COAC 2023

En aquella noche

Primer pase de semifinales del concurso del Carnaval de Málaga en el Teatro Cervantes

El cuarteto está divino

El cuarteto está divino / Fundación Carnaval

Pepa López

Se escuchaba el repique de la caja y bombo desde el final de la calle. Los redobles retumban en tu pecho, la algarabía del público se mezclaba con el pasacalle de una comparsa. Era una noche de febrero en los aledaños del Teatro Cervantes. La ciudad estaba de carnaval. Los destellos de nervios y de ilusión se arremolinaban en las esquinas de los barecitos cercanos. Las miradas se cruzaban a la vez que esbozaban unas sonrisas tímidas pero también socarronas. El Concurso de Agrupaciones de Canto inundaba el Centro de la capital malagueña. Caía el frío, fuera y dentro. Pero el calor te abrumaba. Desde la primera fila del patio de butacas podías sentir cómo latían los corazones que presentaban sus obras sobre las tablas. Un latido que te partía por la mitad, a la misma vez que buscábamos algo con que taparnos. Así es este veneno, que igual que te da la vida que te la quita.

Las miradas entre los compañeros, las risas de los locutores micro en mano. No hay que perder más tiempo repitiendo lo que causa ese templo en los grupos. Si el pase de preliminares no cala, aquí se suben las melodías y se alzan las voces. Se compacta la comparsa, por ejemplo, de tal manera que la sensación es totalmente distinta a la de esa primera actuación. Y aquí, en el teatro por excelencia del carnaval, hay una lucha encarnizada, sobre todo en los pasodobles. Algunos más acertados que otros, para qué nos vamos a engañar. Siempre desde la opinión y la sensación individual y propia. Que todo esto es muy subjetivo. Hay pasodobles que yo personalmente jamás hubiese cantado, y otros que van directos al corazón y te remueven las entrañas.

Los palcos se llenaron de amigos, de primos, de hermanos. Muy arrejuntados, codo con codo con los que trabajan en la tele en estas noches de invierno. Sin más pretensión que disfrutar de esa música, de ese compás de guitarra, de ese punteo que da pie al inicio de un repertorio. En las guías de una murga, o en la de una agrupación infantil, donde la forma de mirar hacia su público te contagia, y sólo por verlos a ellos con su disfraz y su disfrute cantando ya merece la pena la entrada que has comprado. Ojalá pronto un concurso para ellos. Pero ése es otro cantar.

Y entonces volvieron a crujir las tablas, como hacía mucho que no pasaba, por las claves de un cuarteto. Caló el mensaje y, sobre todo, caló en forma de carcajada gorda del respetable. Cuando das con ese humor tan nuestro, con cosas tan malagueñas, con reivindicaciones y críticas en forma de chiste, ahí es donde te has ganado al público. Consiguiendo que un patio de butacas se vuelque totalmente con tu parodia y con tu tema libre. Y así se vivió en aquella primera noche tan mágica. Y tan volátil, donde cuando menos te lo esperas ya están cerrando cortinas. Una noche de semifinales que ya no volverá jamás. Y de nuevo se abre otra oportunidad, y de nuevo se arremolinan en los aledaños del teatro ese público ávido de coplas y de carnavales. Y de nuevo la tela azul se levanta, y de nuevo vuelven a sonar los compases. Y es que, señores, no sé si lo saben, pero Málaga está de Carnaval.