo, toda una onda expansiva de agraviados que no saben de qué va el juego, pero por si las moscas se indignan en una ola de damnificados por los dimes y diretes. Ya empiezan los que ven en todo un tufillo porque sí y no son capaces de oler el hedor a fracaso que ellos mismos desprenden desde que los telones le dan por subir.

El veneno es verdad que cada vez se retrasa más, pero suele llegar cuando a alguien que ni le va ni le viene pone, en ejercicio de buena voluntad, el teatro bocabajo. El veneno lo suele inocular el inesperado a la fiesta que con la sonrisa de los dientes blancos y con la mirada de frente te va degollando el concurso con sutil bisturí que desnuda costuras y deja en evidencia que vas peor que el rival. Y ayer desde mi hermoso palco vi como el veneno nublaba rostros y cambiaba semblantes desde el gallinero hasta el foso y comprendí por qué se está mejor fuera con la sana bandera de la afición.

Queridos amigos y amigas de la fiesta de la libertad, así es la vida. Por regla general y a excepción de alguno que se lleva el babuchazo, todo está medio escrito en un concurso tan cortito como el nuestro. Esta noche cuando el jurado vuelva a fallar y mande para el cajón las letras que se guardaban para sorprender o ganar puestos en la final, morirán en el fondo de la carpeta del ordenador sin entierro ni honores y sin más parabienes que un deleted y a la papelera del Windows. Por cierto, al final, la máxima de todo esto y la conclusión definitiva es que alguien fue mejor que tú. Así que a arrimarse los machos el año que viene o si el dolor es muy grande, a sacarse un palco en el Cervantes si es que hay libres, que eso es otra cosa. Ay veneno, bendito veneno.